Rafa Serna: "Si no mato al sexto en Madrid me habría quitado del toreo"

ENTREVISTA

El diestro sevillano confirmó su alternativa en la plaza de Las Ventas cortando una valiosa oreja que unida al placet de los profesionales ha revalorizado una carrera que había caído en el olvido

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Rafa Serna recibió los trastos de manos de Urdiales y en presencia de Roca Rey, que fue pieza clave para incluirle en el cartel.
Rafa Serna recibió los trastos de manos de Urdiales y en presencia de Roca Rey, que fue pieza clave para incluirle en el cartel. / EFE

El teléfono de Rafa Serna echa humo. Su confirmación de alternativa en Madrid de manos de Diego Urdiales y en presencia de Roca Rey se saldó con una oreja del sexto pero, sobre todo, con ese secreto placet de los profesionales que trasciende de cualquier trofeo. La generosidad del peruano, precisamente, fue clave para abrir un cartel que, el propio diestro de la Costanilla, había marcado como un punto de no retorno en su vida taurina, veinte meses después de vestirse de luces por última vez. Había que lanzar la moneda: salió cara...

Pregunta.–¿Es verdad que pensaba dejarlo si no hubiera pasado nada en Madrid?

Respuesta.–Tenía fe en mí, creía en la posibilidad de ser un torero importante, de vivir de esto. Pero esta corrida de toros, después de tanto tiempo y según se iba acercando la fecha… Se lo dije a mi gente más cercana, a mi madre, a mi pareja, mi cuadrilla… Podía ser la última y si no pasaba nada me iba a quitar. Podía pasar pero, afortunadamente, no ha pasado...

P.–Las tornas han cambiado radicalmente

R.–Era un torero olvidado por más que hubiera buenos aficionados que me estimaran y me pudieran echar en falta. El covid me hizo mucho daño, fui uno de los toreros a los que más afectó justo en el momento en el que podía dar el salto. El mero hecho de estar en boca de la gente después de haber dado la dimensión que he dado en San Isidro… Los aficionados me han vuelto a ubicar y se ha llevado una imagen distinta a la que tenían de mí y comienzo a asomarme de ese pozo. Esto tiene que darme la oportunidad para seguir escalando posiciones. Será poco a poco.

P.–Sorprendió la forma de afrontar la corrida: la seguridad, la serenidad y el convencimiento interior. A veces dicen que todo eso nace cuando uno no tiene nada que perder.

R.–Pero podía perderlo todo. No quería dejar de ser torero. Mi vida siempre ha sido el toro y un día, hablando con Luis de Pauloba, le comenté que tenía miedo de que fuera mi último invierno como torero. Hubo momentos de pasarlo muy mal antes de la corrida pero cuando empecé a vestirme nació algo en mí. Iba flotando, con una seguridad inmensa, y disfruté la tarde muchísimo. No hubo ningún momento en el que me pudiera la presión.

Un día, hablando con Luis de Pauloba, le confesé que tenía miedo a que fuera mi último invierno como torero"

P.–¿Y si hubiera pinchado ese sexto toro?

R.–Me hubiera quitado. Y lo pensé cuando Andrés estaba toreando el quinto. La corrida no estaba sirviendo y me iba a tener que quitar. Si no hubieran asomado los pañuelos lo hubiera hecho.

P.–Pero dar esa impresión después de 20 meses sin vestirse de torero…

R.–Es que estaba muy a gusto. Se lo decía a Curro Robles, mi banderillero: me está faltando toro. Él ya me lo había dicho en los entrenamientos, que estaba teniendo mucho poder en el campo. Se lo dije a Fernando del Toro después de un quite: hoy estoy bueno, buenísimo…

P.–Esa plenitud en la cara del toro estuvo precedida del viaje en solitario, conduciendo su propio coche, desde Sevilla a Madrid. Fueron horas duras…

R.–Hubo dos momentos críticos. En el viaje a Madrid hubo 150 o 200 kilómetros en los que lo pasé realmente mal. Se me vino a la cabeza todo el esfuerzo, todo el trabajo… Me vi un poco derrotado y fue un momento muy crítico. Después, cuando llegué de comer al hotel y me encontré a un grupo de amigos estaba desencajado. Les llegué a pedir un espidifén; tenía hasta fiebre, frío… Estaba sufriendo mucho pero todo lo que tenía que sufrir lo sufrí antes y todo lo que tenía que disfrutar lo disfruté durante.

