"Tengo un sueño muy recurrente: que mi padre vuelve, que no ha muerto"

Pablo Muñoz-Cariñanos de la Sotilla, otorrinonaringólogo

Diez años después de su asesinato, vinieron dos nietos más y en el camino murió la mujer del doctor Muñoz Cariñanos, la azafata que no pudo con tanto dolor · Su hijo cambió sus planes y lleva la clínica.

Pablo Muñoz-Cariñanos, en el mismo despacho en el que el 16 de octubre de 2000 asesinaron a su padre.
Pablo Muñoz-Cariñanos, en el mismo despacho en el que el 16 de octubre de 2000 asesinaron a su padre.
Francisco Correal

16 de octubre 2010 - 05:03

Trabaja en el despacho donde hace diez años asesinaron a su padre. Pablo Muñoz-Cariñanos (Sevilla, 1973) administra el tiempo transcurrido. No sabe "ni me importa" en qué cárcel cumplen condena Jon Igor Solana y Harriet Iragui, asesinos del doctor.

-¿Cómo se enteró?

-Estaba de guardia en el hospital 12 de Octubre. Llevaba cuatro meses, pero pedí el traslado.

-¿Quién le dio la noticia?

-Me llamó mi hermana Macarena. Primero me dijo que estaba grave. Por el tono, le pedí que me dijera la verdad.

-¿Cómo llega su padre aquí?

-Vino por seis meses, pero se enamoró de la ciudad y no se quiso mover de ella hasta que lo mataron. Había nacido en Navarra. Esos tíos no sabían que se habían cargado a un navarro.

-¿Se han repuesto del golpe?

-Los asesinos no lograron su objetivo. La clínica que mi padre hizo con sus manos sigue en pie. Hemos tenido que aumentar la plantilla de médicos. Lo demás no se cura. Mi madre murió de cáncer el 2 de julio de 2004. El día del cumpleaños de mi padre. Estoy convencido de que fue por todo lo que pasó. Nos vio sufrir muchísimo y no pudo soportarlo.

-¿Cómo se conocieron?

-Mi padre hacía el reconocimiento médico de las azafatas. Mi madre era azafata de vuelo.

-¿Cuándo lo vio por última vez?

-En julio. Hizo una fiesta en su casa de Gines para celebrar que yo había conseguido trabajo en el 12 de Octubre. Ese día inauguró una bodeguita. A la fiesta vinieron sus amigos Rocío Jurado, Raphael y María Jiménez. No lo volví a ver. En un hospital público a los jóvenes los fundían a guardias.

-¿Cambió la muerte de su padres sus planes profesionales?

-Yo hice mis primeras prácticas en el Hospital del Aire donde había estado él. Mi plan era formarme en todas las especialidades para luego trabajar de otorrino. Las circunstancias me obligaron a adelantar mi plan.

-¿En qué le echa más en falta?

-Cada vez que tenía un examen, la noche anterior siempre le llamaba. Mi sueño más recurrente es que mi padre volvía. ¡Lo sueño tantas veces! Papá, ¿entonces no estás muerto?

-Fue el segundo zarpazo de ETA en Sevilla después del asesinato de Alberto y Ascensión en 1998.

-Estaba muy afectado por el asesinato de Luis Portero. Lo mataron el lunes anterior. Soy muy amigo de los hijos de Portero. Mi padre estaba amenazado. El cristal de su despacho es antibalas, pero no lo sabíamos. Se conserva todavía un agujero de la bala. Lo que no se imaginaba era que vinieran a su consulta. La calle tiene muy malas salidas. De hecho los cogieron enseguida.

-Lo matan en plena consulta...

-He hablado con la pareja a la que atendía en ese momento. Uno de ellos se operó después. Me contaron que mi padre, gracias a Dios, no llegó a ver al que le disparó. Estaba escribiendo una receta y se estaba riendo. Al llegar de Madrid, quise entrar en el Depósito de cadáveres para verle la cara. No la tenía de haber sufrido.

-¿Era más médico o militar?

-Él lo que quería era curar. Se hizo otorrinolaringólogo porque su padre, al que no llegó a conocer, falleció de un cáncer de garganta. Era un experto en este tipo de cáncer. Hacía 70 operaciones al año. Salvó muchas vidas.

-¿Qué cambió en el despacho?

-Su retrato, que sólo veía él, el cuadro sí vio al asesino, lo cambié de sitio para que la gente lo vea.

-¿Conoció a sus nietos?

-Sólo a la mayor, Macarena. Mi hermana estaba embarazada de siete meses cuando lo mataron. Por eso le puso Antonio al niño. Y después vino Arturo.

-¿Es su discípulo?

-Fue mi maestro. A mí me gusta más el deporte. Él bailaba muy bien las sevillanas. De fútbol no entendía. Un día vinieron a la consulta Alfonso y Finidi y le sorprendió tanta expectación por dos futbolistas del Betis, cuando él había atendido a Mónica Naranjo y a Mar Flores cuando era Mar Flores. Mi padre madrileño fue quien me hizo sevillano.

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