Mucho silencio y pocas nueces

El silencio tiene asiento en Sevilla y hasta una plaza con su nombre En el inventario de 'ruidos', cascos de caballos, maletas con ruedas, una soprano en Feria, un saxo en Regina

Mucho silencio y pocas nueces
Mucho silencio y pocas nueces
Francisco Correal

28 de julio 2013 - 05:03

Frente a la normativa del ruido, la norma del silencio. ¿Se puede hacer un inventario de los silencios de Sevilla? No de la que calla y otorga ni de los silencios de postal. ¿Viene alguien en busca de silencio? ¿Hay un itinerario? Con el ruido de la crisis, llegó la crisis de algunos ruidos. Ahora se oye más el turismo que la construcción; se ven más aviones que hormigoneras.

Calles donde habita el silencio, plazas donde tiene su asiento e incluso su nombre, por la hermandad de la que fue hermano mayor Mateo Alemán. Esquinas silenciosas, como la que une Santa Ana con San Vicente por la que pasa en bicicleta Antonio Ortiz. Elogio de la lentitud, la aerodinámica del silencio, de un diseñador de la alta velocidad.

Un taxi-discoteca pasa por la Alameda. En la plaza de la Mata sólo se oye la voz de Madame Deborah en su fragua de Vulcano. Las meretrices hacen guardia con un silencio casi monacal. Del interior de una casa, Feria esquina con Conde de Torrejón, se oye un piano y la voz de una soprano. Donde se ensancha Regina, los sonidos de un saxo.

Dos policías motorizados le ceden el paso a dos hermanas de la Cruz en Placentines, a la sombra del Bacalao. Otro ruido para el inventario: los cascos de los caballos por Alemanes. Y el pregón del lotero. "Cobarde, que te va a tocar". El 13 para la lotería de Navidad. Un número muy papal junto al Wojtyla de Miñarro. Una familia holandesa está sentada en una mesa, extasiados todos ante la Giralda.

El turismo abre paso al interiorismo espiritual en la plaza de Santa Marta. Un adarve en la jerga de los arquitectos. El silencio superlativo. Donde Ángela Guerrero le dio forma a su empresa espiritual y donde murió José Torres Padilla, fundador de la compañía de las hermanas de la Cruz. En 1924 se colocó la placa que recuerda que en esta calle (Argote de Molina) ambientó Armando Palacio Valdés La hermana San Sulpicio. Dos años después, 1926, abre el taller de mantones Foronda. Sevilla-Manila sin marearse en el barco. Cándida Vargas lleva un cuarto de siglo trabajando en la casa. "Muchos turistas que van al Museo de Baile Flamenco pasan antes por aquí a hacer fotos". Mantones en el patio. Cuerpo de baile sin cuerpos. En el Museo, libro de visitas con firmas de gente venida de Bremen o Burdeos.

Silencio casi de precepto en el interior de San Felipe Neri. Campanas de la una de la tarde. Último sábado de julio. La media del silencio es una persona por calle. La de Boteros le toca a Juan López, atuendo hawaiano. Hace 34 años estuvo a punto de convertirse en hijo del alcalde de Sevilla. El tripartito lo impidió.

El silencio de la plaza de San Leandro sólo lo rompe un monólogo en Casa Manué. El pato sigue sin cabeza igual que Santa Catalina, al final de Azafrán, sigue sin cultos. Sevilla guillotinada. Música de Mozart en la calle Imperial. Don Giovanni. Cuenta la leyenda que la casa de los Tenorio fue confiscada y cedida a las monjas del convento de San Leandro. Tres turistas norteamericanas arrastran sus maletas con ruedas por la calle Espíritu Santo. Frente al estudio que fue de Enrique el Cojo, la voz de un locutor anuncia el nuevo disco de India Martínez: Los gatos no ladran. Murmullos en Casa Vizcaíno. Mojama y vermú. Diego Carrasco, sevillano silencioso, aparca su bicicleta junto al antiguo cabaret Viñablanca, hoy un chino. Al otro lado, el ruido. Mucho silencio y pocas nueces.

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