Victorino Martín: un canto a Sevilla, al toro y la libertad
PREGÓN TAURINO EN EL TEATRO MAESTRANZA
El prestigioso ganadero de Galapagar ha pronunciado el pregón taurino de la Real Maestranza dando el pistoletazo de salida a la temporada taurina en el coso del Baratillo
Espartaco: por cada toro que muere en la plaza hay diez viviendo en libertad
Resurrección en Sevilla: en las puertas de un año trascendente

Los ritos pendulares de Sevilla se cumplen con puntualidad. Mientras los tramos de la cofradía del Resucitado accedían a la Catedral se iniciaba en el teatro Maestranza el tradicional pregón taurino que organizan los caballeros maestrantes para dar el definitivo pistoletazo de salida la temporada taurina en el coso del Baratillo. Por la tarde estaban anunciados Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Daniel Luque con los toros de Núñez del Cuvillo pero por la mañana iba a ser el ganadero Victorino Martín el encargado de oficiar ese hermoso rito que sirve de bisagra entre la pasión y la gloria. Todo estaba preparado: desde el alcalde al presentador, Lorenzo Clemente; el delegado de Fiestas Mayores Manuel Alés -que introdujo el acto- y todas las fuerzas vivas de la ciudad. Sevilla estaba cambiando de galas.
Victorino iba a referir los pormenores de un encargo que, según su propia confesión, no dudó en aceptar. A partir de esa “osadía” inicial llegaron los primeros temores desde la contemplación de sus predecesores –desde el difunto Vargas Llosa a Pérez Reverte, pasando por Carlos Herrera- hasta la alcurnia del escenario. Pero el prestigioso criador había encontrado en el nombre de Álvaro Domecq y Díez, compañero de gremio, el acicate necesario para perseverar en el encargo que había recibido de Santiago León, teniente de Hermano Mayor de la corporación maestrante que presidía por última vez este acto que sirve de apertura de la temporada taurina en la plaza de la Maestranza.
“Volví a la realidad y me dio moral el saber que un colega ganadero había salido por la puerta del Príncipe cuando actuó en circunstancias similares”, refirió el ganadero de Las Tiesas aludiendo a una anécdota de su intimidad familiar vinculada a las monjas carmelitas de la pequeña localidad charra de Mancera de Abajo, con la que los Martín mantienen un vínculo especial. “Madre, necesito que recen por mí porque me he metido en un lío importante. Mejor dicho, muy importante”, les espetó el criador en el torno a la religiosa. “No dudes que durante todos estos días estarás presente en nuestras oraciones pero sé valiente y arriesga porque el que se anuncia en la Maestranza sólo tiene dos salidas: Puerta grande o enfermería”, fue la respuesta de las monja.
El ganadero arrancó, ahora sí, aludiendo a la Resurrección de Cristo, a la apoteosis de la primavera, el fin de la Semana Santa… Victorino Martín habló de comienzos y finales –parafraseando a Borges- y hasta se permitió fijar el centro del Universo en la ciudad de la Giralda. “Porque Sevilla también es mágica y misteriosa y en ella la imaginación vuela”, señaló el pregonero que aludió a la heráldica de la ciudad –el enigmático No8Do- para hablar de infinitos y hasta de los misterios del toreo que preconizaba Rafael El Gallo.
“Sevilla no deja indiferente a aquel que la conoce” exclamó el pregonero que también refirió su historia personal, enhebrada a la ciudad de Joselito y Belmonte, pero también de los Vázquez. Victorino recordó que, después de quedar impactado por el toreo de Manolo Vázquez en un tentadero acudió el 19 de abril de 1981 a la alternativa de su sobrino Pepe Luis. La tomaba, precisamente, de manos de su tío y en presencia de Curro Romero. “Fue tal el impacto que me produjo el toreo del veterano maestro que, en contra de la voluntad paterna, me desplacé como pude hasta la capital hispalense para volver a vivir las lecciones que iba a dictar en el dorado albero sevillano el maestro de San Bernardo. Y ocurrió. Me enamoré de su toreo, de todo lo que para mí significa la palabra Sevilla”, contó Victorino antes de hacer una pública confesión de fe taurina e hispalense.
