Sevilla FC

Pablo Machín, un escribano con típex a mano

  • El técnico soriano enmendó la plana, cuyos renglones se inclinaban a la derrota por el vértigo del liderato, con los oportunos cambios

  • Versatilidad táctica y de jugadores se pusieron de manifiesto en el empate en Vitoria

Ben Yedder es arrollado por Manu García y Calleri en un salto.

Ben Yedder es arrollado por Manu García y Calleri en un salto. / Adrián Ruiz de Hierro / EFE

El mejor escribano echa un borrón. Pablo Machín había ensuciado la plana del liderato con un garabato poco esperable. Introdujo a Roque Mesa para reservar a Sarabia... O para contrarrestar el juego aguerrido del Alavés. En cualesquiera de los casos, porque puede que hubiera otra razón profunda que se escape, era un claro borrón contra la trayectoria valiente del técnico soriano. Defender el liderato jugando en función del rival, traicionando el sistema y la idea que lo ha llevado ahí, fue un feo borrón. Pero Machín enmendó su plana.

El Sevilla perdió el liderato, pero Machín recuperó gran parte del crédito que él mismo estaba perdiendo con el planteamiento rácano que ofreció el Sevilla de salida en Mendizorroza. Del habitual centro del campo con Banega, Sarabia y Mudo volvió a ese dibujo que no le funcionó al principio del campeonato, con Roque Mesa de guardaespaldas de Banega y Mudo y Ben Yedder demasiado abiertos a las bandas para que Andre Silva se peleara por los balones largos arriba, solo como la una.

El portugués no es un punta como Calleri, ni como Stuani. Y por eso mismo tuvo que variar su dibujo Machín, cuando introdujo a Ben Yedder para jugar por dentro con la calidad de dos mediapuntas convertidos en interiores y de Banega, en la posición en la que jugaba cuando arribó de Argentina a España. Pero en Vitoria, volvió al 3-4-3, un 5-4-1 en toda regla viendo la nula proyección de Mercado y Escudero en los carriles, renunciando al exitoso 3-3-2-2. Pero tanto Machín como buena parte de los jugadores sevillistas tienen la virtud de la versatilidad, de la ductilidad.

El líder en la jornada decimotercera sólo compareció como tal cuando perdió el liderato. Con 1-0 en el marcador por un cúmulo de errores –mal despeje de Vaclik, insuficiente salto de Escudero, fallido despeje de Sergi Gómez y hasta errónea interpretación del árbitro, que esto ya es interpretable–, Machín se decidió a desdecirse.

El empate dejó una lección: la actitud medrosa y el cambio de dibujo no valen

El primer gesto, sacar a Amadou en el mediocampo por Roque Mesa para igualar la pelea frente al aguerrido, a veces hasta el exceso, Alavés, ya fue un paso importante. Fue el primer mensaje para quitarles los miedos a los que jugaban por delante. El segundo gesto fue más definitivo aún. Sacar a Promes de carrilero por Mercado fue otro mensaje clarísimo a todo el equipo. Y el holandés, con sus percusiones y sus centros, si bien no llegó a culminar con éxito ninguna incursión, sí metió al Sevilla en el partido, lo hizo creer. Y el tercer gesto fue decisivo.

Con la entrada de Sarabia por Kjaer, Machín sacó definitivamente el típex para terminar de pulir el borrón inicial y reescribir la historia del partido. Amadou dejó su sitio en el pivote a Banega y Sarabia y Mudo se acomodaron a sus posiciones habituales, a las que han llevado al Sevilla a la cima de la Liga. Con Ben Yedder ya definitivamente alejado de la banda, entre los tres firmaron el empate. Un gol muy del Sevilla de Machín: calidad por dentro, con un cambio y taconazo del Mudo que quiebra a la zaga alavesa, incursión de Sarabia y Ben Yedder señalando el desmarque y colándola con su sutileza ratonera.

El Sevilla perdió el liderato, pero el empate en Mendizorroza dejó una lección. La actitud medrosa y el cambio de sistema no conducen a nada. De paso, dejó la epifanía de la versatilidad: del técnico y de buena parte de la plantilla. No de toda. El típex de Machín no lo puede arreglar todo.

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