Sevilla - Manchester City | La crónica

De la impotencia se pasa a un horror para el Sevilla (0-4)

  • El cuadro de Lopetegui vuelve a ser goleado en el Ramón Sánchez-Pizjuán, esta vez por 0-4, por el Manchester City en la Champions

Haaland marca el primer gol del Manchester City tras un centro de De Bruyne.

Haaland marca el primer gol del Manchester City tras un centro de De Bruyne. / Antonio Pizarro

Del cero a tres al cero a cuatro para el Sevilla en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Quienes discutían sobre quién le haría más daño, el Barcelona o el Manchester City, Lewandowski o Haaland, obtuvieron las respuestas. Uno más para los ingleses, dos goles para el noruego, uno para el polaco y por encima de todas las cosas, el lacerante dolor que provoca este Sevilla a todos los suyos. Lo largo que son 95 minutos con semejante talante perdedor.

Porque este Sevilla sigue dando pasos atrás en las percepciones que deja entre los suyos. ¿Es eso posible para un equipo que fue ridiculizado por el Arsenal sin apenas competirle hace un mes y medio?, ¿se puede decir eso de una escuadra con un oneroso presupuesto gastado en su plantilla que no ha sido capaz de ganarle a dos recién ascendidos como el Valladolid o el Almería, y que incluso cayó ante los andaluces y también con el Osasuna?, ¿o acaso no llegó ya al abismo más absoluta con su incapacidad para mantenerle el puso siquiera al Barcelona, por muy reforzado que éste esté, desde el minuto 20 apenas? Sí, todo eso puede ser superado en lo negativo y así quedó de manifiesto en el estreno de la Liga de Campeones contra el Manchester City.

El Sevilla de Julen Lopetegui, Monchi, José Castro y José María del Nido Júnior no llegó ni siquiera a la categoría de sparring, al nivel de un filial contra una primera plantilla en los antiguos partidos de entrenamientos de los jueves. Este equipo ni siquiera ya provoca impotencia entre los suyos, es capaz de producir dolor del fuerte, de arrancar el lamento de todos los aficionados que se dan cita en el Ramón Sánchez-Pizjuán, e incluso de quienes se atreven a verlo por las diferentes televisiones con los derechos de retransmisión.

Dentro de una plantilla tan mal construida por sus gestores, por los deportivos, por los directivos, por todos los que cobran de ese oneroso presupuesto, el entrenador consideró oportuno afrontar esta primera cita al calor de Nervión sin ningún delantero entre los once futbolistas elegidos. Isco ejercía de supuesto delantero centro, falso nueve o como se le quiera denominar. Alex Telles completaba como extremo, por denominarlo de alguna manera, un doble lateral izquierdo con Acuña.

Y por el medio se acumulaban Rakitic, Delaney y Gudelj, hasta el mismo Papu Gómez, con un ritmo, y entiéndase esto con el máximo respeto y con ningún carácter peyorativo, que ni las propias carretas del Rocío lo empeorarían en lo referente a la velocidad. En la línea de zagueros la apuesta era por dos veinteañeros, los imberbes José Ángel y Nianzou, paradójicamente los elementos más salvables durante todo el primer periodo, para que en los laterales completaran la sensación de nada absoluta tanto Jesús Navas como Acuña, otroras elementos de ataque y hoy dos futbolistas que casi restan más que suman.

El Sevilla era una verdadera calamidad, quería pero no podía. Dibujaba una presión tan falsa como todo el planteamiento anterior de su entrenador en la pizarra. Las piezas corrían detrás del balón con la idea de recuperarlo cuando la terca realidad dictaminaba que era imposible que lo consiguieran. Y, además, las escasas veces en las que lo conseguían incrementaban el vacío de todos los que sienten en sevillista, pues no había ni una sola opción de pase que le pudiera hacer el más mínimo daño al Manchester City.

Sólo cabía preguntarse, pues, en qué minuto volvería a cantar un gol en el Ramón Sánchez-Pizjuán el gigante Haaland. Lo hizo en el 20, bien prontito tras una entrada por el lateral de De Bruyne con todas las facilidades por parte de un Delaney que se desentendió de seguirlo. El pase era rematado en el área pequeña por el noruego, al que le bastó con tener hambre de marcar, sólo con eso.

El Sevilla se había puesto por debajo, como era previsible, con sólo 20 minutos litigados. ¿Habría opción a una reacción por parte de quienes debían ejercer como anfitriones? En absoluto, con semejante planteamiento era completamente imposible y tampoco es que de esa manera se evitara el ataque del poderoso City, pues el equipo inglés jugó con todas las comodidades y si no hizo más daño fue sólo porque tampoco lo necesitaba.

Al menos, el Sevilla llegó teóricamente vivo al intermedio, dado que el marcador entonces sólo registraba un mínima desventaja de cero a uno. Lopetegui, en su búsqueda eterna de soluciones que jamás llegan a ser eficaces, sacó a Joan Jordán y Rafa Mir en los puestos de Delaney y Rakitic. En teoría, era más vigor, más velocidad, más lucha, pero en la práctica tampoco iba a tener un mínimo de eficacia. Y no hincó el Sevilla definitivamente la rodilla porque Bono le hizo un paradón de los suyos a De Bruyne cuando el belga se plantó completamente en solitario en el minuto 49.

Ahí se salvó el Sevilla de una liquidación prematura, pero tampoco importaba en exceso. Iba a llegar más pronto que tarde. Ni siquiera un cuarto de hora del segundo tiempo, cuando ya Dolberg había sustituido a Alex Telles y el estadio sevillista sí trataba de animar a los suyos, un balón perdido por Joan Jordán en el centro del campo acababa en los pies de Foden tras pasar por varios de sus compañeros. El inglés aprovechaba la pasividad de Gudelj para anotar el segundo. Fin de la película.

Porque el Sevilla no iba a ser capaz de llegar ni una sola vez con peligro real y lo máximo que podía era incrementar el castigo recibido. Lo hizo otra vez por la vía de Haaland y ahí levantó el pie el City, pero Rúben Dias encendería aún más la mecha en la prolongación. Guardiola había tenido algo de misericordia con su amigo Lopetegui. En fin, hasta eso necesita este equipo tan mal construido por todos, la pena del adversario...

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