La Casa del Tigre vuelve a rugir a media luz

Restautantes

Tras una reforma, el establecimiento ha reabierto con su singular atmósfera y una carta más amplia que abunda en su esencia

Interior de La Casa del Tigre con su barra en u durante la hora del almuerzo, ayer.
Interior de La Casa del Tigre con su barra en u durante la hora del almuerzo, ayer. / José Ángel García

“En un tiempo, en esta casa vivió un tigre”, reza en el comienzo de un azulejo que luce en la fachada del número 9 de la calle Amparo, que va de la plaza del Pozo Santo al inicio de la calle Feria. Y no se trata de un fantasioso reclamo para curiosos. Cierto es que hace ya tiempo, décadas, un tigre de Bengala moró en una planta superior del inmueble y alguna foto hay que lo atestigua: se lo llevó José María Lassaleta, explorador y luego director del zoo de Jerez. Hoy, otro reclamo emana de esa casa, esta vez de su planta baja: ahí ha reabierto sus puertas La casa del Tigre, para qué darle vueltas al nombre del restaurante si es perfecto.

Son cuatro los socios que hace dos años le dieron forma a esa rayada idea. Y dos de ellos, Pedro Guardia y Luis Plaza, son quienes marcan su pulso en el día a día. Pedro atiende a las mesas, aconseja sobre vinos, gestiona la logística rutinaria y evalúa qué va bien y qué no tanto en la sala. Y Luis, chef de 36 años que ha pasado por establecimientos como el Celler de Can Roca, Sobretablas o Cañabota, también profesor de la escuela de Hostelería de la Taberna del Alabardero, le da una personalidad propia a la carta de un sitio ya de por sí personal.

Abrieron el 28 de noviembre de 2019. El boca-oído, tan vivo en Sevilla, llenó el local con celeridad. Pero a los tres meses llegó el Covid y la historia es tan conocida como el final del Titanic. “Casi que nos vino bien ese cierre momentáneo –confiesa Luis– porque fue un boom que había que gestionarlo, echábamos 16-17 horas diarias”.

El salón principal de La Casa del Tigre.
El salón principal de La Casa del Tigre. / José Ángel García

Y tras el tsunami, el reseteo, la revisión. Una reforma integral del local con el respeto absoluto a ese intangible que tanto le atraía a la gente, como la luz a los insectos: la atmósfera, con esa iluminación íntima, cálida, que invita al sosiego y el diálogo calmo. “Teníamos claro que esa esencia no la íbamos a tocar. Aquí el cliente viene sin prisas, no es nuestra obsesión doblar mesas en los servicios, sino que quien se siente y se relaje. Y que ejerzan de disfrutones, como somos nosotros. Nuestra cocina que mira en el recetario clásico que gusta por aquí, pero con la revisión fresca que le da Luis”, apunta Pedro.

Para abrir el abanico en la carta y dar rienda suelta a la creatividad de Plaza, había una premisa antes de la reapertura de hace apenas dos semanas, como confiesa el propio cocinero: “Había que ampliar la cocina, teníamos una de apenas seis metros cuadrados”. La mayor amplitud de la actual, mucho mejor equipada y que mira a la misma calle Amparo para que los curiosos paseantes la escruten, se refleja en la oferta: “Tenemos 22 ó 23 platos a elegir, más cinco o seis fuera de carta, siempre inspirados en la temporalidad, en qué productos son los propios del momento”.

Lógicamente, siguen aquellos platos que les presentó en sociedad a un barrio del que están muy agradecidos, una ensaladilla con merluza y encurtidos “que sabe a ensaladilla, ojo”, puntualiza Pedro, para la que Luis cocina la patata para cada servicio; unas patatas bravas también muy originales, pues es un pastel de patatas cortadas en láminas y hechas al horno; o la tortilla abierta con gambas de leche. “Los vecinos se han volcado siempre con nosotros, en nuestros comienzos y luego con la pandemia. Durante las obras reforma no han parado de preguntarnos que cuándo reabríamos”.

Y en estas dos semanas, la esencia se mantiene. Persiste esa media luz como de bistrot parisino que invita a sacudirse el estrés. Y con novedades como un delicado hot dog de pavía de corvina, las cocochas de merluza de Guetaria, servidas con una crema de salsa verde y huevo frito con su puntilla; o el cervatillo con tupinambo y un demi glacé del juego de la propia carne.

También huele a veces la cocina a suculentos guisos: verdinas, lentejas beluga. O los garbanzos con bacalao, que están en la carta.

La Patisseria Tokio, de Gerena, les surte alguno de los postres y la carta de vinos está pendiente de una renovación para este enero.

El ticket medio por persona está entre los 25 y los 45 euros. Cierra los lunes y los martes y de miércoles a domingo, permanece abierto de 14:00 a 16:30 y de 20:30 a 23:45. Pero que el cliente no vaya con prisas...

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