El partido del Sevilla | Análisis

Un golpe gestado en Rumanía

  • Contra la opinión general, Lopetegui y su grupo salieron el jueves “satisfechos” con su trabajo y ésa fue la primera piedra para el cambio.

  • El técnico apostó por dar continuidad a su idea y salió cara.

Informe táctico

Informe táctico / Departamento Infografía

Las buenas sensaciones del vestuario el pasado jueves, esa visión positiva de Lopetegui tras el partido de Rumanía en contra de la opinión general en el exterior, fue el primer gol anotado en Getafe. Creer en uno mismo, ir a muerte con sus ideas sin dejarse llevar por las críticas cada vez más de la mano del histrionismo, fue el gran triunfo del entrenador vasco, que apostó por el mismo partido de hace tres días.

Incluso mantuvo a los mismos once futbolistas –salvo el lesionado Escudero–, no movió su estructura de tres centrales y, sobre todo, creyó en el mismo tipo de juego que ante el Cluj, el que la situación y el modelo del rival requerían, aunque en un terreno de juego infinitamente más decente que el patatal de Transilvania, aunque muy resbaladizo.

El Sevilla reforzó su idea desnudando a los alarmistas, con un faro que se mató a golpes y que encima dio un gol como De Jong y con un Koundé que dio el golpe de gracia con ese movimiento de piezas confirmando que mejora de lateral o de carrilero, donde la falta de centímetros no le hace sufrir tanto y le permite mostrar mejor sus cualidades futbolísticas, que son más que físicas.

Defensa

El primer gran triunfo de la idea fue empujar a la defensa del Getafe e impedirle jugar cerca del centro del campo. Para ello, la labor de De Jong durante todo el partido, de principio a fin del mismo, fue fundamental. El holandés logró estirar al equipo y evitar que se hundiera y entrara en el juego preferido de los de Bordalás, que lo rozaron apenas quince minutos de la segunda mitad.

Como ante el Cluj, la guerra era ganar los duelos y las segundas jugadas, hacer coberturas en las caídas y no permitir centros al área ni esa presión atosigante de sus puntas –desaparecidos ayer–, gracias, como ha quedado dicho, a ese estirar el equipo como un chicle de De Jong.

Atrás se trataba de mantener la calma. Gudelj barría por detrás y daba cobertura a los duelos aéreos y Fernando barría por delante. Sólo había atisbos de sufrimiento en los costados, donde Cucurella le exigía mucho a Jesús Navas y Nyom a Reguilón.

Ataque

En la primera mitad el plan era tirar la caña, aguantar el zarandeo del pez y esperar. Quizá faltó profundidad, pero también estaba dentro del guión. Sólo inquietaba a balón parado, donde el Sevilla ha ganado mucho con Suso y encontró el premio en un resbalón de Etebo –todo hay que decirlo– en un acto de fe de Reguilón.

Ocampos, otra vez, brilló menos en la izquierda, aunque al final encontró los espacios, cuando el Getafe se fue rompiendo. Pero el golpe de gracia lo daba Lopetegui mandando a Koundé donde ahora mismo se encuentra más a gusto, pegado a la cal y lejos de las torres con las que le cuesta guerrear por incapacidad física. Hizo mejorar hasta a Jesús Navas de extremo y sus demarrajes acabaron de dejar KO al piropeado modelo Bordalás.

Virtudes

Creer en la idea. Mantener el modelo y la estrategia operativa pese al nerviosismo generalizado.

Talón de Aquiles

Esos quince minutos en los que el Getafe encontró su fútbol.

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