Toros

Joselito reina un siglo después: el 16 de mayo será el Día Internacional de la Tauromaquia

Joselito, vestido de luto, brinda un toro en la plaza de la Maestranza.

Joselito, vestido de luto, brinda un toro en la plaza de la Maestranza.

La sombra de Joselito, un siglo largo después de su trágica muerte en Talavera de la Reina, sigue siendo alargada. La fecha de esa cogida mortal, la del 16 de mayo, ha sido designada por la Fundación del Toro de Lidia para marcar cada año en el calendario el Día Internacional de la Tauromaquia. “Al igual que el resto de expresiones culturales, que tienen un día especial y señalado en el calendario para su celebración, desde este año la tauromaquia también contará con el suyo” ha explicado la propia Fundación a través de un comunicado después de cerrar el proceso de consultas que ha alumbrado esa fecha emblemática que sigue marcada a fuego en el almanaque sentimental de la tauromaquia.

Victorino Martín anuncia el Día Internacional de la Tauromaquia

El toro Bailaor, marcado con el hierro de la viuda de Ortega, acabó con la vida de Joselito a los 25 años y en la cúspide de su precoz magisterio. Se trata, advierte la misma nota de la FTL, de “una personalidad que encarna la excelencia y los valores de la cultura taurina y de una fecha que es desde entonces recordada todos los años con devoción por los aficionados taurinos en todo el mundo”. En esa línea Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, ha resaltado que “conmemorar la muerte de Joselito el Gallo celebrando precisamente en esa fecha el Día Internacional de la Tauromaquia, es un homenaje que se hace a toda una cultura, a una manera de entender la vida”.

La instauración del Día Internacional de la Tauromaquia, precisa la FTL, será un elemento más de su promoción y también, en palabras de Victorino Martín, “una fecha en la que la familia taurina de todo el mundo podamos celebrar unidos y en comunidad, orgullosos de nuestra cultura”.

Vigencia y simbolismo de una fecha

El 16 de mayo de 2020, hace casi cuatro años, se cumplió un siglo exacto de la trágica muerte de José Gómez Ortega en Talavera de la Reina. Se anunciaba como Gallito en los carteles; era el gran Joselito El Gallo; el llamado Rey de los toreros… La fecha sigue gozando de una impresionante carga taurina, pero también histórica, cultural, sentimental y hasta devocional. La figura de Joselito –una de las personalidades más atrayentes del primer cuarto del siglo XX en España- ha experimentado una extraordinaria revalorización en los últimos tiempos, especialmente a raíz de la publicación de su biografía definitiva a cargo de Francisco Aguado. Desde entonces la reivindicación del verdadero papel vanguardista del diestro de Gelves en el hilo del toreo no ha cesado.

Gallito lo fue todo en el toro. Además de alumbrar el camino por el que acabaría transitando el arte de torear hasta nuestros días, sentó las bases de la crianza y la selección ganadera; marcó las pautas organizativas del negocio taurino y hasta alentó la construcción de plazas monumentales para, de alguna manera, democratizar el toreo. Muchas de sus aportaciones ni siquiera pudo verlas. Su trágica y temprana desaparición –Gallito sólo tenía 25 años cuando aceptó torear en Talavera - frustró algunos de esos planes que le convertían, pese a su juventud, en la piedra angular del mundo taurino de su época.

No hay que olvidar su competencia –¿o habría que decir simbiosis?- con otro maestro fundamental para entender los modos que estaban por venir. Hablamos, cómo no, de Juan Belmonte. Junto a él formó aquella breve Edad de Oro que acabó sentenciada el 16 de mayo de 1920 en las astas de Bailaor, el toro burriciego de la Viuda de Ortega que inmortalizó a Joselito. Belmonte, en cualquier caso, contó con Chaves Nogales para alumbrar esa magistral biografía novelada que apuntaló al mito. José necesitó casi un siglo para recuperar el cetro –tantas veces amargo- que empuñó en vida.

Pero hay muchas más facetas, más o menos conocidas, que convirtieron a José Gómez Ortega en un hombre poliédrico y comprometido. Una de ellas fue su acendrada devoción por la Esperanza Macarena. El torero llegó a ser oficial en su junta de gobierno guiado de la mano del genial diseñador Juan Manuel Rodríguez Ojeda, reinventor de la estética de la cofradía de San Gil y hasta de la Semana Santa que estaba por venir. José y Juan Manuel –sin olvidar la influencia del canónigo Muñoz y Pabón- formaron un fructífero tándem que cristalizaría en algunas de las piezas más emblemáticas del culto y la devoción a la Virgen de la Esperanza. Muy cerca de Ella, en la plaza que toma su nombre, es recordado desde 2021 con la estatua que le fundió en bronce Manuel Martín Nieto.

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