La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Como en casa, en ningún sitio. Eso es indiscutible, especialmente, cuando pensamos en los recuerdos de la niñez y la comida casera que siempre los acompaña. Olores, sabores, texturas… se vienen entonces a la mente, como los matices que definen el paso del tiempo sobre la memoria; y, entre ellos, surge de nuevo esa verdad universal: la “comida de la abuela” es la mejor.
Hecha con cariño y de considerables cantidades, no puede ser sustituida por ninguna otra. Es cierto que, con el paso de los años, se descubren nuevas recetas y soluciones para determinados contratiempos culinarios. Sin embargo, los métodos caseros que ellas utilizaban y que, probablemente aprenderían de sus madres o de la propia experiencia, permanecen ahí, siempre efectivos y con la cálida sencillez del hogar.
Garbanzos, alubias o un buen plato de lentejas son de esas maravillas que se consumen, sobre todo, cuando el otoño irrumpe con los primeros días fríos de la temporada. Su calor y el buen sabor templan el cuerpo y el ánimo, ante la tonalidad rojiza de los árboles y el cielo gris. No obstante, tienen un pequeño inconveniente: son de los platos que más gases nos producen.
Por supuesto, esto no significa que no debamos consumir legumbres. Los beneficios que aportan al organismo son muy altos y cualquier tipo de dieta debe incorporarlas de manera periódica. Pese a todo, su piel contiene una gran cantidad de oligosacáridos. Es decir, un almidón que no podemos digerir fácilmente y es el que provoca el problema de los gases, flatulencias e hinchazón.
Cabe entonces preguntarse si existe alguna solución para evitar esta molestia. Y lo cierto es que sí. La principal ventaja que encontramos en los remedios caseros de nuestras abuelas es que, precisamente, siempre se trata de alternativas naturales y fáciles de emplear, pero eficaces. No por nada han sobrevivido al paso del tiempo para quedarse arraigados a la cocina tradicional.
Más allá de tomar manzanilla para aliviar los síntomas, uno de esos trucos de toda la vida para aligerar las legumbres es añadir un pequeño toque de bicarbonato de sodio. Especialmente, en el caso de los garbanzos secos, que requieren de estar en remojo una mayor cantidad de tiempo para ablandarse.
Además, el bicarbonato de sodio es un excelente antiácido natural que, añadido durante la cocción, ayudará a neutralizar la acidez estomacal combatiendo la indigestión y, consecuentemente, los gases. Por otro lado, cocinar a fuego lento favorece la descomposición de los azúcares para que la digestión sea más sencilla.
Si hay algo inconfundible de la cocina casera es el sabor: ese juego de especias que enmarca una personalidad única al gusto de cada casa. En este sentido, algunas especias son perfectas para evitar la molestia de los gases, como el comino. Se trata de una planta con importantes propiedades digestivas, antiespasmódicas, carminativas, antibacterianas y analgésicas.
También el jengibre, el romero, el laurel tan propio de los platos de lentejas o el hinojo son buenas alternativas para reducir la pesadez. Qué qué bien sienta comer en casa.
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