De Antonio Ordóñez a Morante: algunas historias goyescas...

El lujoso festejo rondeño, que promete ser rehabilitado en 2026 tras ser cancelado de nuevo por los problemas estructurales del histórico coso maestrante, sólo había sido suspendido en 1963, 2020 y 2024

Ronda volverá a quedarse sin su Goyesca en 2025

La Real Maestranza de Ronda clausura su plaza de toros

Deslumbrante paseíllo en la Goyesca de Ronda.
Deslumbrante paseíllo en la Goyesca de Ronda. / Arjona

En la historia más reciente Ronda se habrá quedado sin su Goyesca tres veces. Ya lo hizo en 2020 por mor de la pandemia. Pero el pasado año -Ventura, Morante, Talavante y Daniel Luque en un cartel que no se celebró- también iba a pasar en blanco por esas patologías estructurales que afectan a la Maestranza de Piedra, las mismas que han forzado a volver a dejar la fecha en blanco este 2025 con la promesa de rehabilitar el histórico festejo en 2026 tras la conclusión de las necesarias obras de rehabilitación.

No son las únicas interrupciones de un festejo inimitable que, en realidad, no nació con vocación de continuidad. La primera Goyesca, en 1954, conmemoraba el segundo centenario del mítico matador rondeño Pedro Romero y se planteó como una corrida concurso en la que alternaron Cayetano Ordóñez -el segundo Niño de la Palma- César Girón y Antonio Bienvenida, caracterizados con enormes patillas para evocar la atmósfera de finales del siglo XVIII. Los dos años siguientes ni siquiera se organizó.

Pero la idea iba a reverdecer en 1957 para cobrar definitiva carta de naturaleza en manos de Antonio Ordóñez -llegó a vestirse de majo en 18 ocasiones- que consagraría su continuidad hasta nuestros días. Desde entonces sólo se interrumpió por obras en la plaza en 1963, en coincidencia con la primera retirada del maestro que no dejaría de torear en Ronda en el 64 antes de su gloriosa reaparición formal del 65.

El Niño de la Palma, en sus últimos años, junto a su hijo Antonio Ordóñez en una de las primeras Goyescas de Ronda.
El Niño de la Palma, en sus últimos años, junto a su hijo Antonio Ordóñez en una de las primeras Goyescas de Ronda. / R.M.C. Ronda

Rebobinando: las primeras goyescas reeditarían el formato de corrida concurso del festejo inaugural. Ordóñez, que alternaría en esos años con toreros como Rafael Ortega, Julio Aparicio o Antonio Bienvenida, sólo fallaría a la cita en 1961 después de haber sido testigo de la alternativa de Rafael de Paula -su padrino fue Julio Aparicio- en la Goyesca del año anterior.

Pero el 64 iba a marcar el nacimiento de una nueva etapa: el maestro de Ronda volvería a ser fijo en los carteles en un lustro prodigioso que finaliza en 1969. Ha cambiado la baraja de toreros: repiten Bienvenida o Aparicio pero ya aparecen los nombres de Miguelín o Palomo Linares. Ordóñez, sin embargo, no comparecería en la Maestranza de piedra en 1970; tampoco en 1971, año de su auténtica retirada de los ruedos tras una desafortunada tarde en el Chofre de San Sebastián.

Peregrinación ordoñista

Lejos de la guerra de la temporada, Ordóñez volvería a prepararse a fondo para volver a su festejo más querido en 1972, mano a mano con Antonio Bienvenida. Llegó a matar más de 50 toros a puerta cerrada -concentrado en Estepona- antes de volver a enfundarse el traje goyesco. Se había encargado un nuevo vestido pero había adelgazado tanto durante esa concienzuda preparación que tuvo que combinar la flamante casaca blanca con la taleguilla celeste de un traje anterior. A los tres toros que había sorteado sumó el sobrero a puertas abiertas, cuajando los cuatro entre el delirio del público.

La Goyesca no se puede entender sin el espíritu que le otorgó el maestro Antonio Ordóñez.
La Goyesca no se puede entender sin el espíritu que le otorgó el maestro Antonio Ordóñez. / Archivo A.R.M.

Aquel año se inauguraba la penúltima época del maestro al frente de la Goyesca. Apartado del traje de luces, su comparecencia anual en la plaza de la Maestranza de Ronda se iba a convertir en una auténtica peregrinación de aficionados de todo el mundo. Los antiguos viajes de ida y vuelta en el expreso de Algeciras aún son añorados por los viejos fieles de la religión ordoñista que lo vieron alternar con matadores de la talla de Paquirri o Paco Camino -los más habituales de este periodo- además de Curro Romero o Manzanares, que se convertiría en base de las goyescas de la década siguiente.

