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Los doce Dorsales del Leyenda del Sevilla, de Arza a Unzué

Los doce Dorsales del Leyenda del Sevilla, de Busto a Unzué.

Los doce Dorsales del Leyenda del Sevilla, de Busto a Unzué. / Infografía

Con la entrega a Juan Carlos Unzué del Dorsal de Leyenda, el Sevilla concretó la duodécima edición de un galardón que nació bajo el mandato y el impulso inquieto de José María del Nido, entonces con Manuel Vizcaíno como director del departamento de marketing, y al que dio continuidad el equipo de José Castro, con Juan Baeza, responsable de comunicación, como ejecutor principal de toda la logística que está detrás de un evento admirado ya dentro y fuera de España.

El duodécimo Dorsal de Leyenda fue el más universal por lo que significa en estos momentos la figura de Unzué en su lucha contra la ELA. De Guardiola a Iniesta, de Bengoechea a Zamorano, de Zubizarreta a Palop, de Stoichkov a Tevenet, muchos futbolistas y personalidades se unieron al homenaje, en el que el presidente del Osasuna, Luis Sabalza, se emocionó vivamente con lo que considera un hijo de la cantera de Tajonar.

También fue un dorsal que se saltó los tiempos. En realidad, el duodécimo Dorsal de Leyenda debía corresponder a Francisco López Alfaro, Francisco en las alineaciones del Sevilla de los 80, ídolo de generaciones de sevillistas. Pero el formidable centrocampista internacional de Osuna, subcampeón de la Eurocopa de Francia 1984, tendrá que esperar. Se le coló Unzué por sus circunstancias especiales. En mayo tiene previsto el club otorgárselo con todos los honores, después de que la pandemia lo impidiera en su día.

El primer Dorsal de Leyenda fue para el primer mito de la historia del Sevilla, el único Pichichi que tiene el club de Nervión en su acendrada y prolífica historia: Juan Arza. Lo recibió en 2009, dos años antes de morir en 2011. El Niño de Oro, ídolo de los sevillistas más antiguos y provectos, abrió con todo merecimiento la serie de futbolistas históricos reconocidos por el club.

La serie la continuó al año siguiente José María Busto, también fallecido dos años después, en 2012, de recoger su galardón en 2010 como el guardameta del campeonato de Liga de 1946 y el portero que más tiempo defendió la portería del Sevilla.

El III Dorsal de Leyenda recayó en otro de los mitos que ya integra el Olimpo eterno del sevillismo, Marcelo Campanal. El tremendo Capitán Maravillas lo recogió en 2011 e incluso se atrevió a realizar flexiones, a su avanzada edad, en el antepalco del estadio sevillista. El central avilesino, puente entre el Viejo Nervión y el Ramón Sánchez-Pizjuán, falleció en 2020.

También ya en el Olimpo de la eternidad, Ignacio Achúcarro recibió el IV Dorsal de Leyenda en mayo 2012 y falleció once años después, en 2021. El formidable centrocampista paraguayo fue símbolo del Sevilla de finales de los 60 junto a Ruiz Sosa y sostuvo con su garra y su entrega durante una década, de 1958 a 1968, a un equipo que ya estaba en decadencia tras los años dorados de los títulos y los subcampeonatos ligueros.

Pocos meses después, en noviembre de 2012, el V Dorsal de Leyenda lo recogió Antonio Valero, que era el presidente de los veteranos del Sevilla y que había sido compañero de mieles y batallas de Campanal, formando un tándem temible con Campanal en los años 50. El madrileño, que se afincó en Sevilla y vivía junto al estadio, defendió con garra la camiseta blanca entre 1954 y 1964. Falleció en 2018.

En 2013 entregó José María del Nido su último Dorsal de Leyenda, el VI a Paco Gallego, uno de los veteranos que estuvo presente en la entrega a Unzué. El central internacional del Sevilla, en dos etapas, y del Barcelona, fue un hito de los 60 y los 70. El futbolista de Puerto Real, insigne miembro del club de veteranos, fue otro ídolo de muchos sevillistas que aún recuerdan su garra y su calidad.

En 2014, José Castro tomó el testigo de José María del Nido e hizo entrega del VII Dorsal de Leyenda a Enrique Lora, centrocampista de pundonor, emblema de la casta y el coraje. Natural de la Puebla del Río, defendió con total entrega la camiseta del Sevilla entre 1966 y 1977, en una etapa dura, con siete temporadas en Primera División y cuatro en Segunda.

El siguiente turno de gloria reconocida, el VIII Dorsal de Leyenda, le correspondió a Curro Sanjosé en 2015. El lateral zurdo sevillano, otro sevillista de casta y entrega sin límites, fue un baluarte en la banda izquierda del Sánchez-Pizjuán en los años 70 y principios de los 80 que desarrolló toda su carrera en el Sevilla de su alma, entre 1971 y 1985.

Antonio Álvarez, actual embajador de la Fundación del Sevilla, recibió el IX Dorsal de Leyenda en 2016. Nacido en Marchena, tras su paso por Alemania, adonde tuvo que emigrar su familia, despuntó desde joven por su extraordinaria clase como defensa y libre entre 1975 y 1987, época en la que se ganó el apodo del Mariscal del Área o el Káiser.

En 2017 fue reconocido con el X Dorsal de Leyenda uno de los futbolistas con más finura y cintura que han pisado el Ramón Sánchez-Pizjuán, Enrique Montero. El futbolista de El Puerto de Santa María, que también estuvo presente en el acto de Unzué junto a Gallego, Lora, Sanjosé o Álvarez, desparramó su clase por Nervión y los campos de España, hasta llegar a ser internacional, entre 1976 y 1986, pese a la grave lesión que sufrió en un Trofeo Ramón de Carranza.

Y el último precedente al de Unzué fue el gran Pablo Blanco, un símbolo del club y actual director de la cantera del Sevilla. El polivalente defensa y centrocampista sevillano, todo pundonor y coraje, otro del club de la casta y la entrega sin condiciones, recibió el XI Dorsal de Leyenda en noviembre de 2018. Blanco, un pilar del Sevilla actual, defendió la camiseta blanca entre 1972 y 1984 siendo, como Sanjosé, hombre de un solo club.

El próximo será para el gran Francisco, Francisco López Alfaro, uno de los futbolistas de más talento y más clase que ha parido la carretera de Utrera. En 2019 no hubo gala del Dorsal de Leyenda por las reformas en el estadio. Y cuando se le fue a dar en 2020 surgió la pandemia. Pero ya queda menos para eue el Sevilla y el sevillismo le rindan el tributo que se merece.

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