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La retratista de la Casa de los Pinelo

  • Perfil. Reyes de la Lastra asistió a los tres retratos de vivencias y recuerdos que sus amigos hicieron del doctor Ismael Yebra en la Academia de Buenas Letras

De izquierda a derecha, Enrique Valdivieso, Pablo Gutiérrez-Alviz, hijo de Rafael Valencia, Reyes de la Lastra, Alfonso Guerra y Pablo E. Pérez-Mallaína.

De izquierda a derecha, Enrique Valdivieso, Pablo Gutiérrez-Alviz, hijo de Rafael Valencia, Reyes de la Lastra, Alfonso Guerra y Pablo E. Pérez-Mallaína. / Juan carlos vázquez

Con el de Ismael Yebra (1955-2021), serán cuatro los directores de la Academia de Buenas Letras retratados por Reyes de la Lastra. Ya están colocados en la Casa de los Pinelo los que hizo del medievalista Manuel González Jiménez, el catedrático de Literatura Rogelio Reyes y el arabista Rafael Valencia, predecesor del dermatólogo y como él fallecido demasiado pronto. Del último periodo de la Academia que dirige el notario Pablo Gutiérrez-Alviz sólo la americanista Enriqueta Vila no pasó por el caballete y la perspectiva de la pintora sevillana.

Cuatro académicos unidos por nacencia o vocación a otros tantos topónimos, tres de la provincia de Sevilla, un cuarto extremeño. González Jiménez, biógrafo de Fernando III y de su hijo Alfonso XIII, el Santo y el Sabio, es natural de Carmona. Rogelio Reyes, responsable de tantas vocaciones literarias y periodísticas (uno de ellos, su alumno y flamante académico Ignacio Camacho) nació en Lora del Río. El arabista Rafael Valencia vino al mundo en Berlanga, provincia de Badajoz, desde donde llegó a Bagdad. El único capitalino es Ismael Yebra, nacido en la calle Boteros. Pero su familia estaba muy relacionada con Umbrete, allí montó una biblioteca, su torre de Montaigne, en la antigua bodega de su abuelo, y en ese pueblo del Aljarafe, patria del mosto y refugio de un cardenal trabucaire, conoció a Victoria, la reina de sus días, la madre de sus hijos Dani y Victoria.

El atlas geográfico del doctor Yebra va desde la A de la Alfalfa hasta la Z de Zamora, la Sanabria donde nacieron sus padres. Reyes de la Lastra escuchó atentamente los tres retratos con palabras, recuerdos y vivencias de tres buenos amigos de Yebra Sotillo. Fue el último día de noviembre, festividad de San Andrés. "Por san Andrés, lluvia o nieve o frío en los pies", dicho popular que Josep Pla, uno de los autores de cabecera del dermatólogo, incluía en su 'Cuaderno Gris'. Yebra convirtió el Aljarafe sevillano y la Sanabria zamorana en réplicas del Ampurdán del escritor de Palafrugell.

El primer retrato lo hizo Juan Lamillar. Fue un trueque cultural fantástico. No se le olvida la fecha de su primer encuentro. 15 de marzo de 2002. Fue en la consulta del médico en la calle Cabeza del Rey don Pedro, la que une la calle Boteros donde nació y Candilejo donde vivía. Horas más tarde, ese mismo día, Yebra asistía como público a un homenaje a Luis Cernuda en el año del centenario de su nacimiento en el que Lamillar participaba con, entre otros, Jacobo Cortines, Carlos Colón y Antonio Rodríguez Almodóvar. El poeta de la calle Acetres los unió. 2002. Ese año Joaquín jugaba el Mundial con 20 años. El último que ganaba Brasil. Lamillar fue uno de los autores que participaron en el libro-homenaje a Luis Cernuda en 2013, en el cincuentenario de su muerte en México.

La pintora ya pintó a González Jiménez, Rogelio Reyes y Rafael Valencia

Ese año 2013 es cuando muere Ismael Sotillo, dermatólogo, tío de Yebra, hermano de su madre, académico de Medicina cuyo sillón ocuparía su sobrino el 15 de marzo de 2015, aniversario del día que conoció al poeta Juan Lamillar. Doble académico en la calle Abades, en Medicina y en Buenas Letras. Su tío murió sin hijos y el doctor Yebra vivió mucho tiempo sin padres. Su tío y su hermano Pepe fueron los tutores de su formación, las alas para que el niño de la Alfalfa estudiara Medicina, carrera que cursó entre 1972 y 1978. Las cifras las facilitó Francisco Gallardo en el segundo retrato. Antaño baloncestista, médico y novelista, se remite a Chejov para hablar de esa disyuntiva, cuando el escritor ruso decía que la Medicina era su esposa y la Literatura su amante. En esos territorios, Yebra era más de Madame Curie que de Madame Bovary. Nunca le fue infiel a la medicina por la literatura. Su tesis de licenciatura y su tesis doctoral versaron sobre la peste, la patología pandémica a la que dedicó buena parte de su trayectoria profesional el padre de Marcel Proust.Se resistió a publicar. Pudor que superó cuando participó en el Curso de Temas Sevillanos que dirigía Antonio Bustos. Y empezaron a salir sus libros, de cuya suma, por centrarnos en la disciplina de Reyes de la Lastra, sale un perfecto autorretrato: el hijo pródigo de la Alfalfa, donde siguió el modelo del Viaje a la Alcarria de Cela; el vecino de la Alfalfa; el ermitaño social de Umbrete; el alumno de los Escolapios; el lector de Cernuda…

He recorrido océanos de tiempo para encontrarte. Esta frase del Drácula de Coppola es el decorado del tercer retrato, el del americanista y académico de Buenas Letras Pablo Emilio Pérez-Mallaína. Especialista en los trasiegos oceánicos de los aventureros que cambiaron la faz de la tierra y sus dimensiones, evocó viajes con su amigo Ismael Yebra. Uno de ellos corto en distancia, interminable en paradas, desde su casa de la calle Candilejo a Casa Manolo, frente al Gran Tino donde Garmendia tenía su estafeta postal de los periódicos. Otro más internacional desde lo que consideraba el corazón de la ciudad hasta El Rinconcillo, donde médico e historiador siempre pedían una clarita (tortilla) y dos coroneles, vasos de Gargantúa con vino de Valdepeñas. Viajes a Sanabria, con estancias y pernoctas monacales como San Pedro de Cardeña, con las huellas del Cid. Partidos de ida y vuelta donde Ismael jugaba de local en Umbrete y de visitante en Chiclana. Poco amigo de la playa, adoraba los faros. Hicieron juntos un viaje a Marrackech buscando la tumba de Al-Mutamid, el rey poeta de Sevilla. Exiliado como todos los grandes poetas de la ciudad: Bécquer, Machado, Cernuda, Montesinos. En Umbrete era feliz, su Pueblo Cercano parafraseando a Romero Murube. Visitas a bares legendarios: el Tigre, el Belloto.

Tres retratos y una retratista en la casa de los Pinelo.

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