Un refuerzo para Perich y Mingote

calle rioja

En la muerte de un humorista gráfico. Emilio Rioja era un dibujante que gozó del afecto y la admiración de sus maestros Mingote, Forges y Chumy-Chúmez.

Francisco Correal

19 de octubre 2015 - 01:00

ESCRIBO Emilio Rioja en Google y sale la biografía de un importante y joven tiburón de las finanzas y las nuevas tecnologías. Añado la palabra dibujante y aparece el gran Emilio Rioja fotografiado con Carlos Méndez, de quien tengo en casa la caricatura que realizó de Pepe Guzmán. Rioja se ha ido en busca de los naranjos en flor que Guzmán le dedicó a su Esperanza cuando la perdió, convencido de que era lo último que se perdía.

Recuerdo el respeto, el aprecio y la admiración que le profesaban al discípulo sus maestros Mingote, Forges, Chumy Chúmez o Ballesta. Emilio Rioja Espino (1952-2015) era un editorialista sin palabras, un artillero de la greguería, grafitero de conceptos. Un gigante bajito, a Rioja lo conocí en mi infancia periodística. Trabajábamos los dos en El Correo de Andalucía y en su condición de socio de la cooperativa cultural Edisur me pidió una colaboración para el libro Hacia una Andalucía Libre, editado en 1980, el año del 28-F, con prólogo de Plácido Fernández Viagas y epílogo de Rafael Escuredo.

A la pregunta que se hacía Pilar del Río en el título de su colaboración, "¿Hay movimientos feministas en Andalucía?" respondía Emilio Rioja con un lacónico "Hoy no se ríe, mañana sí". La casualidad quiso que la periodista granadina, futura esposa y viuda de Saramago, antecediera por orden alfabético a Emilio Rioja, en cuya reseña biográfica de entonces, cuando era un jovencísimo dibujante, ya aparecían sus colaboraciones en El Papus o La Codorniz. También en las revistas Torneo, Tierras del Sur o El Socialista, por lo que Carlos Méndez considera sus viñetas un símbolo de la transición.

Tenía una muy buena mala leche, una retranca noventayochista más de Valle que de Unamuno, de cuando perdimos las colonias y el desodorante. En esa reseña aparecen otros datos: sus estudios de Arte Dramático, su paso por el grupo Tabanque y su condición de casado, una aventura pasajera ya que enviudó demasiado pronto de una chica encantadora, la madre de sus dos hijos, Emilio y Pablo, que además era la choferesa que la llevaba a la carretera Amarilla para dejar sus dibujos en El Correo. Después hizo lo propio en el Polígono Calonge cuando se incorporó a Diario 16 Andalucía. En esa época nos ilustró las invitaciones de boda a unos cuantos. Hablo de los tiempos de la caída del muro de Berlín, el caso Juan Guerra y la primera guerra del Golfo, cuando todavía las cosas estaban relativamente en su sitio.

Su colaboración en el libro mencionado, en el que figuran firmas como Carlos Castilla del Pino, Manuel Clavero, Antonio Gala, José María Vaz de Soto, Antonio Burgos y un largo etcétera, empieza Rioja con un categórico "¡Pero qué graciosos son los andaluces!". Le pedí su opinión cuando el cómico Coluche se presentó a las elecciones francesas. Se muestra como un ensayista demoledor, casi existencialista: "Casi se acabó la dictadura y seguimos con los mismos hábitos, con las mismas risas, con las mismas lecturas entre líneas, con la misma mala baba. Parece de verdad que somos unos cuentachistes, y esto ya cansa, esto ya pesa y ya hace tiempo que no nos reímos a gusto".

En el final de su colaboración hay una ventana para la esperanza crítica. "A ver si puede ser que consigamos unas cuantas cosillas. La Autonomía y algo más. Con una alegre seriedad. Y nos vemos un día, y nos hartamos de reír". Ya no nos veremos un día. Rioja viajó a Lepe el día que los humoristas gráficos, en la patria adoptiva de Manolo Summers, disputaron un partido contra políticos y periodistas. Creo recordar que Gaspar Zarrías falló un penalti. Y no es un chiste. Rioja estuvo en el vestuario del campo de fútbol, con Ballesta, Gallego y Rey y otras figuras del humor gráfico. Mingote parecía el presidente del equipo. Le habrá hecho los honores. Igual que el Perich, a quien tanto admiraba.

Adiós, Rioja, esta calle es tuya. El chistoso más serio que hemos conocido, más cernudiano que quinteriano, cronista de un destierro interior. Ojú qué frío, los andaluces, escribió José Hierro. Rioja era de esos, porque hay calores de esta tierra que derivan en témpanos de hielo. Guerra en Azerbaiyán… Este tío está en todos sitios… También trabajó en la banca, pero prefería el pupitre.

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