La memoria colectiva lo relaciona con un sobre y un rotundo gesto con la mano extendida. "A jugaar". Era un elegante cascabel, un caballeroso tahúr, cuyo nombre evoca la radio y la televisión, sinceras y comerciales, del entretenimiento de los años 70 y 80. El valenciano Joaquín Prat, nacido en 1932, llegó tarde a  la comunicación, pero tuvo en los años 60 una carrera meteórica que le llevó de ser meritorio en la emisora de su tierra de Radio Nacional a convertirse en una de las estrellas de la Cadena Ser, en sus madrugadas, en el matinal madrileño y en Carrusel deportivo.

Su oportunidad televisiva le llegó en 1968, para ponerse al frente del primer concurso que se convirtió en fenómeno social, Un millón para el mejor. Sus voluntariosos concursantes, que respondían preguntas y acometían pruebas de  habilidad que nos despertarían ternura, eran héroes nacionales. Joaquín ponía la sonrisa y el maletín. Formó así un dúo estelar con Laura Valenzuela, en 1969, en Galas del sábado, el primer gran show nocturno de TVE, que se repitió en años sucesivos con otros nombres. En Canción 71 incluían un predecesor de Operación Triunfo del que salió el cantante Basilio.

En Siempre en domingo fue cesado por su alto caché, porque Joaquín, eso sí, siempre se hizo valer, como cuando plantó cara y entrepierna a los periodistas que habían llegado a Radio Madrid con la instauración de los Servicios Informativos. Tenía todo el desparpajo del mundo y se comía a todas las paternaires que le ponían en el maratón Cosas de los viernes.

El cuestionado El precio justo, entre 1988 y 1993,  lo convirtió en la gran estrella de la cadena pública. Poco antes había dejado la Ser, ocupando su sitio Pepe Domingo Castaño en Carrusel. Con Miriam Díaz Aroca reeditó Noches de gala y su último programa fue el concurso ¿Cómo lo veis? Sufrió un infarto mientras grababa una entrevista con Lola Flores en Ay Lola, Lolita, Lola, el 6 de abril de 1995, falleciendo el 3 de junio.