La estampita televisiva

La tele, el medio de mayor influencia en la población, se convierte en el escaparate ideal para fabricar engaños a gran escala, montajes, mentiras y bulos

F. A. Gallardo

20 de octubre 2009 - 09:40

Lo que tenía en las yemas de los dedos era una sustancia, con componentes de aluminio, que degradaba en frío el acero inoxidable de los cubiertos. En la noche del 6 de septiembre de 1975 España entera se paralizaba con los poderes del israelí Uri Geller en el programa Directísimo de José María Íñigo. No era algo sobrenatural, era magia, química. El ‘mentalista’ Uri doblaba y rompía las cucharas con unos polvos y ponía en marcha los relojes con unos microimanes colocados en las palmas. Lo sentimos, era un montaje. Con la sugestión de millones de españoles. Y se desbarata así uno de los mitos sentimentales de los años 70.

La televisión, el medio de las masas, tan dado a la espectacularización de todo lo que toca (y más en el nuevo siglo), es proclive al efectismo, y por ello, a la trampa, como aquellas rudimentarias provocaciones de los periódicos de Hearst. A finales de los años 50 tuvimos en una España que bostezaba una gata con alas de vida efímera, pero no hay que remontarse demasiado lejos para recordar la conmoción que causó un geyperman que a través de un vídeo se convirtió en un soldado secuestrado en Iraq o el caso del niño de 13 años que se falsamente se había convertido en padre en el Reino Unido. Ya lo rugía Walter Matthau en Primera plana, “que la verdad no te estropee nunca una buena noticia”. Aunque sea un bulo. Un bulo que se convirtió en psicosis como la que soterradamente vivimos en febrero de 1999 con la niña, el paté, el perrito Ricky y Sorpresa, sorpresa. El comentario de lo que nunca ocurrió surgió en el radiofónico Hablar por hablar de la SER. Cuatro días más tarde el director del programa de Antena 3, Giorgio Aresu, y la presentadora, Concha Velasco (no Isabel Gemio, como evoca la memoria popular) tuvieron que desmentirlo en rueda de prensa y presentarse con una cinta completa de la noche.

En el otro margen, a lo Orson Welles, Joan Ramón Mainat fue despedido de TVE cuando en la primavera del 91, para demostrar lo impresionable que es el espectador, en el programa Camaleó (sólo para Cataluña) dramatizaba un golpe de estado en la URSS, del que se hicieron eco los periódicos, pero que se hizo realidad pocos meses después.

Herederos de los montajes de toda la vida en las revistas, los famosetes tienen un recurso económico en los programas del corazón. Los anónimos pueden arriesgar su minuto de gloria en los programas de testimonios o en emociones prefabricadas como las deMujeres y hombres. Yla mayor estampita de la televisión: los concursos call TV. Llama... y pierde.

Los padres del niño del globo se enfrentarán a la Justicia

Los padres de Falcon Heene, el niño de 6 años cuya falsa odisea en un globo volador tuvo a Estados Unidos sin aliento el jueves, están “prontos para entregarse” a la Policía, indicó el abogado de la familia el lunes a la cadena NBC, insistiendo en la presunción de inocencia. “He llamado a la Policía de Larimer. Le dije (a los investigadores): ‘Ellos (la pareja) están prontos para entregarse, en cuanto me llamen. En 10 minutos los tendrán en su oficina”. Este procedimiento permitiría, según Lane, evitar que los niños vean a sus padres esposados y llevados por la Policía. Richard y Mayumi Heene se deberán enfrentar la Justicia por haber hecho participar a un menor en un delito y por difundir informaciones falsas, en lo que ha sido la última pifia televisiva. El abogado de la pareja rechazó las acusaciones el lunes, denunciando el linchamiento mediático de sus clientes.

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