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Sociedad

El curioso caso del médico que implantaba testículos de mono para lograr la eterna juventud

Grupos de monos descansando

Grupos de monos descansando / PIXABAY

Dicen que la ciencia tiene la clave de la eterna juventud en la punta de los dedos. Que un grupo de científicos ha descubierto un nuevo complejo enzimático que es capaz de hacer que las células dejen de envejecer, pero la realidad es que la vida pasa y, aunque la esperanza de vida es cada vez mayor en muchos países, la muerte siempre llega.

Nutrición y estilo de vida, la actividad física, estimular el sistema inmunológico se presentan como algunos de los aspectos que podemos cuidar en busca de la eterna juventud, pero hace ya más de un siglo hubo quien planteó otro método cuanto menos curioso: implantando testículos de mono en los humanos.

¿Cómo imaginábamos que seríamos ahora hace 100 años? Igual que hay algunos ahora que vaticinan que el ser humano del año 3000 será jorobado, con una garra por mano y con un tercer párpado retráctil, allá por la década de los 20 del siglo pasado hubo un médico franco-ruso que se aventuró a asegurar que las glándulas de mono servirían para detener el envejecimiento humano. Y lo puso en práctica. 

Serge Voronoff, de genio a estafador

El Dr. Serge Voronoff realizó el primer trasplante oficial de una glándula de mono en un cuerpo humano el 12 de junio de 1920 y años más tarde su trabajo era aplaudido Congresos Internacionales de Cirujanos de prestigio como el de Londres.

Millonarios de todo el mundo solicitaron la operación y, a principios de la década de 1930, miles de personas habían pasado por el quirófano de Voronoff.

Pero como era de esperar el efecto de la eterna juventud nunca llegaba e Voronoff murió en 1951, rico pero desacreditado, acusado incluso de ser el responsable del paso del VIH de monos a humanos.

El australiano Henry Leighton-Jones, más conocido como Monkey Jones, siguió los pasos de Voronoff

Eso sí, la admiración hacia el médico franco-ruso siguió existiendo en el mundillo y tuvo algunos discípulos, como el australiano Henry Leighton-Jones, más conocido como Monkey Jones. Este farmacéutico quedó prendado de los libros de Voronoff y su convencimiento en la validez de las hipótesis de su maestro era tal que llegó a implantarse él mismo los testículos de mono.

A partir de ahí decidió hacer carrera a su lado y una vez estudiado el método original intentar implantarlo en su Australia natal, donde antes de la operación prescribía dos semanas de buena alimentación, ejercicio físico y ausencia de consumo de alcohol. Leighton-Jones no llegó a adquirir la misma fama que Voronoff porque empezó su proceso en una edad más tardía y en el momento que iba a presentar sus informes a la comunidad científica murió de un infarto a los 75 años de edad.

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