La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
Sevilla ayer y hoy
CCOMO adelantamos en nuestras anteriores entregas (Ver Diario de Sevilla, 6 y 20 de abril de 2011), para recuperar la memoria histórica del corral de La Bomba hemos contado con las valiosas aportaciones de uno de sus últimos vecinos, Francisco de Asís Martín Fernández, que ha investigado y recopilado documentos, testimonios y fotografías de su antiguo hogar. Y gracias a su cariño por el lugar donde nació en 1954, hemos podido conocer los nombres de las personas más populares de dicho Corral de La Bomba y sus circunstancias de vida colectiva.
Seis nuevas estampas etnográficas recuperan la antropología del corral de La Bomba, edificio legendario sito en la calle Lumbreras número 8. Francisco de Asís Martín Fernández aporta estas estampas que reproducimos de la vida en el citado corral. En una de ellas, detrás de la mujer con dos niños, puede verse la azotea del corral del Chícharo.
Con la catástrofe provocada por el arroyo Tamarguillo, que este mes de noviembre cumplirá medio siglo, se produjo el tercer hito sociológico que cambió a la ciudad. Si las Exposiciones de 1929 y 1992, situaron a Sevilla en los siglos XX y XXI, y promovieron metamorfosis urbanas, arquitectónicas y demográficas, entre 1961 y 1975, los efectos de la riada del Tamarguillo fueron más allá y además de provocar las mismas circunstancias citadas, cambiaron radicalmente la sociología ciudadana.
En esta etapa surgió una nueva ciudad extra murallas, con decenas de nuevas barriadas sociales que suplieron los corrales de vecinos históricos por pisos con cuarto de baño… Pasar del baño de cinc calentado al sol del patio del corral a la ducha con agua caliente por gas o electricidad, y del retrete colectivo por plantas al cuarto de baño individual, provocó rupturas generacionales. Fue un cambio de piel antropológica con efectos ideológicos decisivos en el tardo franquismo y primeros años de la Transición Política. Atrás quedaba una ciudad con corrales centenarios, en ruina, infrahumanos, más cincuenta y tres suburbios de chabolas infectos, más veinticinco refugios de fortuna con La Corchuela como símbolo de una Sevilla víctima del abandono del Estado durante el Régimen de Franco. Con el Tamarguillo, indirectamente, la ciudad de barrios clásicos se convirtió en ciudad de barriadas.
Con la pérdida de los corrales se ganaron beneficios sociales que eran aspiraciones básicas para centenares de miles de sevillanos. La ciudad fue el rompeolas migratorio de la posguerra sin que el Estado le ayudara a superar los problemas derivados del aluvión de inmigrantes.
Pero también los corrales tuvieron valores básicos que se perdieron en las nuevas barriadas. El corral era un núcleo de convivencia elemental, de confraternidad, de vínculos tradicionales que iban desde las fiestas de las Cruces de Mayo, las visitas sacramentales, las fiestas familiares y los duelos, que se convertían en vivencias colectivas… Las aportaciones valiosas de los zapateros remendones, últimas raíces del anarquismo humanista franciscano y un sinfín de circunstancias sociales aún poco estudiadas.
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