Getafe - Sevilla | La crónica

Isaac sí tiene gol y eso derriba puertas para él y para el Sevilla (1-3)

Isaac celebra la clasificación con sus aficionados al final del partido.

Isaac celebra la clasificación con sus aficionados al final del partido. / Sergio Pérez | Efe

Isaac le dio la primera gran alegría al Sevilla Fútbol Club. En su segundo partido como futbolista de la primera plantilla, el delantero lebrijano le puso la firma a los dos goles que le dieron la clasificación para los suyos contra el Getafe. No se trata de descubrir la penicilina, ni muchísimo menos, pero en el fútbol es fundamental, básico, tener alguien arriba capaz de meterla dentro cada vez que tenga una oportunidad para hacerlo. Dos se le presentaron al hombre recién incorporado desde el filial y dos que celebró en el córner en el que se ubicaban los más de mil aficionados amantes de la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión. La felicidad de Isaac era más que justificada.

El futbolista nacido en Lebrija llegó muy tarde al fútbol de élite, lo ficharon con 20 años más o menos procedente del Antoniano y pasó primero por el Sevilla C para evidenciar que esa zurda era letal cuando se le presentaba una ocasión clara de gol. Eran los tiempos en los que brillaba con su compañero Vacas y, lógicamente, pasó al Sevilla Atlético al final de ese curso para seguir marcando, lo que mejor sabe hacer cuando lo colocan en su sitio, en el vértice del ataque y no en el costado izquierdo por el mero hecho de ser zurdo. Después Isaac tuvo que pasar por la cara mala del fútbol, por las lesiones, su hombro le dio muchos problemas y meses de ausencia, pero volvió como si no se hubiera ido nunca, perforando las porterías rivales.

A Isaac lo querían un montón de equipos de superior categoría, pero el Sevilla apostó por él y lo mantuvo en el filial antes de su promoción definitiva al equipo de Primera División. Otro porrón de goles y también de buen fútbol, que no es un oportunista exclusivamente, ficha definitiva en LaLiga y dos titularidades consecutivas para demostrar que es un verdadero cazagoles. En Getafe, uno de los que lo pretendieron, hizo uno de cabeza y otro con su pierna izquierda. Bastó con que le pusieran el balón en condiciones, una vez Ocampos y otra Sow, para que él alegrara tanto a sus aficionados como a sus propios compañeros.

También a quienes siempre confiaron en ese fuerte delantero de Lebrija que tiene una capacidad para definir digna de los mejores goleadores, que no se pone nervioso cuando le dejan la pelota en condiciones y que, sin ser veloz, sí es listo para buscarse los espacios idóneos para que sus compañeros puedan conectar con él.

Isaac, con sus dos goles, fue capaz de inclinar hacia el lado sevillista un partido que no pintaba nada bien cuando llegó a su intermedio a pesar del gol inicial de Sergio Ramos. Ni siquiera el hecho de adelantarse nada más comenzar el encuentro le ayudó al Sevilla a creer en sí mismo en ese primer acto. El cuadro entrenado por Quique Flores no aprovechó el impulso que debía darle el cero a uno en una pésima salida de David Soria. Al contrario, no es que diera un paso atrás, es que no retrocedió más porque hubiera jugado por detrás incluso de Alberto Flores. La primera línea de presión, formada por Ocampos e Isaac, no apretaba hasta no menos de diez metros por detrás de la línea del centro del campo y hasta ahí llegaba el cuadro local como Pepito por su casa.

Pero no sólo eso, el equipo de Bordalás entendió bien pronto que tenía enfrente a un grupo de madrecitas venidas de los fútbol de medio mundo, gente con calidad, pero sin ese punto de mala leche que es necesario también para enfrentarse a futbolistas con la barba cerrada y con mucho trabajo en los entrenamientos para protestar las faltas que reciben y también las que hacen. Es algo así como un Atlético de Madrid de Simeone en su versión de bolsillo y, claro, eso al final se va notando para mandar en el juego.

El Sevilla le comenzaba a coger asquito a sufrir un empellón, más ligero o más fuerte, da igual, en cada cruce con los rivales y eso le creaba incluso ansiedad por tratar de rebelarse, con lo que las faltas que cometía eran incluso más evidentes. Pero es que esto es así, es una ciencia que se aprende y después hay que saber emplearla. La conclusión es que el Getafe cada vez jugaba más cerca del debutante Alberto Flores.

Y cuando eso sucede siempre puede aparecer un rebote o un mal despeje, como fue el caso protagonizado por Sergio Ramos. El camero saltó sobrado en un balón que parecía sin peligro, que incluso hubiera sido despejado de cara por Nianzou y que fue a ello y no debió gritarle, o lo que sea, y la pelota se dirigió hacia un Jaime Mata que estaba completamente solo entre los dos defensas y Alberto Flores. 23 minutos y la ventaja sevillista se había esfumado para que el Getafe comenzara a oler la sangre de la debilidad del adversario.

Bordalás ordenó meterle aún más intensidad a cada fricción, a cada balón dividido y que después Greenwood, el mejor futbolista de los 22 que estaban sobre el césped, se encargara de desequilibrar la balanza a su favor. Además, el Sevilla, defensivamente, no podía estar peor trabajado. Era increíble que Nianzou se cerrara hacia el centro cuando el rival estaba atacando a Juanlu por la derecha. Lógicamente, el latifundio que se creaba era tremendo. Una distancia que podía ser aprovechada sin problemas por los delanteros locales.

Afortunadamente para la escuadra que vestía de rojo, tampoco el rival tuvo aciertos en las zonas más avanzadas y, al menos, al ecuador se llegaba con todo igualado, aunque las sensaciones eran muy favorables hacia el Getafe a pesar de los intentos por salir con la pelota jugada de los visitantes, algo que algunas veces, no todas, tenían buena pinta, aunque siempre con algún pequeño error en el último pase.

Tras el intermedio entraría Jesús Navas por Juanlu para cerrar ese costado al menos con veteranía. Y poco iba a tardar el Sevilla en dar los dos golpes definitivos. En el primero, Ocampos tuvo la fe para perseguir una pelota que era evidente que no iba a salir, Djené se durmió como si fuera un infantil, no fue al cruce y el argentino aprovechó la sapiencia de Isaac para desmarcarse, algo que tal vez deberían aprender muchos de sus compañeros que ahora son su competencia. Ocampos puso el balón en el sitio e Isaac lo introdujo en la red.

Pero no se iba a conformar el lebrijano con eso. Sow sacó un balón desde atrás con criterio, ahora sí, conectó con Ocampos y éste le devolvió el balón en inmejorables condiciones. El suizo no fue egoísta y le prolongó el esférico al delantero centro para que éste, pese a que no fuera su mejor disparo, evidenciara que a la hora de definir es extraordinario.

El Sevilla había conseguido un colchón mullido para sentenciar su pase a los cuartos de final. Tuvo que sufrir el acoso del Getafe, claro que sí, pero ya no concedió tantos metros y tantas opciones claras de gol. La incertidumbre de jugar cerca de Alberto Flores fue lo único que provocó inquietud, pero el cuadro nervionense, sí el de la fe balompédica de ese barrio sevillano, se tomó el desquite respecto a un Bordalás que, curiosamente, había alineado a los mismos del 0-3 en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Esta vez hizo los cinco cambios antes y no metió a Óscar y José Ángel en el último minuto, pero de nada le sirvieron. Isaac había sido capaz de anotar en sus dos oportunidades y quien mete su bola en el bombo de cuartos de final de la Copa del Rey es el Sevilla.

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