La espectacular historia de las Almonas de Triana, la fábrica donde se hizo el jabón más prestigioso del mundo
El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico acoge una exposición sobre las Almonas de Triana hasta el próximo 16 de marzo.
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Aunque este nombre apenas se use, una almona no es nada más y nada menos que una jabonería. En el barrio sevillano de Triana se ubicó una de las más importantes del país: las Reales Almonas de Triana.
Hablar de ellas es hacerlo de una fábrica de la que apenas quedan vestigios pero que en su día se convirtió en el lugar donde se elaboró uno de los jabones más prestigiosos del mundo: el jabón blanco de Castilla.
Éste se hizohabitual en todas las casas nobles durante 400 años, no solo en la Península Ibérica, también lo fue en América, Inglaterra o Flandes, llegando a ser el jabón más cotizado y considerado de mejor calidad a ambos lados del Atlántico.
A pesar de la importancia de este lugar y de los productos que en él se creaban, en el exterior del recinto solo asoman, en la actualidad, algunos muros de ladrillos antiguos y unos arcos en torno a los cuales había unas galerías. Cuando se derriba la casa de la familia Conradi, últimos propietarios de la fábrica, en la calle Castilla 24, aparecieron parte de los antiguos restos de la factoría. También se hallaron algunas de sus partes en una ampliación de la iglesia de la O.
Sus bóvedas sirvieron de cimientos de nuevas casas y parte de ellas se dejaron como refugio antiaéreo durante la Guerra Civil pero hoy han quedado olvidadas. La única referencia que existe en la zona a tan importante fábrica se puede ver en una placa que los vecinos y vecinas de Triana colocaron en honor a la historia de su barrio.
Su recorrido histórico
De origen almohade, la fábrica de jabón de Triana, que se encontraba entre el Callejón de la Inquisición y el que se encuentra junto a la iglesia de la O, se mantuvo hasta mediados del siglo XIX antes de que se acabara destruyendo y en ella se llegaron a fabricar jabones de diversos tipos.
Los viejos trianeros llamaban al lugar hasta finales del siglo XIX las "cuevas del jabón" y aunque haya perdurado hasta esa fecha su origen es mucho más antiguo.
Existe constancia documental de que ya en la época de la Sevilla musulmana había quienes elaboraban jabón a orillas del río y que, tras la conquista cristina, éstos continuaron con la misma tradición.
Y, ¿por qué se hacía a orillas del Guadalquivir? Por la sencilla razón de que esta ubicación posibilitaba la entrada y salida de barcas y de carros que transportaban los materiales que se necesitaban. De hecho, en la factoría llegaron a contar con un embarcadero propio donde cargar y descargar los productos.
Desde la comarca del Aljarafe los artesanos recibían el aceite con el que trabajaban. De esta zona, sobre todo de las Marismas, también traían plantas como el mazacote que eran indispensables para su producción. En La Algaba, por su parte, se hacían con hojas de palma que utilizaban para envolver los famosos jabones blancos trianeros o de Castilla.
De reyes a nobles
Tras la conquista cristiana y el repartimiento de las tierras de Sevilla las almonas pasan a ser propiedad de Juana de Ponthieu, esposa del rey Fernando III de Castilla.
Estas irían sucediéndose hasta que en el siglo XV caen en manos de la nobleza, concretamente de Catalina de Ribera y de Pedro Enríquez, Adelantado Mayor de Andalucía, que consiguieron hacerse no solo con la fábrica sino con las tierras donde estaban los olivos para producir aceite así como los terrenos de donde se recogían las plantas necesarias para la producción.
En este periodo las Almonas de Triana no eran la únicas que había en la zona. Existían otras fábricas de jabón en otras ciudades, como en Utrera (Sevilla) o Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Sin embargo serían las trianeras las que más fama adquirirían.
