Sevilla

El legado del delegado poeta y sus afluentes

  • Manuel Cid documenta y recopila en un libro por primera vez los orígenes de las innovadoras políticas culturales del primer gobierno municipal de la democracia en Sevilla 

Manuel Cid Pérez, autor del libro 'Las políticas culturales del Ayuntamiento de Sevilla: 1979-1983', presentado en el espacio Platea Odeón.

Manuel Cid Pérez, autor del libro 'Las políticas culturales del Ayuntamiento de Sevilla: 1979-1983', presentado en el espacio Platea Odeón. / Juan Carlos Muñoz

En septiembre de 1978, dos recordados agentes culturales, Paco Cabrera de la Aurora y Manuel Herrera, viajaron hasta Zamora para llevar la voz de la Tertulia El Pozo de las Penas de Los Palacios al Congreso Nacional de Actividades Flamencas. Y con una valentía disparatada, alimentada por la vergüenza que sentían por no existir ningún liderazgo ni cita sobre flamenco en Sevilla, levantaron la mano y propusieron que la próxima cita tuviera lugar en la ciudad hispalense. Tuvieron ocho meses para preparar el encuentro que fue el germen de la Bienal de Flamenco de Sevilla. La historia es larga y revela el gran desconocimiento que existe sobre el nacimiento de los eventos culturales que hoy encumbran a Sevilla y que han servido de trampolín para lanzar, por ejemplo, a la industria turística.

La política cultural del Ayuntamiento de Sevilla fue puesta en pie, ladrillo a ladrillo, por un grupo de concejales y gestores que actuaron como tales sin apenas saberlo, en un tiempo de transición donde unir política y cultura parecía un mal negocio. Y toda esta aventura se recopila en un libro: Las políticas culturales del Ayuntamiento de Sevilla: 1979-1983. El gobierno de la concordia (Punto Rojo Libros, 2021).

El autor es Manuel Cid Pérez, un catedrático de Francés de Secundaria jubilado que suma a su dilatada trayectoria haber sido director del Área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla durante cuatro años en los mandatos de Soledad Becerril y Alfredo Sánchez Monteseirín y, posteriormente, también director general de Fomento y Promoción Turística de la Junta de Andalucía.

El ex alcalde Alejandro Rojas Marcos, entre el público, donde se situaron los retratos de los fallecios Manuel Herrera y Joaquín Arbide, en la foto, y Chus Cantero, tres de los protagonistas del relato de Cid. El ex alcalde Alejandro Rojas Marcos, entre el público, donde se situaron los retratos de los fallecios Manuel Herrera y Joaquín Arbide, en la foto, y Chus Cantero, tres de los protagonistas del relato de Cid.

El ex alcalde Alejandro Rojas Marcos, entre el público, donde se situaron los retratos de los fallecios Manuel Herrera y Joaquín Arbide, en la foto, y Chus Cantero, tres de los protagonistas del relato de Cid. / Juan Carlos Muñoz

Él no fue protagonista de la etapa que documenta, un arduo trabajo de más de tres años de investigación, fue algo así como el nemo, esa figura griega que se persona como testigo de lo que ha ocurrido en algún momento. “He procurado recuperar toda la información que está perdida o escondida en los cajones y he consultado documentos a los que nunca se ha tenido acceso o que han sido esquilmados, como el gran fondo de Telesur”, ha comentado el autor en el acto de presentación del libro, que reunió a decenas de compañeros de corporación, familiares y trabajadores de la cultura de los años ochenta.

El libro era un proyecto más ambicioso que quería abarcar una gran exposición y un documental, pero hubo pinceladas de ambas cosas en el acto

Más que un acto para la nostalgia fue para la reivindicación, un homenaje nunca rendido a todos los que hicieron posible en la corporación municipal de 1979-1982, el llamado gobierno de la concordia, con sus aciertos y errores que los sevillanos se reencontraran con la cultura porque con ello recuperaban su libertad. No hay sólo un protagonista, ni una persona ni un partido, pero sí voces cantantes que entonaron una apabullante programación cultural que, en gran parte, se ha ido perdiendo por la falta de dinero y de impulso político. Y una es la de José Luis Ortiz Nuevo, el delegado poeta, personaje controvertido que, a base de improvisación y pasión, puso los cimientos de un sistema de gestión cultural que, treinta años después, ha sido conceptualizado: improvisación creativa.

