Llegó el gran día que el fútbol según Sevilla dispone varias veces al año. Por lo pronto, el de esta noche en Nervión es el segundo de un año con sólo dos meses y medio de vida. Y aparece bajo el convencimiento de que si todo derbi es igualado, éste de hoy lo es más todavía. Luego pasará lo que tenga que pasar, pero resulta indudable que la diferencia de potencial es nimia. Más que en los números, favorables al local, en las sensaciones.

El Sevilla llega a la cita tras un serial de sofocones que medio se paliaron con la respuesta en Dortmund. Por ahí puede el sevillista sentirse con la confianza que su equipo le suele dar. El Betis saltará a la yerba con la autoconfianza que, casualmente, empezó a fraguarse en el derbi último, el de primeros de año. Son cuestiones que juegan en contra del pronóstico taxativo y es que si eso es asignatura pendiente en todo derbi, en el de hoy se acentúa más de lo habitual.

Dijo antier Pellegrini que su equipo irá a ganar desde el minuto uno, lo que parece descartar cualquier estrategia conservadora. Es más, al Betis se le da mejor nadar que guardar la ropa y eso es algo archidemostrado. Tampoco se caracteriza el Sevilla por ser vocacionalmente especulador y menos en este partido que tanto lo motiva. ¿Irán los dos a tumba abierta ya en la primera campana? Pues posiblemente sea así, con lo que el espectáculo ganará de forma indudable.

La tabla da al Sevilla como favorito, pues sacarle al rival seis puntos con un partido menos es una ventaja considerable. Claro que la frialdad de los números se estrella en muchas ocasiones con la cruda realidad de veintidós tíos de corto con un balón de por medio. Yen el meollo de la cosa, Europa. El Sevilla no quiere ni oír hablar de perder lo que tiene, mientras que el Betis pasó de considerar utópica la aventura europea a verla como muy asequible. Derbi. Silencio, se juega.