El acontecimiento televisivo que hizo famoso a Manolo el del bombo (y no fue el Mundial 82)
Biografía
El animador de la selección española estuvo casi medio siglo acompañando al equipo
Muere Manolo el del Bombo a los 76 años
La imagen viral de Manolo el del Bombo en la hermandad de Santa Cruz
Manolo estrenó en la pasada Eurocopa un bombo reluciente y nuevo, aunque ahora había afinar la vista en las retransmisiones para pillarlo entre el mar de camisetas, disfraces y pancartas. La Federación lo arropaba, pero entre tanto jaleo costaba ya dar con él. Sigue siendo el eterno jugador número 12, un dorsal que comparte con esa afición sevillana de las remontadas épicas y las goleadas que retumban en los recuerdos. Manolo, que ha fallecido en esta semana en su domicilio, sus familiares se lo encontraron muerto en este festivo jueves, forma parte de aquellos que animaban a la selección desde los primeros tiempos del color, hace ya 46 años. El juego cambió mucho, España encandenó títulos que parecieron imposibles durante lustros y en todo ese tiempo Manolo y su bombo fueron inamovibles entre cambios de jugadores y seleccionadores. Hasta sus 75 años estuvo viajando allá donde iba La Roja, un nombre mucho más reciente, por Luis Aragonés, en la gloriosa Eurocopa del 2009.
Para que Manolo se convirtiera en emblema de la selección tuvo que pasar algo grande, algo que lo catapultara a la fama internacional. Y eso ocurrió hace justo 45 años, cuando el Mundial de Naranjito era todavía una previsión incierta (creíamos que íbamos a ganar el Mundial y que todos nos íbamos a hacer de oro con los visitantes), cuando la victoria en Malta era una quimera y un título mundial, pura fantasía. Pero ahí estaba ya Manolo, dando la tabarra con su bombo. Pom pom
Y fue en la Eurocopa de 1980, en Italia. Los estadios, desolados, parecían mausoleos de cemento. Los realizadores, aburridos en los parones, no sabían dónde apuntar las cámaras. España debutaba con brío ante Italia, pero, fiel a su tradición, se desinflaba frente a Bélgica e Inglaterra en esas citas donde siempre prometía más de lo que daba. Y entonces, entre el tedio, aparecía él: un tipo de camiseta roja, subiendo y bajando gradas, aporreando su bombo sin descanso. Cada cinco minutos, entre jugadores en el suelo, balones perdidos o córners que se eternizaban, la RAI italiana lo enfocaba. Tres partidos le bastaron para hacerse leyenda.
Manolo Cáceres, nacido en un rincón de Ciudad Real y afincado en Zaragoza por entonces, se convirtió en icono gracias a esas cámaras italianas. Sufrió como nadie las decepciones de cuartos y más allá, desde 1979 hasta 2008, cuando la Eurocopa de Austria y Suiza se rindió al tiki-taka de Aragonés. Siempre con su bombo, aunque nunca brilló tanto como en aquel 1980. Con el Mundial 82 a la vista, su figura despegó del todo. El Mundial 2030, quién sabe, podría ser el broche perfecto para este hincha incansable que se fue dejando los ahorros en cada viaje. Solo falló en Catar 2022, donde la Federación le tenía billete y entrada, pero se quedó sin techo. Jubilado pero nunca de ir a los estadios, los problemas de salud, un accidente vascular y varias operaciones del corazón, han terminado de derrotarle en este partido
En tiempos en que los españoles no vestían masivamente los colores de la selección, lo de Manolo era una mezcla de pintoresco y agotador. Su fama en 1980 explotó en un torneo marcado por el escándalo del Totonero, las quinielas amañadas que llenaban bolsillos de apostadores y jugadores corruptos. Los estadios, vacíos por el desencanto, amplificaban su tamborileo constante. Aunque no se le viera, se le oía, nítido, en la soledad de las gradas. Aquel lío mandó al Lazio y al Milan a Segunda, inhabilitó al portero Albertosi y dejó a Paolo Rossi, la gran promesa italiana, tres años en el banquillo. Volvió justo para ganar el Mundial 82 con Italia.
Manolo se hizo símbolo en esa Eurocopa de boicot y cemento, cuando la selección apenas movía masas. Tras la decepción del Mundial 82, el interés tocó fondo, pero entonces llegó Miguel Muñoz, su flor, la goleada a Malta y una final en 1984 ensombrecida por el desliz de Arconada. Todo empezó en 1979, en Nicosia, ante Chipre, un partido clave que llevó a España a Italia. Lo que nació como un arrebato se convirtió en una odisea perpetua: Manolo, su bombo y la selección, inseparables. Su fallecimiento no da una pena que nos pellizca en la nostalgia.
También te puede interesar
Lo último