El acto de presentación del libro contó también con la proyección de imágenes y de un documental de Nonio Parejo. El acto de presentación del libro contó también con la proyección de imágenes y de un documental de Nonio Parejo.

El acto de presentación del libro contó también con la proyección de imágenes y de un documental de Nonio Parejo. / Juan Carlos Muñoz

El libro de Cid atesora mil y una anécdotas increíbles de un concejal que nunca calificaría como buen gestor, pero sí como gran creador. Con un mérito añadido: la falta de presupuesto en un Ayuntamiento que, como algunos han calificado, era “un derribo”. Hay un capítulo entero dedicado a los dineros de la cultura que rondaron el 3% del presupuesto y muchos datos, sobre el papel, que permiten establecer comparaciones y aprender sobre todo de aquella primera gestión cultural, más ahora en un tiempo crítico donde se echa en falta el ímpetu de esos primeros años de democracia.

Pequeño espacio expositivo como antesala de la presentación del libro, donde se mostró parte del material gráfico, documental y sonoro investigado por el autor. Pequeño espacio expositivo como antesala de la presentación del libro, donde se mostró parte del material gráfico, documental y sonoro investigado por el autor.

Pequeño espacio expositivo como antesala de la presentación del libro, donde se mostró parte del material gráfico, documental y sonoro investigado por el autor. / Juan Carlos Muñoz

Ortiz Nuevo tuvo sus “afluentes”, en palabras de Cid. Entre ellos, Paco del Río, Vicente Tortajada o la imprenta de San Eloy, lugar de encuentro de la intelectualidad en Sevilla. Artífices todos de políticas que dieron lugar a distinciones y homenajes, como la primera medalla de oro al profesor Domínguez Ortiz, “que todavía no tiene una calle”; exposiciones de homenaje a Picasso, a bordadores como Carrasquilla o de carteles antiguos casi podridos en almacenes. También de reivindicaciones a favor de la recuperación patrimonio, algo que permitió restaurar por primera vez la muralla de la Macarena o comprar el hotel Triana; a la puesta en marcha de la feria del títere, que se mantiene; la sala de San Hermenegildo de Pedro Álvarez-Ossorio, de futuro incierto hoy. La Orquesta Bética Filarmónica y el Miserere de Eslava o los festivales populares que se llenaron del flamenco y canción andaluza de Isabel Pantoja, Imán, Pata Negra o del humor de Paco Gandía o Josele para luego desaparecer. Con una subvención de 2,3 millones de pesetas se creó el Festival Internacional de Música y Danza de Sevilla, que sustituyó al Mayo Musical Hispalense. Y hubo hasta un Festival de Canción Andaluza y un Festival Mundial 82 que convirtió, según la crítica del momento, la Plaza de España en una barraca de feria. Y las fiestas de primavera. La Feria de Abril con sus casetas de distrito es un invento de este gobierno de la concordia, al que le costó acertar con esta fiesta. Y el impulso al Corpus y a la Semana Santa y los palcos, que supuso una transferencia de capital importante al Consejo de Cofradías. Parte del pregón de la Hiniesta que pronunció Ortiz Nuevo se pudo oír ayer en la exposición acompañó al libro, sufragado por el autor.

Un valioso legado redescubierto y que el autor confía en que sea rescatado por las instituciones. Y que, como dijo en el acto el profesor Alfons Martinell, que presentó el libro junto a Ana Cortecero, servirán a las nuevas generaciones de gestores culturales a reflexionar. Y eso ya es por sí un gran mérito.

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