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El esperado reencuentro con la sonrisa saharaui

  • Más de 300 pequeños de los campamentos de Tinduf pasarán el verano en Sevilla La crisis reduce el número de familias de acogida

"He llegado a acoger hasta a siete niños saharauis y convivido durante dos años con uno de ellos que, por problemas de salud, tuvo que permanecer ese tiempo aquí". Miguel Castro es el actual vicepresidente de la Asociación Provincial de Sevilla de Amistad con el Pueblo Saharaui. Ayer, como las más de 300 familias de acogida que participan este año en el programa Vacaciones en Paz, se acercó hasta los Centros Sociales Miraflores para recibir a los 305 niños, de 7 a 12 años, procedentes de los campamentos de refugiados de Tinduf que pasarán dos meses de vacaciones repartidos entre la capital y 46 municipios de la provincia.

El objetivo es que disfruten de unas vacaciones alejados de las altas temperaturas del Sahara, así como de su difícil realidad cotidiana. Aquí convivirán con "familias normales que tienen hijos, porque estos niños viven en comunidad con sus hermanos, sus primos... y porque su adaptación es más fácil si hay un niño en casa", detalla el vicepresidente, que alerta de la notable reducción de familias de acogida que en los últimos años se está produciendo: "Cuando este programa arrancó en 1993 se recibieron a unos 40 niños. Esta cifra fue en alza hasta alcanzar un máximo de 3.000 menores a nivel regional y 1.100 en Sevilla. Desde hace tres años, se ha disminuido el número de familias ante la imposibilidad de pagar los billetes, una cuantía económica que, en muchos casos, aportaban los municipios y que, con la crisis, han retirado. Ahora, durante el año organizamos actividades con las que intentamos recaudar fondos para pagar los vuelos".

No faltarán las habituales revisiones médicas, gracias al convenio con el Servicio Andaluz de Salud, ni las visitas a Isla Mágica o Aquópolis, así como la manifestación popular del 13 de julio que recorrerá el centro de Sevilla como protesta contra la situación que desde hace 37 años vive el pueblo saharaui. Un pueblo, apunta Miguel Castro, "generoso, sabio, lleno de vida y sonrisas que sobrevive en condiciones infrahumanas y con el que España no puede, porque es también su responsabilidad, mirar para otro lado".

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