Día del Pueblo Gitano: así fue como llegaron los primeros pobladores a Sevilla
El Día del Pueblo Gitano nace para conmemorar los valores, costumbres y cultura gitana en un intento por darle visibilidad a su historia
Los orígenes de la Puerta de la Macarena, una de las tres que se conservan en Sevilla
Cada 8 de abril tiene lugar la conmemoración del Día del Pueblo Gitano, una jornada que fue establecida en 1990 por la Unión Romaní Internacional con el propósito de festejar y dar visibilidad a las tradiciones y cultura gitanas. La declaración de este día se produjo durante el cuarto congreso que tuvo lugar en una ciudad de Polonia y que significaba la consolidación de la cooperación internacional entre el pueblo gitano. En el primero de estos congresos se establecerían la bandera, el himno gitano Gelem, gelem, (en español, Anduve, anduve), y se definirían las bases para el reconocimiento y la promoción de la cultura y los derechos del pueblo romaní.
El pueblo gitano ha sido objeto de actos discriminatorios, estigma e invisibilización a lo largo de la historia. En países como España su presencia está extendida a lo largo y ancho de sus comunidades, siendo Andalucía la región en la que más personas gitanas habitan, lo que ha supuesto un enriquecimiento, especialmente en la cultura de la tierra. Pero, ¿cuándo llegó el pueblo gitano a España y cómo lo hizo? ¿Y en qué momento de la historia se asentaron en Sevilla? Hoy podemos conocer estas cuestiones gracias a archivos públicos como el de la Universidad de Sevilla, que ha compartido en acceso abierto el origen de la población gitana a la Península Ibérica.
Los primeros pobladores gitanos en España
Las primeras personas gitanas que llegarían a España lo harían en el siglo XV, provenientes sobre todo de Europa Central y de Egipto Menor. La primera indicación de gitanos españoles es un salvoconducto de enero de 1425, otorgado en Zaragoza por Alfonso V de Aragón. Las crónicas de la época indicarían que algunos gitanos llegaron a Barcelona en 1447 desde Francia.
En Andalucía, región en la que se asientan la mayoría de ellos, el primer registro histórico es el de la llegada a Jaén en 1462. Las personas que entonces llegaron a la comunidad eran condes de Egipto Menor, nómadas acompañados de entre 50 a 200 personas. De hecho es posible que el término «gitano» provenga de «egiptano» debido a su procedencia.
El motivo por el que se instalaron en el sur de España podría deberse a que se vieron atraídos por los campos andaluces y por la cercanía con el reino de Granada, que necesitaba continuamente de herreros y de personas que pudieran atender el reposo de los guerreros que luchaban en los conflictos que se daban en esta zona de la península.
Sin embargo, el carácter itinerante y nómada de este pueblo, levantaba la sospecha de las autoridades, especialmente en un momento histórico en el que había persecuciones religiosas y en las que cualquier actitud poco ortodoxa con la religión cristiana podía entenderse como un peligro. Los prejuicios ya existentes aumentaban, además, por la convicción difundida en Europa de que la piel oscura era señal de inferioridad y maldad, lo que dio lugar a que el pueblo gitano recibiera opresión desde, prácticamente, su llegada al país.
La presencia gitana en Sevilla
Los primeros rastros de la presencia gitana en Sevilla, aunque escasos, datan de los siglos XVI y XVII. En esta época, de hecho, la actual calle Jáuregui se llamaba calle de Gitanos, signo de que este fue su lugar de asentamiento primitivo. Poco a poco se comenzarían a instalar en otros lugares de la ciudad pero siempre en el espacio extramuros, en los arrabales, y relativamente marginados. A pesar de esto, los estudios realizados concluyen que en Sevilla no hubo barrios exclusivos para esta población, así como tampoco consta que las autoridades les impusieran, como a judíos y moriscos, la obligación de recluirse en ghettos.
No obstante, se fueron creando puntos donde había gran densidad de gitanos y gitanas, que como es de esperar, preferían vivir en comunidad. Uno de ellos se encontraba alrededor de la calle Ancha de San Roque y se sospecha que se formó otro en la Macarena. Pero su residencia por antonomasia fue desde muy pronto Triana y concretamente su parte sur. Consta que en 1783 vivía allí la mitad de la población gitana de Sevilla.
Muchos de ellos se dedicaron al campo, al hospedaje y, sobre todo, la herrería. Los herreros payos estuvieron muy limitados por sus propias reglas y por la existencia de otros gremios -cerrajeros, cuchilleros, freneros-, dando en conjunto una estructura productiva disfuncional. Sin tantas trabas internas, los gitanos tenían un ancho campo en las ramas más utilitarias del oficio, donde hay razones para pensar que los forjadores castellanos no daban abasto.
Esa posición clave en la economía sevillana dio lugar a un núcleo de familias herreras inmune de hecho a las persecuciones. La presencia secular de este conjunto de gitanos, bautizados y contribuyentes de generación en generación era notoria pero no pública. Es decir, todo el mundo sabía de su existencia y naturaleza, aunque los documentos oficiales no lo reflejaban, de ahí que se tengan tan pocos datos acerca de sus orígenes en la hispalense. Esto se ha podido comprobar gracias a que hay padrones en algunos oficios del siglo XVII en los que imperan los apellidos de resonancia calé, pero solo una cantidad pequeña de ellos llevaba la mención de «castellanos nuevos», que era el eufemismo administrativo para designarlos.
Además de su presencia en estos oficios, y como dato curioso, parece ser que los gitanos participaban en las procesiones del Corpus, por las que cobraban, aunque no hay constancia oficial de ello. Tal y como recogen en los datos divulgados por la Universidad de Sevilla, «es razonable suponerlo por cuanto la estructura del cortejo era similar a la de otras ciudades -hasta cinco cuerpos de danzantes pagaba el Cabildo en 1697-, donde sabemos a ciencia cierta que actuaron».
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