Corrida de reencuentros
Balcón de Sol

EL Domingo de Resurrección, para el aficionado, es día de reencuentros. De reencuentros con la plaza, encalada y engalanada, con sus compañeros de localidad, y de reencuentro con su memoria personal. Recordará a aquellos que ya no están y a aquellos otros que, por las más diversas circunstancias, no podrán acudir. Este cronista intentará, día a día, contar lo que ocurre en la plaza y que, por la ceguera de la empresa, no se podrá ver a través de la televisión.
Es incompresible que no se televise en su integridad la Feria de Sevilla y que la empresa no haya sido capaz de encontrar una alternativa tras la espantada de One Toro. No es cuestión de dinero, Sr Valencia, está en juego la supervivencia de la fiesta. Urge buscar una solución y, desde luego, que por el sector en su conjunto así como por las diversas plataformas televisivas, dejando de lado sus intereses personales, se busque una solución sostenible. En breve, creo, vence el contrato de arrendamiento de la plaza. El pliego de condiciones para el nuevo contrato debería contemplar la obligación para el adjudicatario de la retransmisión íntegra de la temporada sevillana o, al menos, priorizar en la adjudicación a aquel ofertante que así lo ofrezca. Desde luego renovar por renovar a la actual empresa, sin un proceso competitivo y trasparente, no tiene sentido alguno y flaco favor le estaría haciendo la institución maestrante, que tanto bien hace a la fiesta, si actúa de esa manera.
Decepcionó la corrida de Núñez del Cuvillo. Bien presentada, fue mansa y descastada en todos los tercios.
Fue también día de reencuentro de Morante con su Plaza. Al romper el paseíllo el público, con la sensibilidad que solo tiene esta plaza, aplaudió su regreso a lo que el diestro de La Puebla correspondió saludando desde el tercio. La mansedumbre de sus toros impidió el lucimiento. No obstante, con esos aires de toreo antiguo, nos deleitó en su primero con unas verónicas ajustadas en el tercio y, después, con la muleta, siempre con la mano izquierda, mas allá de la segunda raya, hasta que el toro aguantó, con dos series de naturales llenas de pureza y clasicismo. Es una delicia para el aficionado ver como se coloca y ejecuta las suertes este matador. Al segundo, un toro manso, no lo quiso ni ver y abrevió para matarlo, saliéndose de la suerte, de una estocada trasera y cruzada. Poco pudo hacer Alejandro Talavante con los dos toros que le tocaron en suerte, mas allá de torear de manera mecánica y precipitada. Le cuesta mucho transmitir. Su toreo, muchas veces acelerado, echa en falta el reposo y temple, sobre todo con la mano izquierda, de sus grandes faenas.
La única oreja de la tarde la cortó Daniel Luque a su primer oponente. Luque se inventó una faena ante un toro inexistente echándose encima del toro buscando un efectismo más propio de otras plazas y que remató con una estocada desprendida que hizo al toro caer sin puntilla. La plaza, hace ya mucho tiempo que perdió el norte, pidió una oreja que el presidente no dudó en conceder . En otros tiempos no se hubiese pasado, quizás, de la vuelta al ruedo. Igual faena realizó a su descastado segundo si bien aquí no cortó pelo pues escuchó un aviso y mató de media lagartijera que hizo que el toro tardara en morir y el público, predispuesto, se enfrió. Hay que exigirle más a este torero, de una gran capacidad técnica y artística.
Al abandonar la plaza me acordaba de aquellos aficionados que no habían podido seguir la corrida y pensaba que, a lo mejor, habían tenido suerte. Para corridas así, podridas, mejor que no se retransmitan.
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