Sevilla en el centro
“Soñé que en la vida hay otras vidas, otros conceptos, otros valores, otros espacios, otros tiempos, otras personas, otros amigos…” narró el pregonero confesando que soñó con verse algún día pisando el anillo maestrante. Recordó sus andanzas juveniles viviendo en el barrio de Santa Cruz anhelando convertirse en torero antes de que supiera que ése no era su camino. “Tras licenciarme en veterinaria y formar una familia, nos trasladamos al norte de Extremadura, a la comarca de Coria, donde mi progenitor criaba esas reses que le estaban dando fama y prestigio”, narró el pregonero trazando otros vínculos con la ciudad de Sevilla, como la propia historia del hierro del marqués de Albaserrada que marca los toros de Victorino Martín, adquiridos por su padre en la yema de los 60 para iniciar su propia aventura como criador de bravo.
El debut en Sevilla de los antiguos albaserradas se haría esperar pero supondría el inicio de un maridaje –con su propio receso- que ya no se ha interrumpido. “El balance artístico ha sido de tardes memorables. Varias faenas para el recuerdo, no todas refrendadas con la espada. Salidas de toreros a hombros por la puerta de cuadrillas y por la del Príncipe. Cuatro toros de vuelta al ruedo. Y un indulto”, recordó el pregonero recordando el maridaje de toros y toreros inolviables como El Tato y Veraniego; Liria y Gallareto; Ferrera con Disparate y Mecanizado; Ureña con Baratero; El Cid y Borgoñés; Emilio de Justo y Portezolano; Borja Jimenez con Miligrano y por supuesto Manuel Escribano con el inolvidable Cobradiezmos que coincidió con el debut del propio Victorino como máximo responsable de la ganadería al suceder a su padre, el inolvidable Victorino Martín Andrés.
Pero el pregonero también encontraría el momento para defender la dimensión cultural de la tauromaquia en estos tiempos de acoso antitaurino. “La cultura no la impone ningún gobernante por mucho que se empeñe; es la voluntad popular la que elige como le gusta vivir y sobre qué valores se ha de sustentar su existencia”, señaló Victorino defendiendo la singularidad del toro bravo. “El toro de hoy es el más trabajado de toda la historia de la tauromaquia, porque también es al más se le exige en el ruedo” explicó el criador haciendo un canto a la belleza y la trascendencia de una raza única. “La grandeza del toro donde se ve de verdad es en la plaza. Porque se cría para ser lidiado. Sin la tauromaquia, sin las corridas de toros, el toro no existiría. Por eso, aunque la tauromaquia sigue muy viva, necesita el compromiso de todos sus componentes para darla a conocer, promoverla y difundirla sin complejos” añadió el ganadero defendiendo la tauromaquia como un patrimonio que estamos “obligados a preservar”.
“Los que hemos nacido, nos hemos criado y hemos crecido alrededor del toro tenemos una enseñanza completa. Porque un festejo taurino es un ejemplo de los valores necesarios para afrontar los retos cotidianos que la vida nos presenta. La inteligencia, el valor, el compañerismo, el respeto…” completó el pregonero en la recta final de un texto que no obvió referirse a los “tiempos convulsos” que rodean el universo taurino. Aún tuvo tiempo de hablar de los poetas del 27, muñidos por un torero –Ignacio Sánchez Mejías- y entre los que figuraba ese poeta, garrochista y ganadero de la Baja Andalucía llamado Fernando Villalón que con su poema Holocausto sirvió para dar las últimas puntadas al texto. “El toro va a salir…; su sangre hirviente te ofrezco en holocausto, que patente muestra es de una fe que en mí perdura….; ¡Oh Dios de Hispalia! A ti devotamente del bestiario te ofrendo la locura que recuerda tu rito eternamente….”
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