Flores con olor a torería en la Maestranza

El novillero mexicano, que cortó una oreja a ley y salió indemne de una cogida muy fea, impacta en la afición sevillana · El sevillano Luis Martín Núñez y el valenciano Miguel Giménez se marchan de vacío

Flores con olor a torería en la Maestranza
Flores con olor a torería en la Maestranza
Luis Nieto

30 de mayo 2011 - 01:00

GANADERÍA: Novillada de Salvador Guardiola, bien presentada, de juego variado y con el denominador común de la mansedumbre. TOREROS: Luis Martín Núñez, de sangre de toro y oro. Pinchazo, media y un descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio tras aviso). Miguel Giménez, de nazareno y azabache. Estocada casi entera (silencio). En el quinto, casi entera y tres descabellos (silencio). Sergio Flores, de blanco y oro. Estocada (oreja). En el sexto, cuatro pinchazos y dos descabellos (palmas tras aviso). INCIDENCIAS: Real Maestranza de Sevilla. Domingo 29 de mayo de 2011. Media entrada. Flores, tras ser cogido por el quinto en un quite, fue atendido en la enfermería de "contusión con varetazo corrido en zona pectoral, infraclavicular y cervical hasta rama mandibular derecha. Erosión en mucosa bucal y labio superior. Conmoción leve que recupera espontáneamente. En la exploración neurológica no se aprecia focalidad alguna, en principio se descartan lesiones óseas tanto de miembro superior como cervical, pendientes de confirmación con estudios complementarios. Se aconseja no continuar la lidia y estudios complementarios. Pronóstico: reservado. Firmado Octavio Mulet Zayas".

Desconozco si al final del festejo quedaría impregnado el albero de la Maestranza de la fragancia de la dalia, la flor nacional de México. Pero estoy seguro de que el mexicano Sergio Flores, que paseó el único trofeo -envuelto en su bandera-, embriagó el corazón de los aficionados sevillanos por su extraordinario valor y sus apuntes de torería. Porque torería no es ponerse bonito delante del toro o del novillo para dibujar pases y lances como si uno estuviera frente a un espejo. Torería es embraguetarse, pasarse los cuchillos afilados del astado rozando el cuerpo. Torería es llegar a la plaza de Sevilla con hambre de triunfos, como aquellos novilleros de antaño. Torería es colocarse en el sitio, citar y torear con verdad y dominio; o bien, con clase y con elegancia cuando la materia prima lo permite. Y torería ¡qué pena que cada día se tenga menos en cuenta! es también entrar en corto y por derecho para fulminar a la fiera con el acero, como rayo certero. Si todo eso es torería, ayer lo cumplió un joven mexicano de 20 años, que con tan sólo cuatro novilladas el pasado año, es un torero de futuro prometedor, que tras su paso por Madrid y Sevilla, se ha ganado el pasaporte para entrar en todas las ferias de postín de España. Porque, además, este Sergio Flores no es torero de polvareda, sino de plazas grandes.

La tarde, grisácea hasta el momento, cobró el color de la pureza, el del blanco y oro que vestía Flores, quien se enfrentó con un valor descomunal al mansísimo tercero, un astado muy berreón y de embestidas descompuestas, que desparramó la vista y se dolió en banderillas. Sin tanteos ni zarandajas, el mexicano aguantó una tras otras hasta tres coladas en tres tandas en las que atornilló las zapatillas. Con naturalidad, extraía al tiempo naturales de buen trazo. Dominador sutil, le enjaretó una fabulosa serie con la diestra, ligando muletazos de buen gusto. Y otra tirando del animal, ya muy rajado, que coronó con un soberbio pase de pecho. Se tiró de verdad para un estoconazo del que el novillo salió prácticamente muerto. Ganó una oreja a ley.

Flores, con esa ansia de novillero antiguo que he señalado, forzó hasta la lógica. Y ante el quinto, un toro por trapío, que ya avisaba desde su salida de su peligro, entró en el quite que le correspondía -no perdonó ni una de sus ocasiones- y lanzó la moneda al aire en unas chicuelinas ceñidísimas que pusieron el corazón en un puño al público. A la tercera, el novillo le propinó un fuerte varetazo en el pecho, del que quedó conmocionado y fue trasladado a la enfermería.

Aunque los médicos le recomendaron no continuar la lidia, Flores salió para estoquear al sexto novillo. El público, cuando le vio aparecer en el callejón, le tributó una ovación atronadora. El torero, demacrado, con la mirada todavía perdida y respirando con problemas, volvió de nuevo a la carga ante el sexto, un toro en trapío, de cornamenta exagerada, que derrotó constantemente por ambos pitones. Flores lo toreó muy bien a la verónica, rematando con un farol. En la muleta abrió con mayestáticos estatuarios, intercalando un cambio de mano. A partir de ahí, coladas y hachazos en una labor imposible para el lucimiento artístico, con dos desarmes y mal rematada con los aceros.

Luis Martín Núñez y Miguel Giménez se marcharon de vacío. El sevillano no dejó huella ante el desclasado que abrió plaza. Y con el manso cuarto se empleó en un trasteo muy dilatado que tampoco tuvo eco en el público. Por su parte, el valenciano concretó una labor digna ante el aparatoso y complicado segundo; y ante el quinto, un manso con trapío y malas intenciones, se justificó.

Es muy difícil vaticinar qué cotas puede lograr un novillero -y más sin estar placeado-; pero, de momento, este Flores, de inmenso valor, olía ayer a torería en la Maestranza.

stats