Pisando área

El lanzamiento de huesos de aceituna

  • El Sevilla fue el orgullo del deporte nacional sin Madrid ni Barça... ahora ya debe echarse al lado

El aliento nacional al Sevilla de Lopetegui en agosto y septiembre me recordaba a esos veranos de orgullo patrio vibrando con un Perico Delgado de pie en su bicicleta por las empinadas carreteras francesas, a las gestas de Paquito Fernández Ochoa o de los Sánchez-Vicario... Un español con opciones de ganar algo en un Mundial de lanzamiento de huesos de aceituna hacía que se volcaran todos los medios nacionales y que se te hinchara el pecho de ser español.

Ver ganar al Sevilla al Manchester United, al Inter y alzar su sexta Europa League, subírsele a las barbas a todo un Bayern Múnich... todas esas cosas las vieron muy simpáticas desde Madrid y vino genial para rellenar minutos y entretener al personal mientras los que de verdad interesan se rearmaban tras sus sonados batacazos.

Pero cuando entraron en juego el Real Madrid, el Barcelona y el negocio que mueve todo esto, el Sevilla volvió a ser el club provinciano que debe echarse a un lado y centrarse en pagar las multas de los insultos de su hinchada –sólo falta que lo sacionen sin público–. ¿Que no es por las buenas? Pues será por las malas. Y si encima a sus dirigentes no se les ocurre otra cosa que decir convencidos que se ven con opciones de luchar por la Liga te encuentras con que llegan y te dicen: “Espérate, ¿tú dónde vas?”.

Intentar desmontar el chiringuito que lleva años en pie es algo muy serio y Javier Tebas, al que ya le jodieron parte del negocio con la marcha de Cristiano a Italia, no tardó ni un segundo el tocarle los costados al Sevilla, que tras matarse a correr en Budapest detrás de los alemanes para que todos los españolitos se divirtieran, lo pusieron a jugar a los tres días pudiendo haberlo hecho el lunes en Cádiz.

La historia se repitió después de plantar cara al Chelsea, de pasarle el rodillo al Rennes y de remontar ante el Krasnodar. Lopetegui estalló, y con mucha razón, el sábado, aunque el hombre lleva lanzando dardos desde lo del Carranza. Pero tranquilos, que quedan aceitunas.

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