Primera vuelta al mundo

Magallanes y Elcano no dieron en el clavo

  • La cuarta parte de la tripulación de Magallanes y Elcano murió de escorbuto

  • La nao 'Victoria' llevaba una carga suficiente de especias para haber dado vitamina C a los marineros

Comerciantes europeos trafican con especias en una ilustración del ‘Libro de las maravillas del mundo’ que relata los viajes de Marco Polo (siglo XV)

Comerciantes europeos trafican con especias en una ilustración del ‘Libro de las maravillas del mundo’ que relata los viajes de Marco Polo (siglo XV) / M. G.

Una cuarta parte de la tripulación que acompañó a Magallanes y Elcano en la primera vuelta al mundo murió de escorbuto. La enfermedad, conocida también como la peste del mar, provocaba a los viajeros que las largas travesías mantenían malnutridos unas terribles inflamaciones en las encías que impedían la ingesta de alimento. Los marineros morían de inanición. Resulta paradójico que en un viaje trazado de incertezas, violencia, motines y penurias, apareciera como contratiempo más grave la escasez de comida fresca. No repararon los tripulantes que, ingiriendo diariamente una pequeña dosis de clavo que almacenaba en su bodega la nao Victoria, motivo del viaje, habrían recibido la cantidad suficiente de vitamina C para evitar la enfermedad y la muerte.
Y no dieron en el clavo porque era imposible que lo hubieran hecho en aquel instante. Ni los comandantes ni los marineros ni siquiera el personal sanitario a bordo podían haber acaso imaginado que la falta de vitamina C era la causante del escorbuto. Tampoco que la preciada especia por la que habían partido de Sevilla, de la que acumulaban unos 60.000 kilos en la bodega de la nave procedentes de las Molucas, era más rica en la vitamina C que las naranjas y que los limones. La medicina y la farmacología de la primera mitad del siglo XVI eran tan poco científicas como la alquimia medieval.
La expedición a las islas de la Especiaría, las Molucas, salió sin médico ni boticario. La peligrosidad de la empresa reconduciría probablemente los pensamientos de quien adquirió los utensilios de la cirugía, que decidió finalmente no embarcar. El mensaje no era el más alentador para los alrededor de 250 hombres que iban a bogar por mares desconocidos durante dos largos años, según el cálculo inicial. La asistencia sanitaria corrió pues a cargo de un cirujano de Sevilla y dos barberos, naturales de Galdácano y Mérida, en cuya dotación también faltó el farmacéutico, aunque sí hubo uno, establecido en Sevilla, que estuvo a cargo de preparar por encargo un variado inventario de aceites, ungüentos y otros preparados pensados para hacer más llevadera la gesta por venir.
Es lo que explica Antonio Ramos Carrillo, profesor de la facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla, que junto a Cecilio J. Venegas Fito es autor de La botica de la expedición de Magallanes y Elcano (Taberna Libraria), un estudio detallado del cajón de medicamentos que completaron la primera circunnavegación como los demás de a bordo. El coste de la valija medicamentosa fue de 12.348 maravedíes, algo menor que los 16.513 maravedíes que costaron los ornamentos religiosos con los que rogarle a Dios.

El secreto del membrillo

Los investigadores manejan la cifra de 65 los marineros que cayeron por escorbuto a lo largo de la travesía. Fue tocar el Pacífico y comenzar a escasear con crueldad las reservas de vitamina entre la tripulación. Lo que no sabían los marineros rasos es que Magallanes tenía un secreto, la carne de membrillo. "Algunos historiadores dan crédito a las confituras de membrillo que se había llevado para protegerse del escorbuto a sí mismo y a algunos de sus oficiales", explica la historiadora Carla Rahn Phillips en la revista Andalucía en la Historia, quien aclara sin embargo que "probablemente muchos de los hombres sobrevivieron gracias a la comida habitual de toda la vida. La vitamina C, el remedio para el escorbuto, podía quedar almacenada en el hígado durante meses si la comida habitual había sido rica en la vitamina" antes de iniciar el viaje.
Durante la historia de la navegación, entre los siglos XV y XVII –recuentan los investigadores–, la estimación es que murieron más de tres millones de personas por escorbuto, principalmente la gente de la mar. Aunque la enfermedad era desconocida entonces, era sabida su existencia y los síntomas. Cualquier capitán que se echaba a la mar durante un tiempo sabía que una parte sustancial de su tripulación enfermaría y que muchos de ellos no lo llegarían a contar.
A lo largo de estos siglos surgieron numerosas teorías sobre el origen de la peste del mar y su aparición en los navíos, llegándose a achacar al temporal, a las grasas de las cocinas de los buques, al hacinamiento o a las malas condiciones higiénicas. No fue hasta la mitad del siglo XVIII, tres siglos después de la expedición de Magallanes y Elcano, cuando James Lind descubre finalmente la cura de la enfermedad.

