Lo último de White
'Breaking Bad' se encamina hacia el final con un destino incierto para Heisenberg.
"No estoy en peligro Skyler, yo soy el peligro. Si llaman a la puerta de un hombre y le disparan, ¿piensas que ese seré yo? ¡No! Yo soy el que llama". Quién iba a imaginar que el tímido Walter White pronunciaría estas temibles palabras delante de su mujer. La metamorfosis del personaje de Vince Gilligan ha sido uno de los platos fuertes de Breaking Bad junto con un guión original. Muy lejos queda ya aquel triste y débil profesor de química, cuya vida se ve truncada por culpa de un cáncer terminal, de lo que se ha convertido ahora, en un cocinero y narco de metanfetamina azul que no entiende de ley o ética. Sólo le importa que su imperio crezca, cegado por el poder y el dinero.
Un imperio y un personaje que han ido evolucionando a lo largo de estas cinco temporadas y que ha servido para obtener el premio al mejor programa del año por los Critics Awards. La segunda parte de la quinta y última temporada, y que camina hacia el desenlace de la serie, comenzó el 11 de agosto en la cadena de pago norteamericana AMC y esta noche se proyecta el segundo capítulo de los ocho que la componen (y que esperan millones de internautas en todo el mundo). Esta quinta temporada se dividió en dos partes porque era la que más capítulos tenía, un total de dieciséis.
La soberbia transformación de Walter en Heisenberg, su álter ego, empezó a cocinarse el 20 de enero de 2008. El papel que interpreta un genial Bryan Cranston ha mantenido en vilo a millones de espectadores que esperan ansiosos un digno y merecido desenlace. La química entre Walter y Jesse Pinkman (Aaron Paul), un antiguo alumno suyo, ha conformado una de las parejas más emblemáticas y queridas de la televisión. Desde el primer capítulo, el correcto e inteligente uso de las cámaras para crear planos que transmitan el miedo y la incertidumbre que rodean a los protagonistas, la utilización de recursos técnicos para los innumerables cliffhangers y el vertiginoso ritmo que se le imprimió a partir de la mitad de la segunda temporada, han alimentado ese amor-odio que el señor Heisenberg nos ha infundido a muchos.
Lo cierto es que la serie también ha evolucionado y ha ido de menos a más. Muchos tendrán enmarcadas como favoritas algunas de las temporadas, otros pensarán que la serie ha adquirido un tono repetitivo, un bucle de drogas-dinero-poder, pero lo que no se puede negar es lo evidente: estamos ante una de las evoluciones de trama y personaje más completas, dinámicas y sorprendentes de una serie de televisión.
El ritmo lento y el clima de la historia en la primera temporada de siete capítulos obligaba a darle un voto de confianza a Breaking Bad. Los dos protagonistas nos sirven de referencia para establecer una comparación, pues el papel de mala influencia cambia de manos, donde Jesse pasa a ser el pelele de Walter. Ese joven toxicómano con unos conocimientos nulos de química y una máscara de joven problemático detrás de la cual esconde su inocencia y una moral, inocencia que su ex profesor y socio a su vez olvida.
Lógicamente, este cambio está justificado. Walter se preocupa en un principio por dejar solucionado el futuro de su familia tras enterarse de su enfermedad. La opción es poner en práctica sus conocimientos químicos para desarrollar un cristal puro y de calidad con el que obtener ganancias. Su socio, Jesse, tiene contactos en el mundo de la droga y poco a poco se sumergen en una espiral de crímenes y mentiras para ocultar su identidad. Su mujer, Skyler (Ann Gunn), vive la transformación como un calvario. De la pena que siente por su marido, al miedo que le transmite cuando se convierte en el narco que cocina cristal. Se agrava el duelo entre Walter y su cuñado, Hank Schrader, agente de la DEA obsesionado con cazar a ese misterioso cocinero de la metanfetamina. Desde Tuco y Héctor Salamanca hasta Gus Fring, Mike o Saúl Goodman, hemos asistido a una macroestructura en la que todos han estado implicados y han defendido sus intereses, pero White, con esa inteligencia y frialdad que va adquiriendo, pasa por encima.
El principio de incertidumbre de Heisenberg, el famoso científico alemán, es el que se cierne ahora sobre Walter White y el desenlace. Quedan siete capítulos para conocer el destino del irreconocible químico y los que le rodean. La segunda parte de la quinta y última temporada empezó como nos tiene acostumbrados. Gilligan sabe jugar con los medios de los que dispone y dota de significado y simbolismo a esta obra maestra. El desenlace se define como cerrado y a la altura de las circunstancias, según Gilligan. ¿Desaparecerá el imperio de Heisenberg junto con su protagonista o sacrificará a su familia para salvar el negocio? Lo que se ha prometido es que el final, guste o decepcione, no dejará indiferente a nadie.
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