P.–¿Cómo se afronta ese esfuerzo mental?

R.–Yo había empezado a tratarme con una psicóloga el año pasado por temas personales ajenos al toro. Y lo recomiendo. Auxi me ha ayudado a plantear la corrida pero sobre todo a plantearme a mí mismo. En la corrida podían pasar mil cosas y esta cita la he afrontado solo. Sin apoderado, sin veedor… Yo quería afrontar todo esto solo porque solo me lo había ganado.

P.–No hay mayor soledad que cruzar el ruedo, camino de la puerta de chiqueros…

R.–Es que hubo un momento que en el que pensaba que podía ser la última corrida de toros y cuando salí del burladero me dije ¿y si voy a estar toda la vida arrepintiéndome de no haberme ido a la puerta de chiqueros? Cuando di el primer paso iba totalmente convencido. Esa noche me lo repetía, se lo decía a mi gente: ¡qué pena que no me haya embestido un toro! Al primero había que ponerle todo para que no se cayera y con el segundo hubo que tirar la moneda y escaparte en cada muletazo como pudieras y si hay algo de lo que me enorgullezco es de haber podido competir con dos figuras del toreo, de haberme entregado al máximo.

Serna exhibe la oreja que cortó al sexto en la tarde de su confirmación de alternativa.
Serna exhibe la oreja que cortó al sexto en la tarde de su confirmación de alternativa. / EFE

P.–En cualquier caso, sorprendió que mantuviera el nivel que mantuvo después de tanto tiempo en el dique seco.

R.–Siempre he intentado hacer un esfuerzo mental. Iba a correr con Felipe Chamaco, el banderillero de Escribano, a las cuestas de La Puebla que es una ruta durísima de ocho kilómetros. Se lo decía: la única forma que tengo de prepararme era tomarme esos esfuerzos, los tentaderos, los toros en el campo como si fueran corridas de toros. Siempre he forzado la mente en ese sentido para que los esfuerzos no me costaran trabajo en la plaza. Es lo que conseguí, no hubo ningún momento durante la corrida de toros en el que yo me viera sobreesforzado. De hecho, si por mi fuera me ponía el traje de luces y mataba la corrida otra vez. Se me ha hecho muy corto el invierno. El otro día se lo decía a Curro Robles entrenando: estoy loco por ir al campo, tentar… No me ha pesado.

P.–El comentario de los profesionales tiene más trascendencia que la propia oreja.

R.–Si hay algo que me enorgullece es la cantidad de mensajes de los compañeros. Tengo uno de Perera con el que se me saltaron las lágrimas. Es un torero al que yo admiro muchísimo, uno de los más importantes que hay ahora mismo. Andrés (Roca Rey) me dio la enhorabuena allí mismo y lo hizo con el corazón.

P.–La generosidad de Roca Rey ha sido clave para llegar a esa confirmación fue clave…

R.–Yo tenía la obligación moral y profesional de honrar ese cartel, la feria de San Isidro, ese puesto que muchos toreros habrían merecido también. Andrés apostó porque yo estuviera allí. Fue la apuesta de una figura del toreo que da sitio a los toreros jóvenes. Y salió bien. Se lo dije al maestro Diego Urdiales y a él en la devolución de trastos: me había preparado para competir con ellos y estar a la altura del cartel. Yo he removido cielo y tierra. A Andrés le pedí esta corrida de toros pero también se la había pedido a muchas figuras y fue él el que apostó ahí. He demostrado que puedo estar aquí para competir.

Yo le había pedido esta corrida a muchas figuras pero fue Andrés Roca Rey el que apostó por que yo estuviera en ese cartel"

P.Tuvo que volver a la enfermería de Las Ventas en circunstancias muy distintas a como lo hizo en su etapa de novillero…

R.Era una cornadita en la cara, me dieron cuatro puntos, pero afortunadamente no me dio de lleno. Cuando llegué a la enfermería le pregunté a don Máximo si se acordaba de mí. Se lo dije a mi gente, a mis banderilleros… una vez entré por aquí muriéndome y hoy entro resucitado. Iba feliz.

P.Aquella cornada estuvo a punto de mandarle al otro mundo pero no trascendió como debía...

