Sociedad

Un Papa latinoamericano para un mundo en crisis

  • Los purpurados eligen por sorpresa al argentino Jorge Mario Bergoglio, que no figuraba en las quinielas. Su nombre estuvo en liza hasta última hora en 2005 en el cónclave del que salió como pontífice Ratzinger.

Sorpresa hubo en la renuncia, sorpresa hubo en la elección. A la quinta votación y en sólo dos días de cónclave se produjo la sorpresa que los cardenales españoles habían confesado en la noche de lunes que no había que descartar. Lo hicieron en una cena privada en la Embajada de España ante la Santa Sede en la noche del domingo, cuando ya se habían celebrado nueve congregaciones generales y los principales planteamientos estaban más que marcados. No se equivocaron. Y lo conocen bien porque ha dirigido ejercicios espirituales para prelados españoles en Pozuelo de Alarcón (Madrid). La Iglesia Católica tiene nuevo Papa: un argentino hijo de emigrantes italianos, un jesuita, un cardenal de 76 años de habla hispana. Es el primero en todo, hasta en el nombre elegido: Francisco. Un purpurado que no estaba en las quinielas, que apareció en el balcón principal de San Pedro con una cruz pectoral sencilla y sin la estola habitual, que sólo se puso para dar la bendición final urbi et orbi. Jorge Mario Bergoglio es el primer Papa americano en la historia de la Iglesia. Su apellido sonó con fuerza en el cónclave de 2005, cuando se dijo que fue el gran rival del alemán Ratzinger y que incluso llegó a pedir entonces a sus mentores que se abstuvieran de seguir adelante. A este cardenal iberoamericano, titular de la diócesis de Buenos Aires, le corresponderá coger el timón de la Iglesia en un mundo sumido en una gran crisis económica y financiera que fulmina muchas esperanzas y con una curia romana sacudida por los escándalos financieros y otras polémicas que hacen aflorar la cara más desfavorecida de una Iglesia que, por contra, está permitiendo con su labor social que muchas familias del mundo sobrelleven esta coyuntura adversa con dignidad.

Los cardenales estuvieron reunidos un total de 26 horas a puerta cerrada y bajo secreto de juramento. Por la mañana hubo una fumata negra a las 11:41 al término de la tercera votación. La fumata definitiva, de color blanco, llegó pasados seis minutos de las siete de la tarde. La teoría dictaba que cuantas más horas pasaran irían perdiendo fuerza los nombres de las quinielas. Scola, Scherer, Oullet y compañía. Pero nadie había apuntado el nombre del cardenal Bergoglio. Tal vez porque muy pocos hacían presagiar un pontífice de 76 años y de perfil progresista, cuando parecía que las corrientes dominantes eran todas de las denominadas conservadoras. Ni la presión de los italianos, que seguirán sumando años sin un Papa paisano, ni la edad, que parecía que tenía que ser menor de 70 años después de la insólita dimisión de un pontífice por falta de "vigor físico y espiritual". Al colegio cardenalicio, al menos a dos tercios de sus miembros, no les ha importado volver a apostar por un Papa más próximo a los 80 que a los 70 años, por lo que también se rompe la supuesta norma por la que a un Papa de transición (pontificado corto) le seguiría uno de gobierno duradero. En lo que sí han acertado los vaticinios es en el peso que, esta vez sí, ha tenido el continente americano, donde reside la gran mayoría de católicos del orbe cristiano frente a una Europa donde los analistas consideran que Dios está cada vez más eclipsado.

La Iglesia, a la que siempre se le considera previsible y de una velocidad lenta (palaciega) ha roto de nuevo los pronósticos. Todos los pronósticos. Del Papa que vino del Este al Papa teólogo, intelectual, hasta llegar al Papa jesuita, humilde y americano. Enseguida se interpretó la designación de su nombre como homenaje a San Francisco Javier y San Francisco de Asís, que encarnan los valores de la pobreza y de la entrega de las misiones. Incluso se ha apuntado a San Francisco de Borja. En cualquier caso, Bergoglio tendrá varias oportunidades en estos primeros días para explicar la razón del nombre elegido para su pontificado.

Al Papa Bergoglio corresponderá afrontar las reformas que muchos cardenales y obispos han reivindicado en la curia. Conocerá de primera mano el delicado informe que tres cardenales, uno de ellos el cordobés Julián Herranz, han elaborado sobre el caso Vatileaks, por cuyo contenido han preguntado varios cardenales en las congregaciones previas al cónclave. En ningún caso se les permitió el acceso al dossier, pues Benedicto XVI dejó determinado que sólo fuera entregado a su sucesor.

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