En los últimos meses he localizado a  la periodista María San Juan en los créditos del programa de la Defensora de la Audiencia, RTVE responde, un formato de media hora de emisión mensual, donde ejerce de editora. La imaginé haciendo un tándem perfecto con María Escario. Para mí María San Juan es uno de los grandes iconos de TVE, entiéndase, delante de las cámaras, no detrás; una de esas presentadoras dotadas de una personalidad y una verosimilitud a la hora de comunicar inquebrantables.

Su perfil siempre fue serio, riguroso, poco dado a la broma y la ironía, que tan buen juego le da a María Escario. Estoy hablando, quede bien claro, en la pantalla. La de María San Juan siempre fue una imagen más dura, y conste que en mi baremo particular figura entre las diez mejores presentadoras que ha tenido TVE en los últimos 50 años. Otra de ellas, no es ningún secreto, fue su paisana Susana Roza, de idéntico perfil: una asturiana más bien seria que presentaba los informativos con una corrección difícil de superar y que después, en retransmisiones en directo como los premios (entonces) Príncipe de Asturias aguantaba el tipo sin sufrir el más mínimo titubeo. Unas tienen la fama y otras cardan la lana.

A María San Juan la pude conocer personalmente gracias a un amigo común en el Festival de Gijón de los primeros noventa, sin la incomodidad de tener que presentarme como el crítico de televisión que ya ejercía. Así pude ver cómo era la persona y no el personaje que comparecía en el plató de televisión. Entre otros hitos, fue la primera presentadora que tuvo La aventura del saber en 1992. A Susana Roza tuve que conocerla, qué remedio, telefónicamente. Resultó el encanto que imaginaba. Grandes maestras del gremio periodístico.

Si yo tuviese responsabilidades en el equipo directivo de TVE las hubiese visibilizado y sacado el rendimiento merecido.