Sevilla FC

Las ventas, una tabla de salvación en cuarentena

  • La subsistencia del modelo de negocio que ha llevado al éxito al club pende del hilo de la evolución del mercado.

  • Diego Carlos y Ocampos, los principales activos de la plantilla.

Diego Carlos y Ocampos juegan con un 'fitball' en un entrenamiento.

Diego Carlos y Ocampos juegan con un 'fitball' en un entrenamiento. / Juan Carlos Muñoz

Sin saber cómo se va a comportar el mercado, el Sevilla, como todos los clubes de fútbol convertidos en sociedades anónimas deportivas, desconoce en parte su futuro económico, pero en el caso de la entidad radicada en Nervión y que ahora controlan claramente cuatro familias de viejos sevillistas se ampara como siempre ha hecho en la figura de los ingresos atípicos, o lo que es lo mismo, en los ingresos por competiciones europeas o en la venta de jugadores.

Éstos, en el modelo actual de negocio del Sevilla cobran una importancia capital, máxime cuando el último balance anual ha sido verdaderamente decepcionante, lo que de alguna manera obliga a compensar con algún traspaso esta temporada precisamente cuando el mercado más incógnitas suscita y cuando la depreciación de las plantillas más patente se ha hecho.

Los escasos 2,48 millones de beneficio neto presentados en la última Junta General de Accionistas por el consejo de administración, más los 160 millones de euros de gasto en fichajes de la actual temporada juntando los dos mercados, verano e invierno –aunque puedan contabilizarse en ejercicios distintos–, ya hacía necesario que la entidad, para cuadrar las cuentas, recibiera una importante inyección económica de ingresos atípicos, esto es, mediante traspaso de jugadores.

El club contaba con eso mirando de reojo al mismo tiempo las posibilidades de clasificación para la fase de grupos de la Champions League, aunque asumiendo que incluso alcanzándola se iba a hacer necesaria alguna venta. Ahora, con el nuevo panorama económico abierto por el momento de brusca recesión causado por la pandemia de coronavirus, se hace más patente si cabe la necesidad que el Sevilla tiene de vender a algunos de sus principales activos en materia deportiva, aunque con la premisa de no caer en la precipitación, habida cuenta también de la depresión en la que va a entrar el mercado.

Ahora mismo los gestores del club están más preocupados por determinar cómo hacer frente a las obligaciones adquiridas tras llegar a un acuerdo definitivo con la plantilla del primer equipo para minimizar en la medida de lo posible los efectos del ERTE anunciado en los empleados. Igualmente preocupan los contratos vigentes a partir de este verano con 16 jugadores que acaban su periodo de cesión y que pasarán a formar parte de la masa salarial del club.

Pero el modelo de negocio que ha llevado al Sevilla al crecimiento que hoy disfruta, es decir, la venta de sus estrellas más rutilantes, es un aval al que ni Monchi ni José Castro –tampoco Del Nido en su época de mandato– están dispuestos a renunciar. Ya avisaron que no mirarán para otro lado en el caso de llegar a las oficinas del club ofertas “fuera de mercado” y en ésas se mantienen.

Lo que ocurre es que ese escenario, desde luego, está descartado mientras no vuelva el fútbol de competición y, con él, los ingresos televisivos, presumiéndose una reducción aproximada del 30% en el valor de las plantillas en general.

En el Sevilla hay dos jugadores que, en el momento en el que se produjo el parón, estaban claramente al alza, Lucas Ocampos y Diego Carlos, sobre todo este último. Sobre ellos ya giraba la tabla de salvación de las cuentas de cara al próximo ejercicio y la nueva situación, aun siendo todavía indescifrable. Ahora puede que esa dependencia se agudice o, por el contrario, sea una vía que quede abortada por la recesión del mercado.

Lo que sí parece claro es que extrañamente un club –ni siquiera el Liverpool– vaya a pensar en emplear nada menos que 70 millones de euros (la cláusula de rescisión del brasileño) en las perspectivas actuales que ofrece la industria futbolística. Los expertos en finanzas vinculadas al deporte afirman que los traspasos millonarios, por encima de los 50 millones, han pasado definitivamente a la historia.

Esto es como la competición, hay que ir partido a partido, y la preocupación ahora es hacer frente a la masa salarial que acumula el club y que se ampliará con la vuelta de los cedidos, pero está claro que si la pasada campaña la salvaban los traspasos de Sarabia y Ben Yedder, que sumaron ambos más de 60 millones de euros, en la actualidad el mercado no garantiza ni mucho menos ingresos de este calibre y el Sevilla empieza a sufrir los compromisos adquiridos antes del coronavirus.

Para empezar los pagos aplazados que comprometió Caparrós hace ahora cerca de dos años y cuyos plazos siguen corriendo y los que también comprometió Monchi (Koundé y Rony Lopes han sido los más costosos) y después la obligación de pagar 21 millones de euros por Suso si se confirma la presencia del Sevilla en la Champions de la próxima temporada.

El Sevilla, aparte de los ingresos por televisión, contaba con una inyección por venta de jugadores que el mercado va a abortar. O al menos a los precios que se pensaban antes de la pandemia.

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