Valencia-Sevilla | La crónica

El Sevilla fue a por un punto y eso fue lo que se llevó (0-0)

  • Quique Flores planteó el encuentro a que los suyos no se desordenasen nunca y el Valencia hizo algo parecido, así que los dos entrenadores parecía que habían pactado las tablas

  • Las oportunidades en ambas porterías fueron escasas, por no decir que no existieron

  • Así le hemos contado el Valencia-Sevilla

Badé, el sevillista más destacado junto Nyland, defiende con contundencia a Hugo Duro.

Badé, el sevillista más destacado junto Nyland, defiende con contundencia a Hugo Duro. / Europa Press

Los partidos que se juegan al cero a cero, a sumar el punto que otorga el reglamento de competiciones de la Real Federación Española de Fútbol, tienen sólo una lectura posible. Si el equipo en cuestión, en este caso el Sevilla de Quique Flores, acaba con su portería intacta y, por tanto, consigue el botín que perseguía, hay que convenir que su planteamiento ha merecido un diez. Es así, el cuadro sevillista salió a que no pasara nada en Mestalla en su visita al Valencia y justo eso fue lo que aconteció. Otra cosa es que hubiera recibido un rejón de castigo en forma de gol.

Hay que apelar a un balance más general, pues, y el Sevilla lleva adicionados en la tabla clasificatoria ocho puntos de los doce últimos que ha disputado. Triunfos ante el Rayo Vallecano y el Atlético de Madrid, empates frente al Osasuna y el Valencia. Si se tiene en cuenta que es un equipo que todavía lucha por evitar el descenso, que es la cruda realidad de la situación, no es un botín escaso, sino todo lo contrario.

Es la única manera de valorar en el sentido positivo el empate que consiguieron los sevillistas en su visita a Mestalla. Porque a partir de ahí conviene analizar el juego que realizaron los visitantes, también los locales, conste, que no fueron capaces de colocar en el archivo de texto ni una sola ocasión clara de gol durante los 95 minutos que se pleitearon. Un remate de Veliz de cabeza no más entrar en el terreno de juego (87') y nada más. El resto puede pertenecer al fútbol ficción, de que si hubo una mano dentro del área del Valencia o no, de que Isaac estuvo a punto de ganarle una carrera a Diakhaby, de que aquí falló el último pase.

Acciones concretas de las mil que se producen a lo largo de un partido de fútbol, pero que ni siquiera merecen ser anotadas como dignas de haber producido algo interesante. El Sevilla, eso sí, no se desordenó jamás y tampoco pasó por más apuros que los lógicos cuando el Valencia bombeaba ya balones en busca de un rechazo o de una segunda jugada en la recta final del encuentro.

Todo lo demás fue un movimiento de muñecos constantes por parte de los dos técnicos con la única finalidad de que jamás lo pudieran coger desprotegidos tanto en un área como en la otra. Mamardashvili y Nyland, sin duda, fueron quienes más lo agradecieron, pues no sufrieron casi nunca con fuego real.

Partido muy táctico

Desde el principio se vio que iba a ser así. Fue una primera mitad mucho más táctica que otra cosa. Los dos entrenadores plantearon el juego al milímetro, moviendo las piezas en el ajedrez con precisión y con apenas margen para que aquello enloqueciera, aunque sólo fuera unos minutos para provocar superioridades para unos y otros en zonas arriesgadas. Todo estaba muy medido y no había más que ver las instrucciones de los dos técnicos a sus futbolistas para corroborarlo.

No fue nada extraño, por tanto, que esas ocasiones de gol fueran prácticamente nulas en esos primeros cuarenta y cinco minutos. El Sevilla se acercó en una indecisión entre Diakhaby y Mamardashvili (8') y el centro de Isaac fue interceptado por Mosquera con la colaboración especial de su brazo cuando interpretó que fallaba con la cabeza, y con En-Nesyri detrás. Pero ni el árbitro ni su apoyo en la sala VOR interpretaron que aquello fuera merecedor de un mayor castigo. Sus criterios, en plural, mandan, está claro.

El juego siguió más o menos en la misma línea después de que la única aproximación valencianista llegara a los 38 segundos con una jugada cargada de toques en corto y un remate final de Fran Pérez. La otra fue un centro mal defendido por Kike Salas, el balón le cayó a Yaremchuk dentro del área pequeña, pero su intento de controlar, en lugar de rematar, le facilitó el despeje a un atento Nyland (19').

Ahí acaban completamente las opciones de unos y otros. Todo lo demás las protestas de Foulquier, el hombre que más daño le hacía a los sevillistas con sus incorporaciones al ataque, por una carga dentro del área de Isaac, igual que el lamento anterior de En-Nesyri por un golpe con el brazo de Diakhaby dentro del área valencianista.

Nada de nada en ataque

Había que escudriñar mucho para tratar de hallar algo digno de ser destacado dentro de un litigio que, insisto, se convertía en esa partida de ajedrez en la que los dos entrenadores no querían que sus futbolistas se salieran de los escaques que tenían asignados previamente. Nada de correr riesgos, de permitir a los adversarios controlar con metros en las proximidades de las dos áreas, y cuando eso sucede lo lógico es que se tenga que esperar a que la fatiga aparezca ya en los físicos de los 20 futbolistas encargados de correr para que pueda aparecer la posibilidad de un error.

Hasta que no sea así, todo era demasiado previsible, toques al futbolista libre y no precipitarse jamás en la salida del balón para no conceder una pérdida que pudiera provocar una avería seria. En teoría, debía variar en el segundo periodo, pero no fue así en absoluto. Todo discurrió de idéntica manera y sólo una internada de Yaremchuk la tuvo que tapar Nyland con su hombro (51'), aunque pareció que aquello hubiera sido anulado por fuera de juego.

Y a partir de ahí la nada, salvo en un disparo de Peter Federico en un balón rechazado en el que Nyland se tropezó con Sergio Ramos y cayó al césped cuando quería recuperar su posición tras despejar de puños (84'). La pelota salió fuera por poco. Más o menos a la distancia que el cabezazo de Veliz en su primera acción como sevillista (84').

Es tan poquita cosa que incluso puede llegar a producir cierto rubor destacar jugadas con tan poca trascendencia, pero es que fue así, no hubo más. El Sevilla salió a no desordenarse nunca, a llevarse ese punto en su visita a Valencia y tampoco los locales lo hicieron por el temor a recibir un castigo mayor. Así que como en el ajedrez, los dos jugadores se estrechan las manos y tablas. Pipo Baraja y Quique Flores pudieron hacer lo mismo.

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