Sevilla FC

El Real Madrid era el rival el domingo (0-1)

  • El Sevilla se despide del sueño de pelear por la Liga al olvidarse de que debía jugar al 120 por ciento para derrotar al Athletic antes del siguiente escalón en Valdebebas

  • Un gol de Iñaki Williams en el minuto 90 puso el punto final a las ilusiones

Koundé agacha la cabeza mientras los jugadores del Athletic celebran el gol de Iñaki Williams.

Koundé agacha la cabeza mientras los jugadores del Athletic celebran el gol de Iñaki Williams. / Antonio Pizarro

Adiós al sueño de la Liga para el Sevilla. Un gol de Iñaki Williams en el epílogo del encuentro le puso el punto final a la maravillosa temporada de la escuadra de Julen Lopetegui, que cayó por culpa de no saber seguir con su filosofía del partido a partido. Pese a los esfuerzos del entrenador por piropear al siguiente rival, en este caso el Athletic Club, todos, incluso él, pensaron más en la cita del próximo domingo contra el Real Madrid y el resultado fue que ésta prácticamente carecerá de trascendencia en esa pelea épica de los nervionenses.

El Sevilla se vio superado en ese final tan cruel por la sencilla razón de que en ningún momento fue capaz de olvidarse de las tarjetas acumuladas y de otra serie de circunstancias para tener la agresividad necesaria para superar a un rival como este Athletic. Los sevillistas, sobre todo Jesús Navas, Koundé y Acuña, lógicamente, siempre acudieron a los duelos con el freno de mano echado y eso fue un obstáculo complicado de saltar.

Las distancias entre unos y otros, evidentemente, se achicaron y cada vez fue más complicado hallar ese gol que hubiera servido para seguir en la pelea por el título hasta el último momento. No ir a los balones divididos de verdad limita muchísimo las posibilidades de sorprender al conjunto que está enfrente y eso hizo que apenas se generase situaciones de superioridad para los sevillistas.

Los dos laterales tenían miedo de soltar amarras ante la posibilidad de ver una tarjeta cuando volvían y eso fue decisivo

Además, los dos laterales tenían miedo de soltar amarras hacia delante por el temor de verse sorprendidos en cualquier contra y estar obligados a cometer una falta que los pudiera dejar fuera del choque frente al Real Madrid. Demasiadas cosas en la cabeza para que todo fuera normal en el rendimiento de este gran Sevilla. Y el castigo final fue fruto de todo ello, pero que nadie le niegue un aplauso a este equipazo que ha estado en esa pelea al menos hasta cuatro fechas antes de concluir el campeonato liguero.

No fue, pues, el Sevilla el mismo de los últimos encuentros a pesar de la nueva presencia del Papu Gómez en la zona de la mediapunta para intentar generarle problemas desde ahí al Athletic Club. Los sevillistas notaban, además, el aumento de la presión y desarrollaban un fútbol mucho más previsible, demasiado tendente a asegurar y a agarrarse a la paciencia para no concederle nada a los rojiblancos.

La consecuencia eran fases demasiado largas sin que pasara absolutamente nada digno de mención, periodos en los que los sevillistas se desconectaban del ataque y se limitaban a dejar pasar el tiempo. Particularmente llamativa en ese sentido iba a ser la escasa aportación de un Jesús Navas, cohibido por la amenaza de la quinta tarjeta amarilla, que no iba a tener nada que ver con esa turbina que le provoca un continuo dolor de cabeza a los adversarios.

Las fases de desconexión ofensiva eran demasiado largas y sólo en un cuarto de hora llegaron las tres oportunidades de En-Nesyri

Esas fases de parsimonia sólo producían algunas opciones de mediano peligro. Por ejemplo, en el arranque Ocampos remataba en un escorzo complicado de realizar un centro de Suso que se le iba arriba, entre otras cosas porque el argentino demasiado hizo con llegar para golpear el balón hacia la portería de Unai Simón. Después vendría una volea cruzada de Rakitic en un pase de Jesús Navas que se iba a ir desviada por muy poquito.

Eran llegadas ciertamente peligrosas, pero sin estar provocadas por un fútbol constante de ataque, algo que sí sucedería en el periodo comprendido entre el minuto 23 y el 40. Ahí sí se soltó un poco el Sevilla para obligar a Unai Simón a que evidenciara su condición de internacional. Un cabezazo picado de En-Nesyri (23’) y un disparo del marroquí prácticamente a quemarropa (39’) eran las más diáfanas llegadas de los sevillistas, que también pudieron marcar en otra en la que su goleador fue de generoso para querer darle el tanto a Suso en una doble pared cuando en realidad tenía un remate franco tras haberse ido al suelo Yeray Álvarez.

Fue la fase más caliente dentro de un partido extrañamente frío. Aunque tampoco era muy difícil pensar que podía ser así. Los sevillistas, hasta ahora, no habían sentido la presión de estar peleando el título de Liga y sí habían hecho con absoluta solvencia su trabajo de proclamarse campeones de la otra Liga, del torneo que litigan el resto de los equipos que no son los tres grandes del balompié hispano.

Esta vez el partido exigía otras cosas y sí pesaban muchísimo más los nervios, esa ansiedad que le añade algunos kilos de lastre a los futbolistas y que les impide jugar con la misma libertad. Pero todo estaba en el aire y, además, también el equipo de Marcelino García Toral se había visto obligado a hacer muy pronto una sustitución en la que perdía a uno de esos hombres que en el Ramón Sánchez-Pizjuán siempre han generado muchos problemas con todos los equipos con los que lo ha visitado. Era Raúl García quien se iba pronto al vestuario con problemas en los gemelos y se añadía a la lista de problemas para el entrenador asturiano.

La mano de Balenziaga se ha sancionado con penalti siempre esta temporada, pero esta vez no fue así...

En la segunda mitad, hubo muchas modificaciones para que apenas nada variara. A pesar del prometedor arranque con un disparo del Papu Gómez en una percusión de Ocampos, el Sevilla fue incapaz de liberarse en ningún momento. Eso sí, en el minuto 51 iba a protestar una jugada que en los tiempos actuales siempre se ha sancionado con penalti y que esta vez no iba a ser así en una mano antinatural de Balenziaga en un centro de Jesús Navas.

Ni Gil Manzano ni Del Cerro Grande, dos de los más reputados árbitros españoles, lo vieron punible y, por tanto, nada iba a variar. El Sevilla quería, pero no era capaz de imponerse y cada vez pareció más apagado, sobre todo cuando las variantes buscadas por Lopetegui no sirvieron tampoco para mucho, pues ninguno de los cinco de refresco dejó su huella en el partido.

Y lo que era previsible sucedió. Un balón perdido, una contra con todo el equipo descolocado en el ataque y gol de Iñaki Williams. Punto final prácticamente para un sueño que fue bonito mientras se prolongó. El Sevilla merece un prolongado aplauso con todos los suyos de pie, pero esta vez se olvidó del partido a partido y pensó más en el siguiente que en éste. El Real Madrid-Sevilla tocaba después y para que tuviera trascendencia antes era necesario que el Athletic cayera en Nervión. No fue así.

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