'Locomía', qué había realmente debajo de las hombreras
Docuserie
Movistar Plus + ha rescatado aquel fenómeno de hace más de 30 años que deslumbró a medio mundo con sus abanicos
Condenado a tres años de cárcel un ex miembro de Locomía por tráfico de drogas
A La mini-docuserie Locomía que se estrenó el pasado día 22 en Movistar Plus + hace descubrir a las nuevas generaciones un conjunto que conocían a través de tópicos, referencias sueltas en vídeos y que no terminaban de ubicar en un contexto. Para los que tenemos aún más recuerdos que edad este repaso a golpe de abanicazos nos describe con las gafas de cerca cómo se vivía en los 80 y cómo una performance ibicenca que se convirtió en un jugoso y fugaz producto de marketing. Para unos eran un grupo de homosexuales (estos tiempos aconsejan no entrar en términos más apretados). Para otros una panda simplemente rara y para los de más allá, sobre todo en el público americano, un grupo de efebos procedentes de otro tiempo. Tal vez de otro mundo.
Lo más aconsejable ante la música machacona de Locomía era dejarse llevar por el momento, sentirse en el mejor verano de nuestras vidas y agarrar el cubata con fuerza para con la hipnosis no manchar la fea camisa hawaiana.
Locomía fue el invento de un tal Xavier Font, un tipo con ínfulas y ambición de postureo que creó unos suaves pikiblinders con hombreras galácticas que suscitaban tanto asombro como envidias en la Ibiza blanca, blanca en todos los aspectos, del acid house.
Hubo un productor musical con olfato, José Luis Gil, que le puso música a estos jóvenes atractivos, gurús del Hamelin noctámbulo, que trazaban la frontera de los 80 de la Movida a los 90 de la electrónica posmodernidad.
Entre ambos creadores se produce un choque de egos y pareceres que se llevó por delante prematuramente la locura abanicada. Y en medio, los componentes, reducidos a imagen y mercancía, lo que en definitiva era esta panda picuda que no podía revelar su sexualidad. Ahora todos tienen arrugas bronceadas y el tiempo les olvidó. En los tres episodios se imprimen las evidencias de quién fue el peor de todos ellos, el peor para todos.
Jorge Laplace dirige esta sobrecogedora panorámica que huye de la hagiografía. Tres entregas que se ven en un santiamén, entre sonrojos de algunos testimonios y que merecía algo más de calado histórico sin culpabilizar en complejos colectivos.
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