Más valioso que la plata

Se comprende que Elcano arribara a Sevilla defendiendo ante Carlos I la proeza de certificar la redondez del planeta, al rey le habría interesado más, en cambio, pero mucho más, haber visto con sus ojos el género esperado de las Molucas, algo que se acercara al cargamento cercano a los 800.000 ducados que dio de sí la pimienta que Vasco de Gama llevó a Lisboa en 1499. Carlos I y el resto de inversores de la expedición tuvieron que conformarse sin embargo con los apenas 923 ducados que transportó de regreso la Victoria, dinero suficiente, en cambio, para compensar el coste de la Armada de la Especiería.
La canela, la pimienta, la nuez moscada y el clavo llegaron a ser más valiosos que la plata. La pimienta fue unidad de trueque monetario. El valor de las especias era inmaterial. La cada vez más numerosa y boyante burguesía demandaba el producto como un signo de distinción. Porque no solamente se empleaban las especias para conservar o camuflar el olor de los alimentos en proceso de putrefacción, porque no solamente se trataba de la cantidad de propiedades terapéuticas o afrodisíacas que se les pudieran atribuir, sino que la mera posesión de la pimienta infundía a su detentor la misma aura que provoca hoy disponer de un Ferrari en el garaje de casa y lucirlo por el barrio donde están los colegas.
La pimienta que los venecianos vendían al por mayor generó beneficios brutos tres veces superiores al que la cocaína lo hace hoy en el Bronx neoyorquino. El margen del veneciano era del 2.700%. Podía ser más. La nuez moscada que compraban los adinerados en los mercados del Londres y el París del siglo XV pagaban una diferencia del 70.000% respecto al precio de origen. No era de extrañar por tanto que la pretensión de unos y otros fuera acceder a las especias.

Las islas de las especias

Con el mercado veneciano obturado desde la Caída de Constantinopla (1453), fue obsesión de los europeos readentrarse al circuito de las especias. El objetivo era buscar rutas alternativas que evitaran los caminos controlados por el Turco e intentar alcanzar el nivel de los mercaderes de la opulenta Venecia. Pioneros en tal empresa fueron los portugueses, que tomaron la ruta del Levante después de haber superado el Cabo de Buena Esperanza, del Atlántico al Índico.
Copada la ruta oriental por el rey de Portugal, a España sólo le quedaba la ruta occidental y respetando el Tratado de Tordesillas, el acuerdo por el que las dos coronas ibéricas se repartieron el peinado del mundo. El objetivo declarado no era otro que llegar a las islas de la Especiería (actual Indonesia) sin quebrantar el derecho ni soliviantar a los mahometanos. Así quedó firmado en el contrato que rubricaron Magallanes y Carlos I después de una entrevista en Valladolid.
Ni el clavo ni el jengibre ni la nuez moscada ni la pimienta ni el sándalo eran especies que pertenecían al acervo herbóreo del descubrimiento de América. Aunque eran conocidas en Europa, la ruta abierta por Magallanes y Elcano proporcionó un mejor acceso y su paulatina popularización causó un salto cualitativo no menos importante que la gesta histórica, cultural, militar y económica del viaje que concluyó de modo accidental con la primera vuelta al mundo.

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