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Exposición de Vallejo en la galería Zunino

  • “Caramelos y chicos malos” estará en la sala de la cuesta del Rosario desde el próximo domingo hasta el 4 de febrero

Una de las obras que se exponen a partir del domingo.

Una de las obras que se exponen a partir del domingo. / M. G.

La galería sevillana Zunino, ubicada en la Cuesta del Rosario y dedicada al arte contemporáneo, especialmente, acoge desde el próximo domingo, 11 de diciembre, y hasta el 4 de febrero una muestra de la obra del artista José Antonio Vallejo, titulada “Caramelos y chicos malos”. Según José de León Calzado, propasar lo normativo nunca fue fácil, sobre todo para aquel José Antonio Vallejo de los ochenta al otro lado de la entonces insondable M40. Su vitalidad no tuvo otra que el entretenimiento con su juguete favorito y el refugio en un mundo interior. Desde sus comienzos cumplió decididamente el propósito artístico de Gautier, sus obras son traducciones en clave simbólica de una realidad onírica construida con elementos de felicidad y anhelos, que satisfacen la necesidad de libertad, naturalidad y consuelo.

Frente a una conciencia social, que nos olvida como individuos únicos, el ejercicio de Vallejo, al buscarse a sí mismo y contárnoslo en cada obra, nos demuestra que nuestro interior nos convierte en seres excepcionales. En cada trabajo confiesa su individualidad a la sociedad diversa del siglo XXI, evidenciando que una personalidad optimista, sólida y rica en referentes es la mayor de las fuerzas.

“Caramelos y chicos malos” invita a viajar de lo cotidiano y personal a lo trascendente”

En un momento muy interesante de su trayectoria, a través de “Caramelos y chicos malos”, José Antonio Vallejo nos invita una vez más a viajar de lo cotidiano y personal a lo trascendente y universal desde su mundo. Marcándose un punto de inflexión, revisa aquí las claves de su estilo: su reconocible imaginería, símbolos habituales y series temáticas. Todo ello ha experimentado ahora una suerte de fusión, logrando una mayor fuerza de impacto y forjando una poética visual tan íntimamente sujeta a las circunstancias personales del autor, como abiertamente familiar para los espectadores.

Al agrupar las obras en nebulosas metafóricas de lo imaginativo, esta exposición se despliega a modo de reunión espontánea de recuerdos, donde cada dibujo se ofrece como una creación irrepetible y también como una porción de una obra mayor, su mundo. Pese a la sensibilidad imperante, en Vallejo no hay nihilismo ni añoranza, sino sobredosis de inquietud, ilusión y lucidez estimulada por la experiencia personal.

Cada pieza nos revela un ambiente a veces fantástico, realista, irónico, incongruente, morboso o antipático, pero siempre inesperado. Lejos de resultar excluyente, nos hechiza con ese espíritu fascinante que le empujó a crear otra realidad de niño y a mantenerla de adulto como la capacidad más sorprendente del ser humano.

En cada obra, como autoridad suprema de su mundo, Vallejo se permite exprimir su iconografía de personajes y objetos para extraer la riqueza de sus significados, jugar al desconcierto y tocar el inconsciente. Las escenas carecen de paisajes para encuadrarse en espacios metafísicos, donde asisten lo profundo, lo atractivo y lo perverso, aunque en ocasiones el literario bosque parece arrancar un “érase una vez”.

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