Nada que ver con el papamóvil que permite ir de pie y saludar a los fieles. Francisco viajó en un pequeño Fiat 500 para llegar a la Plaza de España de Roma el pasado jueves con motivo del acto de oración antre el Monumento a la Inmaculada. Se bajó por su pie del vehículo, sin necesidad de ayuda, aunque luego un auxiliar le ofreció un bastón. Era el acto más español del calendario, en el que la Embajada de España ante la Santa Sede y la Soberana Orden Malta ejerce de anfitriona. Francisco se sentó junto al conductor, no quiso el lugar preferente que marca el protocolo, que es el situado justo detrás del copiloto. 

La elección de un coche pequeño desorientó a los miles de asistentes, que al ver la llegada de una extensa hilera de vehículos blindados buscó al Papa en uno de esos de gran tamaño de color oscuro y metalizados. Nada de eso. El Fiat del Papa era el más pequeño y, además, el que abría el cortejo. Francisco ha mostrado desdén por ciertos detalles desde el inicio de su pontificado, empezando por no negarse a vivir en los apartamentos destinados tradicionalmente al Sumo Pontífice. De hecho pernocta en la residencia Santa Marta, diseñada especialmente para los cónclaves. Sus actos públicos se caracterizan por la sencillez en los detalles. Ni pectorales, ni mucetas suntuosos.