Pisando área
  • Lastimoso que un gran presidente tenga el final que está dibujando por anular la perspectiva

Usted no está en uso de la palabra

UNA brevísima fábula china que se recoge en Lie Zi, uno de los tres libros fundamentales del taoísmo filosófico, cuenta cómo un joven fue a un mercado y al ver un puesto de oro, tomó un trozo y salió a correr. Rápidamente fue cazado en el bullicio y le preguntaron cómo se le ocurrió hacer tal cosa a la vista de todo el mundo. El joven respondió: “Cuando lo tomé, no vi a nadie. No vi más que el oro”.

El fútbol es el mercado del oro en la que la codicia consigue cegar a sus dirigentes y los transforma en seres voraces, que ni ven ni oyen.

Para calificar la situación en el Sevilla, vamos a dejarlo en lastimosa, porque un presidente con los títulos con los que se va debería haber hecho algo para no llegar a esta locura autodestructiva en la que ha entrado, sin visos de encontrar pronto la salida, la sociedad. Salir cerca de las doce de la noche del estadio en un partido que empezó a las seis y media y con un operativo de seguridad privada digno de un primer ministro no habla bien ni de unos de unos ni de otros. El aficionado también ha de contener su crispación. Muy cierto.

Pero voy al que debe poner la cara. El personaje ha evolucionado –o lo han convertido– a justo lo contrario de lo que era. Directivo afable, dispuesto, que hizo mucho por mejorar relaciones con la prensa, que llevaba el área social del consejo atento a las necesidades del abonado... Por eso no reconozco al que pide aviones o se muerde la lengua encarando la mirada a un cámara ante una pregunta en mal momento.

El oro fue cerrando su campo de visión, se acostumbró a la vida de nuevo rico, releyó el cuento de la lechera y permitió hasta que en una sala anexa a la Junta General unos americanos compraran acciones –una a una, dos a dos– a nietos e hijos de sevillistas que disfrutaron con sus títulos.

Por todo ello es lastimoso que un gran presidente tenga este triste final de, agarrado el oro, no querer escuchar más que a sí mismo cuando es el club el que habla. “No, usted no está en uso de la palabra”.

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