TV-Comunicación

Cuando mandaba Cánovas

  • Los medios de comunicación y la tecnología de 1981 resultan decimonónicos si echamos la vista atrás.

Un televisor, tal vez uno de los incipientes aparatos en color, pillaba un par de cadenas que emitían apenas unas horas al día. Sin horario matinal, con cierre a media tarde, y que se despedían a medianoche. Sólo existía TVE y algún loco podía haberse gastado una fortuna en una parabólica inservible. Una radio con la FM casi desocupada, con cinco cadenas con programación local casi en su totalidad, que hasta cuatro años antes conectaban por obligación con Radio Nacional. Los periódicos de Madrid llegaban al quiosco, con suerte, pasado el mediodía. La música era en vinilo; el cine, asequible, era en salas multitudinarias; la foto era un lujo algo snob; una "conferencia" por teléfono (fijo, claro) más allá del mapa provincial era una odisea; y los ordenadores, mastodontes cibernéticos, eran raros objetos de grandes empresas y elementos de la ciencia ficción. Toni Alcántara y sus ingenuos coetáneos vivían en el siglo XX pero al cabo de estas aceleradas décadas se nos antojan seres del siglo XIX. Nosotros mismos parecemos del XIX.

Tejero fue un remedo de los pronunciamientos decimonónicos, de una España todavía alejada de Europa, medio autárquica, que recién había probado la democracia moderna. 1981 está ahí al lado, pero en realidad queda muy lejos. España no es la potencia que creíamos a principios de este siglo, pero ya dejó de ser aquella nación artrítica que tuvo que esperar siete horas para escuchar al jefe del Estado, entre Prado del Rey tomado por los militares y un desplazamiento a la Zarzuela que se hizo eterno. La España de 1981 parece la de Castelar y Cánovas del Castillo: el país de unos abuelos que nunca conocimos. Cambios radicales que antes se larvaban en siglos los hemos vividos en unos decenios . La tecnología puso todo patas arriba un ratito antes de que llegaran los especuladores.

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