Rusia sigue los pasos de China y obliga a preinstalar su aplicación oficial de mensajería
El Gobierno ruso ordena que Max esté presente en todos los dispositivos móviles a partir del 1 de septiembre de 2025, una medida similar al modelo de control digital aplicado por Pekín.
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La aplicación de mensajería nacional rusa Max deberá estar instalada en todos los dispositivos móviles vendidos a partir del 1 de septiembre, según una orden firmada por el primer ministro Mijaíl Mishustin.
"A partir del 1 de septiembre la aplicación digital Max se incluirá en la lista de programas de preinstalación obligatoria en dispositivos electrónicos en 2025", sustituyendo a VK Messenger, reza el comunicado del servicio de prensa del Gabinete de Ministros citado por la agencia TASS.
Se prevé que la aplicación, que ganó un concurso estatal, se convierta en la base de un servicio multifuncional que incorpore servicios de redes sociales, administrativos e incluso de identificación personal.
Las autoridades defienden esta medida argumentando que la preinstalación facilitará el acceso de los ciudadanos a “comunicaciones seguras” y a servicios digitales estatales y empresariales, además de contribuir a la reducción de fraudes y estafas por mensajería.
El anuncio llega días después de restricciones a las funciones de llamadas en aplicaciones como WhatsApp y Telegram y en un contexto de creciente presión sobre servicios tecnológicos extranjeros.
Control estatal de las comunicaciones
A pesar de presentarse como una herramienta de seguridad y servicio público, expertos independientes advierten de que a través de Max los servicios de seguridad rusos tendrán acceso a las conversaciones privadas de los usuarios.
El Kremlin, que busca controlar el acceso a internet de los rusos, ha impulsado este nuevo servicio de mensajería, que ya se compara con la china WeChat y que sería la alternativa a WhatsApp, aplicación incluso amenazada de cierre.
WeChat es un servicio de mensajería unificado que, según Amnistía Internacional, está sometido a vigilancia estatal y contribuye a limitar la libertad de expresión en el gigante asiático.
Los expertos sostienen que el objetivo del Kremlin es controlar aún más los canales de comunicación de sus ciudadanos para aumentar la censura, especialmente después de que Putin llamara a "estrangular" a las empresas tecnológicas occidentales.
Paralelismos con el modelo chino
China ha desarrollado durante años un ecosistema digital centralizado alrededor de aplicaciones como WeChat y plataformas estatales que combinan mensajería, pagos, servicios administrativos y sistemas de identificación.
Estos servicios operan dentro de un marco legal y técnico diseñado para facilitar el filtrado de contenidos, la vigilancia y la rápida eliminación de información considerada sensible.
Herramientas como la inspección de tráfico, la cooperación obligatoria de empresas tecnológicas con agencias de seguridad y el almacenamiento de datos en servidores locales permiten al Estado monitorizar comunicaciones y aplicar sanciones por disidencia o desinformación.
Rusia parece estar reproduciendo varios de estos elementos: obligar a preinstalar una aplicación oficial en todos los dispositivos facilita la implantación masiva del servicio; integrar identificación y trámites administrativos lo convierte en una puerta de entrada a datos personales; y las exigencias técnicas y legales impuestas a la industria, como el almacenamiento local de datos o puertas traseras para fuerzas de seguridad, reducirían la capacidad de los usuarios para comunicarse fuera del control estatal.
Además, limitar funciones de llamadas en aplicaciones extranjeras y amenazar con bloquear competidores crea un incentivo práctico para que la población migre a la opción nacional.
Riesgos para la privacidad y la libertad de expresión
Organizaciones de derechos humanos y expertos en ciberseguridad advierten sobre varios riesgos: la interceptación de mensajes, la recopilación masiva de metadatos (quién habla con quién, cuándo y desde dónde) y el uso de esta información para vigilancia política, persecución o censura.
La integración con servicios de identificación también facilita la vinculación de mensajes concretos a personas reales.
En contextos donde la separación entre agencias estatales y operadores privados es limitada, el marco técnico y legal puede convertirse en una herramienta eficaz para limitar la disidencia y controlar la narrativa pública.
Contexto geopolítico y tecnológico
La adopción de este tipo de medidas se inscribe en una tendencia global en la que Estados autoritarios (y algunos democráticos) buscan mayor soberanía digital: control sobre infraestructuras, datos y plataformas.
China fue pionera en escalar ese modelo y en exportar ideas, tanto técnicas como legales, sobre ciberseguridad, filtrado y regulación de plataformas.
Rusia ha ido incorporando normativas y prácticas similares, aceleradas por tensiones con Occidente y la búsqueda de mayor resistencia frente a sanciones y bloqueos.
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