R.A lo mejor es algo que en su día no se vendió y se olvidó muy pronto. Era muy joven y quizá no supe asimilarlo; tampoco quise vender la cornada asociándola más al fracaso que al triunfo. No se valoró el esfuerzo que hice para volver después de una cornada tan fuerte. Me afectó mucho mentalmente y fue difícil salir de aquello. Quise reaparecer muy pronto y en realidad no quise ver que no estaba para volver. Pensaba que si no volvía era un acto de cobardía y no supe ver lo que me había pasado. Me precipité y la gente le pudo quitar importancia siendo una cornada que, a la larga, ha pesado mucho en mi vida.

Rafa Serna da la vuelta al ruedo, herido en la cara y con la bufanda del Betis.
Rafa Serna da la vuelta al ruedo, herido en la cara y con la bufanda del Betis. / R.S.

P.En cualquier caso demostró que no había venido a pasearse por Madrid.

R.La gente tiene una imagen muy equivocada de mí. Yo no he nacido en una cuna de oro. Mi padre cantaba y pregonaba como el mejor pero no tenía nada que ver con el toro. No teníamos amigos toreros ni ganaderos y las cornadas que yo tengo no se las ha pegado nadie por mí. Todo el mundo me ha podido ver trabajando detrás de la barra como una persona normal. No he sido ningún niño bonito.

P.Llevó un vestido atípico. Sonaba a un volver a empezar...

R.El traje me lo regalaron entre mis amigos. Unos me regalaron el capote, otros la muleta, las medias, hasta los camareros del bar que me regalaron la insignia de la corbata. Soy muy clásico y quería ir vestido así a Madrid pero no creo que me vuelva a vestir mucho de plata. Ese traje me lo voy a poner pocas veces más: en fechas muy señaladas. El vestido de mi alternativa, inspirado en la ornamentación del Salvador fue muy especial y éste ha marcado ese volver a empezar.

P.De repente todo cambia, la atención de los medios, la repercusión...

R.Lo que más me reconforta es estar en el boca a boca de la gente. Cuando estás parado pasas al olvido, al ostracismo… Pero lo más importante es haber dado la imagen que he dado de mí mismo. Creo que la gente tenía una percepción equivocada y he demostrado de lo que soy capaz. Los toreros tenemos el sitio que nos buscamos pero quizá había hecho cosas importantes en el toreo que no habían sido valoradas. No sé si yo no he sabido darme a conocer y a lo mejor no me tomaban en serio cuando yo siempre he intentado llevar a cabo la honradez y la profesionalidad dentro y fuera de la plaza.

P.Al cabo de los años hay que reivindicar a esa generación de toreros que tomó espíritu de grupo en el festival del Rocío de Triana de Espartinas.

R.Ojalá se hubiera prolongado aquello en el tiempo con otros toreros pero, ojo, nosotros trajimos a mucha gente a la plaza que se ha quedado. Entonces era muy jóvenes y ahora ya no tanto –yo tampoco- pero se hizo un bien para la fiesta. De ahí hemos salido un grupo de toreros y cada uno emprendió luego su camino, en el toro y fuera del toro. Además me encantaría volver a torear con Pablo, competir con él como cuando éramos novilleros. Es un gran amigo y uno de los toreros de mayor calidad de todo el escalafón.

P.Rafa Serna es un hombre con los pies en la tierra, empresario... ¿Merece la pena este sacrificio?

R.Sí, porque no hay nada comparable con pegarle veinte pases a un toro. Lo demás es todo secundario: las orejas, el éxito… Enfrentarse a ese miedo, a todas las circunstancias, no está pagado con nada. Si antes estaba motivado ahora me he convencido que tengo las cualidades de caminar en esto. Ya me he salvado y ahora tengo la oportunidad de mostrar quién puedo ser.

Pablo Aguado y Rafael Serna, en la finca El Parralejo.
Pablo Aguado y Rafael Serna, en la finca El Parralejo. / Juan Carlos Muñoz

La generación del festival del Rocío de Triana

Fue en el otoño de 2013 y en la plaza -ahora vandalizada- de Espartinas. La Hermandadad del Rocío de Triana organizó un festival que, con espíritu generacional, reunía los nombres del joven rejoneador Javier Buendía y de los que entonces eran los jóvenes novilleros Alfonso Cadaval, Pablo Aguado, Rafa Serna, Carlos Corradini, Matías Bores y Carlos Llandrés. Han pasado casi doce años de aquel festejo que otorgó espíritu grupal a aquellos chicos que soñaban con ser toreros. La vida, las propias circunstancias del toreo y las distintas cualidades, oportunidades y circunstancias fueron llevando a cada uno por caminos distintos

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