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Plaza de España · Burgos

Un viaje de Goya a Velázquez

  • José Luis Madrazo. Apellido de saga de pintores, nace en la patria del vino. Fue a Francia para no hacer la mili. Hizo la mili para estudiar Bellas Artes. Con Hacienda, viene de Barcelona a Sevilla.

EN las enciclopedias a las que es tan aficionado se habla de la saga de los Madrazo, una familia de siete pintores que dominaron el retrato, mandaron en el museo del Prado y tienen calle, Los Madrazo, en Madrid y Barcelona. José Luis Madrazo (Aranda de Duero, 1952) sería en todo caso un verso libre, una oveja negra. Para empezar, no es partidario del retrato. "Desde que existe la fotografía, el pintor debe ser libre de pintar lo que le dé la gana sin tener que copiar". La vida le llevó a seguir los derroteros geográficos de Goya, Picasso, Dalí y desde hace tres décadas Velázquez.

Hijo de ferroviario, vivió muy poco tiempo en Aranda de Duero, donde le gusta volver a visitar algunas de las bodegas que forman unas galerías subterráneas de siete kilómetros. Los trenes del padre lo hicieron aragonés. Vida de vaivenes, se fue a Francia, a una exposición de artistas aragoneses en Toulouse, para no hacer la mili. Hizo la bohemia, conoció a Paco Ibáñez y vivió los rescoldos del mayo francés. "Si no volvía en ocho días, me tendría que quedar allí ocho años".

Con ese aliento de trasterrado, hizo la mili voluntaria en el cuartel de Pedralbes "porque enfrente estaba la Escuela de Bellas Artes". Tuvo que pagar la factura de un campamento en unos barracones de madera en Figueras. Simultaneó los estudios con diferentes trabajos, el más pintoresco en una empresa que dirigía un boxeador dedicada a hacer tiendas de campaña y sacos de dormir. La muerte de Franco le cogió entre pinceles. "Hasta entonces, todos los profesores eran amables, atentos, educados. A partir de esa fecha, se adueñaron del claustro unos trotskystas-leninistas que hablaban en catalán y se quitaban el cuello de la camisa porque lo consideraban cosa burguesa. A los estudiantes aragoneses nos recomendaron que nos fuéramos a Madrid o a Bilbao".

Hizo las oposiciones y entró en Hacienda. Primero en la Aduana de Barcelona, muy cerca del monumento de Colón. Allí también vivió el cambio. "Había funcionarios de toda España, la mayoría castellano-parlantes. Empezaron a entrar cientos de enchufados de Convergencia que no eran funcionarios, sino contratados. Estaba empezando el asalto".

En 1981 se casó con la hija de unos emigrantes de Jaén. "Una boda por el régimen catalán, con separación de bienes". En tercero dejó Bellas Artes. "Con el trabajo no me podía pasar diez horas diarias jugando a los pinceles. Dalí, Picasso y Barceló tampoco la terminaron". En 1986, después de que el Barcelona perdiera en Sevilla contra el Steaua de Bucarest, Madrazo se vino a recoger los simbólicos restos del naufragio. "Nos abrimos casi todos, fue una estampida". En 1983 nació en Barcelona Marta, su hija, "sus primeras fotos son en la portada de la Feria de abril". Lo destinan a la Junta de Obras del Puerto. De la ciudad que preparaba los Juegos Olímpicos a la que le recibía con las carnes abiertas ante las albricias de la Exposición Universal. "Sevilla la conocía de mi luna de miel. Me adapté enseguida. Es una ciudad fácil, cómoda, muy agradable para vivir, con la excepción de esos veranos interminables".

Nunca dejó de pintar. En Barcelona llegó a exponer en la galería Joan de Serrallonga. "Antes había expuesto Dalí y después lo hizo Ocaña. De esa época me compró un cuadro Gustavo Gili, el editor de la obra de Dalí y Tapiès". En Fuendetodos, la patria de Goya, asistió a un taller de grabados impartido por Antonio Saura, el pintor y hermano del cineasta aragonés.

El hijo del ferroviario llegó a una ciudad con dos estaciones de tren, San Bernardo y Plaza de Armas, que empezaba a construir la de Santa Justa. Dice que el cambio de residencia, que no de empresa, porque Hacienda somos todos, no afectó a su manera de pintar. "En la calle no hay tanta diferencia entre Barcelona y Sevilla. Un señor normal y corriente es muy parecido en una ciudad y en otra".

Tuvo su etapa surrealista y sus coletazos impresionistas. Llega a la plaza de España con un catálogo portátil de algunas de sus producciones, incluidos sendos homenajes al Greco y a Picasso. No era mal regalo llegar a la ciudad natal del llamado pintor de la luz. "Yo creo que hay sevillanos que no saben que Velázquez nació en Sevilla. Es el pintor más importante en la historia de la pintura. No me extraña que en Viena hablen de la exposición del siglo. Todos han bebido de Velázquez, empezando por los impresionistas, Cezanne, Renoir".

Este Madrazo heterodoxo, aquí retratado y no retratista, se jubiló hace dos años. Coincidió en Hacienda con Ignacio Montaño, pregonero de la Semana Santa y comisario del pabellón de Sevilla en la Expo. "Vi casi todos los pabellones, menos aquellos en los que había que hacer cola. No soy de aglomeraciones. Por eso me gusta entrar en las iglesias, sin ser practicante, cuando no hay coronación ni besamanos ni besapiés". Ni siquiera en el Cristo de Burgos, referencia de esta aventura geográfica en la que se bajó de un tren en marcha.

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