El destino definitivo de la Bruja Avería
Es 'La bola de cristal'
Los Electroduendes de 'La bola de cristal' acaban en un museo levantino
La Bruja Avería y su pandilla de Electroduendes de La bola de cristal se han instalado de manera definitiva en el Museo Internacional de Títeres de Albaida (Valencia) tras más de dos años de negociaciones, restauración y catalogación de estos títeres protagonistas del programa juvenil de los sábados a mediados de los años 80.
La presentación oficial de las marionetas ha sido acompañada de una serie de actividades como talleres de títeres, jornada de puertas abiertas y visitas teatralizadas. Los títeres son las piezas originales que confeccionó el marionetista Alejandro Milán, a partir de los diseños de Miguel Ángel Pacheco y la idea de Lolo Rico, fallecida directora del programa de humor y música que marcó a su generación.
“Los Electroduendes llegaron a nuestras vidas en un momento en que la sociedad necesitaba espacios de libertad y cultura; por eso, La Bola de Cristal fue una verdadera herramienta disruptiva en aquellos años”, recuerda el alcalde de Albaida, Josep Albert, quien destaca que ahora sus vecinos cuidarán de ese patrimonio para que las futuras generaciones conozcan lo que significó este programa.
La directora del museo, Julia Rodríguez, ha destacado la importancia del trabajo de aquel equipo de TVE, así se contó con un vídeo con Miguel Ángel Valero, intérprete del Inspector Mantequilla en dicho espacio y que es más recordado aún por ser el Piraña en Verano Azul.
También agradecieron la labor del museo Isabel y Santiago Alba Rico, guionistas del programa e hijos de su directora, Lolo Rico, y el restaurador de los títeres, Juan Villa.
Cuando falleció Lolo Rico en enero de 2019 esta fue la semblanza que escribió Francisco Andrés Gallardo en este periódico:
Viva el mal, viva el capital
La consigna de la Bruja Avería sería una osadía en un contenido dirigido a los niños de hoy. Sería también igual de incómoda su ironía entre los adultos españoles de hoy, tan infantilizados. La bruja de maldad inofensiva de La bola de cristal reunía los conceptos fundamentales de cómo Lolo Rico concebía sus programas: inteligencia, humor y entretenimiento. Rico, fallecida en San Sebastián a los 84 años, fue madre de siete hijos pero deja huérfanos a una generación de cuarentones (y unos cuantos años más) que veían en pijama los sábados matinales de una TVE que terminaba de sacudirse de la tripa las migajas del franquismo y se convertía en una televisión pública europea, acorazada ante la futura presencia de las privadas. La bola estuvo de 1984 a 1988, período glorioso del felipismo, vacunado entonces contra el desencanto y el desaliento. Todo lo que se planeó en los 80 españoles funcionó mientras duró la fiesta. En los 90 el plan se trastocó por completo sobre lo previsto.
La bola de Rico era hija de todas las criaturas de una veterana escritora y guionista para niños, de incansable actitud feminista y progresista. Lo entretenido no tenía que ser vacío y eso se trasladó a sus programas con un matinal donde los Electroduendes especulaban con el marxismo, Faemino y Cansado explotaban con su surrealismo y todos los intérpretes de la Movida (Alaska, grandiosa; Pablo Carbonell, Gurruchaga, Radio Futura, Gabinete Caligari) se prestaban a lo que hiciera falta. Kiko Veneno como Frankenstein estaba para comérselo.
Lolo, avanzada unas décadas al pulso de su tiempo, dejaba hacer y se ponía su pato (vivo) bajo el brazo para hacer sus cuestionarios ilustres. A los niños se les podía hablar de todo y los padres de entonces estaban en la inopia.
La bola de cristal fue una propuesta del director general José María Calviño, que ya meses antes había tenido un dolor de cabeza con el Me gusta ser una zorra de Las Vulpes en el Caja de ritmos, de Carlos Tena, en las renovadas mañanas de los sábados. Un infantil revolucionario era opción más aconsejable para airear una franja hasta entonces pazguata.
La fallecida creadora en Radio Nacional avanzó en su experimentación audiovisual con Dola, Dola, tira la bola. Premonitorio en su nombre, un espacio vespertino donde una señora de pueblo rodeada de mascotas recibía visitas, premio Ondas 1977.
Los 70 estaban avanzados y en esos personajes radiofónicos estaba el alma Marta, Popy y Manzanillo. Eran una muñeca, una calabaza y un burro de peluche, los primeros recuerdos televisivos que tenemos muchos españoles nacidos en los 60. En 1971, importada de la BBC (varios siglos antes de que surgiera el Brexit en una isla cateta), en la TVE del tardofranquismo aparecía la llave de La casa del reloj.
Un espacio preescolar (heredero del también británico Jardilín) donde Rico dejó su impronta. Aquella casa fue cantera de presentadores (Pedro Meyer, María Luisa Seco, Paula Gardoqui y Miguel Vila, en la foto de abajo, Manuel Portillo o Mercedes Ibáñez) y factoría de ingenio.
La también revolucionaria TVE de Fernando Castedo, en 1981, (en el remate de la transición, con la agonía acelerada de UCD) debía contar con Lolo Rico. Sin apenas presupuesto y con rotación semanal de invitados puso en pie La cometa blanca. Era la continuación de un proceso de progreso junto a otros contenidos para niños en TVE que fueron refugio de nombres malditos, frente a una censura que se desbocaba en los contenidos para mayores.
Así sucedía con los guiones de Un globo, dos globos, tres globos (1974-1979), donde apareció la poetisa Gloria Fuertes, se afianzó María Luisa Seco y, en Cuentopos, aparecían Rosa León, Juan Diego o Tina Sáinz. Verónica Forqué también debutó aquí en TVE.
La cometa, entre 1981 y1983 (cuando llegó el Barrio Sésamo de Espinete) fue la cuenta atrás de La bola de cristal donde Rico y su equipo terminaron de desanudar todas las normas que sujetaban a la televisión en España. Por unas horas y por unos años todos jugamos a ser lo que no éramos. Viva el mal, viva el capital... Viva la imaginación.
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