Gloria y ocaso del maestro

Ordóñez volvería a tomar distancia entre 1978 y 1979. Los carteles experimentaron un extraño bajón de calidad que se recuperaría por completo en 1980, año del recordado mano a mano entre el mismísimo Ordóñez y su yerno Paquirri que dejaría para la posteridad la foto de ambos, dando la vuelta al ruedo con los pequeños Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez. El maestro volvió a sumar el sobrero y la acostumbrada apoteosis.

Ordóñez y Paquirri junto a Antonio Bienvenida en la Goyesca de 1973.
Ordóñez y Paquirri junto a Antonio Bienvenida en la Goyesca de 1973. / Martín

Pero ésa iba a ser la última Goyesca del genio de Ronda, que también tenía previsto actuar en la de 1981 aunque se hizo sustituir por el mismísimo Manuel Benítez El Cordobés, con el que nunca llegó alternar de luces. No había sido un año grato para Ordóñez, que había intentado volver a los ruedos espoleado por los retornos jubilosos de toreros como Manolo Vázquez o Antoñete. El maestro había sufrido un tremendo golpe en los entrenamientos previos que agravaron las secuelas de una antigua lesión. No pudo reaparecer en Málaga, tal y como estaba previsto, y las sucesivas y desgraciadas actuaciones en Palma de Mallorca y Ciudad Real le hicieron desistir de su propósito. No volvería a ponerse delante de un toro.

El genial rondeño no abandonó la corrida goyesca pero no volvería a vestirse de majo. Se consagró a la función de organizador de un evento al que le costaría recuperar su ausencia, el aura de su irrepetible personalidad. Lo consiguió en 1987. Paco Ojeda se encerró aquel año con seis toros de Torrestrella y cuajó de cabo a rabo a un gran ejemplar, llamado Bulería, marcado con el hierro de Torrestrella. La Goyesca recuperaba su fulgor pero la peste equina estaría a punto de dar al traste con la de 1989 -Manzanares, Espartaco y Litri en el cartel- salvada gracias al empeño del propio maestro, que encontró una yegua torda con la que se picó toda la corrida a base de derribos.

Ordóñez y Paquirri dan la vuelta al ruedo junto a Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez en la
Ordóñez y Paquirri dan la vuelta al ruedo junto a Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez en la / Archivo A.R.M.

Cambio generacional

En 1994 -Joselito, Finito y Barrera vestidos de goyescos con Vidrié a caballo- se marca un nuevo cambio generacional en la terna. Francisco Rivera Ordóñez, nieto del maestro de Ronda, actuó por primera vez en 1995. En 1997 fue el estreno de Morante y en el 98 cumplió su primera Goyesca José Tomás. Fue la última organizada por Ordóñez que ya delataba las huellas del cáncer. Murió en vísperas de la Navidad de aquel año legando a su nieto el peso de la organización y el alma de la fiesta.

Francisco Rivera, el último Paquirri, a hombros de su hermano Cayetano el día de su despedida en Ronda.
Francisco Rivera, el último Paquirri, a hombros de su hermano Cayetano el día de su despedida en Ronda. / Arjona

Bajo la batuta de Francisco Rivera Ordóñez llegaría un cambio de rumbo. El universo humano que rodeaba a su abuelo sería sustituido paulatinamente por el entorno de Francisco, que otorga su propia personalidad al evento. Lo social y lo taurino se alían en un ambiente que alcanza a su cenit en la alternativa de Cayetano -que siempre ha dado lo mejor de sí mismo en Ronda- mano a mano con su hermano en la goyesca de 2006.

Morante, banderilleando sentado en una silla en su encerrona goyesca de 2013.
Morante, banderilleando sentado en una silla en su encerrona goyesca de 2013. / Arjona

Manzanares hijo se iba a convertir en esos años en otro torero ahijado por la Goyesca aunque Morante se lleva los titulares más rutilantes al encerrarse con seis toros en 2013, recién salido de la convalecencia de la cornada de Huesca y después de reconciliarse con el propio Francisco a colación de la polémica que siguió a la concesión de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes al mayor de los Rivera. Francisco, precisamente, iba a escoger la Goyesca para despedirse de la profesión en la corrida coral de 2017. Se abría un nuevo tiempo que reforzaba el aura de Morante -recentísimamente condecorado con la Medalla de Oro de la Real Maestranza de Ronda- como torero goyesco por antonomasia, reforzado por la elección de impresionantes ternos dieciochescos. El año que viene promete su presencia.

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