Sevillanas atenienses del Prado a Los Remedios

Sevillanas atenienses del Prado a Los Remedios
Sevillanas atenienses del Prado a Los Remedios

De pronto se habían quitado cincuenta años de encima. Tan ligeros se encontraban que hasta fueron capaces de ejecutar las sevillanas atenienses, las mismas que hace más de medio siglo dos compañeros compusieron cuando estudiaban Arte Griego en tercero de carrera, utilizando la música y los compases de las sevillanas de los Hermanos Reyes. Esta vuelta al pasado era en realidad un regreso al futuro, como las películas de Zemeckis, del medio centenar de condiscípulos que hace justo medio siglo terminaron sus estudios de Filosofía y Letras, rama de Historia, en la Antigua Fábrica de Tabacos.

Un objetivo les reunía en estas bodas de oro de su licenciatura. Lo explica una de ellas, María Teresa Otero. “La carrera la terminamos unos meses antes de la muerte de Franco. La mayoría del curso era progre y creían que lo de la orla era una costumbre pequeñoburguesa”. Pasaron los años, pasaron las décadas, pasó medio siglo y se encontraron sin orla. “Era una herida que seguía abierta y teníamos que cerrar”, dice Chelo Pradilla.

El curso 70-75 vivió en su paso del ecuador el traslado de la Feria del Prado a Los Remedios siendo alcalde Juan Fernández Rodríguez del Busto, que era el médico personal de Carrero Blanco, cuyo asesinato el 20 de diciembre de 1973, el año del cambio de recinto ferial, les cogió en cuarto de carrera. En ese periodo extraño sin clases, porque un ministro de Educación llamado Julio Rodríguez Martínez creó un nuevo calendario, el llamado calendario juliano, que hacía coincidir el año académico con el año natural. Un experimento que sólo duró un curso, lo que duró el ministro. Las sevillanas atenienses pasaron del Prado a Los Remedios.

La repudiada orla se convirtió con el paso del tiempo en una especie de vellocino de oro. Para ello se han dedicado los últimos meses a buscar y rebuscar compañeros de promoción, fotos y direcciones. Unos diez han fallecido. Un ochenta por ciento llegó a la cita en el Abades Triana. Algunos vinieron de Galicia, León o Murcia. Se contaron sus vidas, sus nietos, sus vicisitudes.

La orla es de las de toda la vida, con la firma de Luis Crux en su estudio de fotografía de la calle Laraña. Arriba, la docena de profesores: Juan Benito Arranz, Antonio Blanco Freijeiro, José Luis Comellas, Manuel González Jiménez, Miguel Ángel Ladero, Pilar León-Castro, Isidoro Moreno Navarro, Luis Navarro García, Francisco José Presedo Velo, José Manuel Rodríguez Gordillo, José Manuel Rubio Recio y Julio Valdeón Duque. Faltan nombres fundamentales que marcaron al alumnado como Alfonso Lazo, León Carlos Álvarez Santaló o Luis Núñez Contreras.

La promoción terminó en la primavera de 1975. El año del centenario de la ópera Carmen de Bizet. Cimentaron su formación, el sustrato de sus posteriores oficios, entrando a diario donde antes lo habían hecho las cigarreras que retrató Gonzalo Bilbao y en las que se inspiró Próspero Merimée.

Vivieron un estado de excepción y las cargas de los grises cuando en abril de 1975 celebraron el primer aniversario de la revolución de los claveles en Portugal. Tiempos de asambleas y manifestaciones. “En clase había una célula de la Junta Democrática”, dice Pradilla, “ellos fueron los que más presionaron para que no nos hiciéramos la orla. Del socialismo no se hablaba en ese momento, aunque un año después del fin de carrera apareció Felipe González dando un mitin desde el balcón que daba a uno de los patios de Derecho”.

Eran tiempos convulsos, aunque como diría Casanova, ellos estaban en la flor de la vida. En 1972 se produjo el atentado de Septiembre Negro contra la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich; en 1973, el golpe sangriento de Pinochet contra el Gobierno chileno presidido por Salvador Allende y el atentado contra Carrero; en 1974, la revolución de los claveles y el caso Watergate que acabó con la presidencia de Richard Nixon.

Darío Pato Salgado y Facundo Rodríguez Bouza son gallegos de Orense. Llegaron a Sevilla después de pasar por el Seminario y por la Universidad de Salamanca. Les agradó la nómina de ilustres gallegos en el claustro (y en la orla): Antonio Blanco Freijeiro, pontevedrés de Marín; Francisco Presedo Velo, coruñés; y José Luis Comellas, ferrolano. Los dos primeros historiadores y arqueólogos; el tercero, además de en Historia una eminencia en astronomía. “Un dos por ciento de los que llegaban a la Universidad éramos hijos de trabajadores gracias a una beca-salario. Yo perdí a mi padre con cuatro años, trabajaba en el ferrocarril Zamora-Orense”, dice Darío, de Baños de Molgas.

Hay una cordobesa de Pozoblanco que escribe novelas e historias varias, “pegos”, dice al modo de los Pedroches. Un licenciado como José Antonio Parra, que llegó a ser teniente de alcalde de Coria del Río y presidente del equipo de baloncesto del Caja San Fernando. María Teresa Otero ejerció como profesional del Protocolo, cargo que en la Expo la llevó a encargarse de los días de cada país. Chelo Pradilla estuvo de misión en Holanda, pero su destino principal fue el de profesora en el IES Bécquer del Tardón.

Ya tienen la orla, ese escollo pequeñoburgués de su pasado antifranquista. La Feria sigue en Los Remedios y las sevillanas atenienses se cantan en casetas de Pascual Márquez o Juan Belmonte donde coincidan estos condiscípulos. La Transición les marcó y les dejó una curiosa raya: los que terminaron a su debido tiempo, conservan el expediente con la rúbrica de Franco; los que se retrasaron o repitieron, llevan la del rey Juan Carlos I. Cuando llegan, termina el mandato de rector de Calderón Quijano. La promoción coincide con el lustro de Clavero Arévalo como rector (1971-75), al que relevó Suárez Perdiguero.

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