Apuntes de Morante en el adiós a Valencia de Hermoso de Mendoza

Cuarta de abono de las Fallas de Valencia

El diestro de La Puebla se va de vacío en la cuarta de abono de las Fallas de Valencia

Gran toreo de Zulueta, que falla con la espada

Morante da un pase a su segundo toro de la tarde.
Morante da un pase a su segundo toro de la tarde. / EFE

15 de marzo 2024 - 20:38

Ficha del festejo

Dos toros, despuntados para rejones, de Carmen Lorenzo y El Capea, otros dos de Juan Pedro Domecq, en segundo y quinto lugares, y dos novillos de Alejandro Talavante (3º y 6º). Los de rejones, en tipo y cómodos de cabezas, resultaron nobles, con poca duración el primero y con mucha clase el segundo; de los toros de a pie, de correcta presencia, destacó la nobleza, con escaso fondo, del primero, mientras que el quinto se desfondó tras las varas. Entre los utreros, de finas hechuras, destacó la calidad y la nobleza del tercero, con un sexto que protestó con cierto genio.

El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, con casaca grana y plata: rejonazo trasero y descabello (silencio); rejonazo trasero contrario (oreja).

Morante de la Puebla, de corinto e hilo blanco: pinchazo y estocada atravesada (ovación); estocada desprendida atravesada (silencio con algunos pitos).

El novillero Nek Romero, de azul noche y oro: estocada desprendida (oreja con petición de la segunda); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras aviso).

El banderillero José Manuel Mas fue volteado por el tercero, por lo que fue atendido en la enfermería, donde no se le apreció herida pero de donde fue trasladado a su vez para someterse a estudios radiológicos.

Corrida mixta, cuarto festejo de la feria de Fallas, con dos tercios del aforo cubiertos (algo más de 8.000 personas) en tarde apacible.

El rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza y el novillero valenciano Nek Romero lograron trofeos en la corrida mixta celebrada este viernes en Valencia, cuarta de abono de la feria de Fallas, en la que Morante se fue de vacío.

El festejo, forzosamente variado, tuvo por eso mismo capítulos muy bien diferenciados, en tanto que no se vivieron con la misma emoción ni el mismo rigor los mejores momentos que lograron cada uno de los protagonistas.

Quien gozó de mayor apoyo del público fue el novillero de Algemesí, al que además le cupo en suerte uno de los astados más destacados de la tarde: ese utrero de la ganadería del torero Alejandro Talavante que se lidió en tercer lugar y que derrochó nobleza y clase en sus embestidas.

La faena que le hizo Nek Romero, premiada con una sola oreja, tuvo un buen nivel y, tras un ajustado quite por chicuelinas, estuvo marcada por el temple, la ligazón y la corrección, aunque para haber alcanzado el nivel exigido por el novillo se echó en falta un punto mayor de intensidad y de entrega del torero en el remate de los muletazos, antes de tumbarlo de una estocada desprendida pero fulminante.

Con el sexto, que acabó ciñéndose y protestando con genio, no logró redondear la tarde el valenciano, pese a su intento de remontar su deslucido esfuerzo con unas arriesgadas manoletinas de rodillas.

La otra oreja de la tarde la paseó del cuarto Pablo Hermoso de Mendoza, que se despedía del público de la plaza de Valencia en el que ha anunciado que será el año de su retirada de los ruedos.

Después de que su primero, de Carmen Lorenzo, se viniera pronto abajo por los efectos de un excesivo segundo rejón de castigo, la suerte compensó al navarro con un segundo murube de El Capea de gran clase y que no paró de galopar con el cuello descolgado en señal de máxima entrega.

La faena ecuestre de Hermoso resultó discretamente lúcida, pues jugó con maestría con la buena condición del astado, sobre todo a la hora de torear con la grupa de sus caballos, pero sin lograr una especial vibración a la hora de clavar las banderillas sin un gran ajuste. De ahí también ese medido trofeo que paseó.

Morante de la Puebla fue el único en irse de vacío, en tanto que su trasteo con el segundo de la tarde, un toro noble pero medido de raza y fuerzas de Juan Pedro Domecq, no aportó al encuentro la suficiente emoción. Aun así, el artista sevillano lo toreó siempre con suavidad y compás, como en el mecido quite a la verónica o en varias series de muletazos marcados por el reposo y el temple.

El quinto, además, se desfondó por completo tras el tercio de varas, tanto que apenas caminaba un par de metros tras la tela que le mostró Morante, que no dudó en abreviar ante la evidencia de lo imposible.

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