Los alemanes Welser
Tras cederle la fábrica a sus hijos, éstos se las alquilaron a unos genoveses y posteriormente al alemán Welser. Con los alemanes llegarían los años de mayor esplendor de la factoría. El jabón producido por los alemanes era de mayor calidad que los reconocidos jabones de Savona en Italia o de Marsella en Francia,
Los barcos con estas pastillas salían cargados desde el Guadalquivir hasta América, Ingleterra, Alemania y Flandes, por lo que en el siglo XVI el jabón blanco trianero se convertía en el más prestigioso del momento.
Su época de mayor esplendor se comprendió entre finales del siglo XV y todo el XVI, cuando la fñabrica se extendió prácticamente entre la calle Castilla y el río, llegando a incorporar casas, incluso, de la acera de enfrente, que servían de almacenes y cocheras.
En total las almonas estaban compuestas de siete corrales, cuatro almacenes para el aceite, veinticinco lagares (construcciones de piedra), las calderas para fabricar el jabón; espacios abiertos usados como secaderos y varios pozos para surtirse del agua necesaria. Esto se completaba con centenares de tinajas de almacenamiento; oficinas; la casa del administrador; habitaciones para el portero, el mayordomo, esclavos y una capilla donde se decía misa los domingos y festivos, para que los trabajadores pudieran asistir sin salir de las instalaciones.
Dos fábricas
En estos años las almonas llegó a tener dos fábricas: una principal en Triana donde se fabricaba el jabón blando y otra, la del Salvador, entre las actuales calle Laraña y José Gestoso en la que se hacía el jabón prieto. Este último era menos refinado, más barato y de peor calidad. En los meses de lluvia, cuando se desbordaba el río, las almonas de Traina cerraban y solo seguían funcionando las del Salvador.
En esta fecha los precios de los productos estaban establecidos y quienes vendieran jabones que no fueran de las almonas o tuviera un coste diferente eran castigados.
Inicio de la decadencia
Con las muertes que se fueron danto en la familia de los propietarios el contrato de alquiler con los Welser se terminó y comenzó, así, la decadencia del negocio.
A lo largo del siglo XVII y especialmente durante el XVIII, la crisis económica y la pérdida de importancia del sector obligaron a ir vendiendo parte de aquellas casas, por lo que la fábrica redujo considerablemente su tamaño.
Esto pasó justo en un momento en el que la casa de Medinaceli también pasaba a formar a tener parte del negocio pero los cambios políticos que se dieron en la España de principios del XIX iban en contra de los privilegios que muchos nobles tenían en sus negocios, por lo que el negocio del jabón pasó de ser un monopolio familiar a estar liberalizado.
Por ello, el duque de Medinaceli puso en venta las reales almonas de Triana. Mandó redactar un documento que se publicó en el "Diario Mercantil de Cádiz", en el "Diario de Sevilla" y se colgó en plazas y lugares públicos de Sevilla.
El anuncio decía así: "A voluntad de su dueño, el duque de Medinaceli se hallan de venta los edificios, que fueron fábricas de jabones en esta ciudad, barrio de Triana y pueblos de su comarca. Quien quisiere hacer proposiciones, bien para su compra, o para tomarlas a tributo todas o cada una, separadamente, podrá acudir por sí o por su apoderado especial al intento, a la administración y contaduría general del estado ducado de Alcalá de los Gazules, en Sevilla, cita en la Casa vulgo de Pilatos, collación de San Esteban, en que el apoderado general y contador de S.E., don Manuel de la Masa y Rosillo, instruirá de las condiciones y demás requisitos con que deberán concertarse los contratos".
Tras la restauración del absolutismo en 1823, todo lo anterior queda en suspenso durante unos años, siguiéndose con la producción, aunque solo para las casas familiares de los Medinaceli y donaciones benéficas. Con la entrada en vigor de nuevo de la ley de supresión de estancos y monopolios en 1836 se volvió a poner en venta y el 31 de diciembre de 1845, el duque de Medinaceli vende a don Juan Bautista Conradi la almona de Triana. Cerraba así una de las fábricas más importantes de España tras la conquista cristiana.
Exposición en Sevilla
Tras esta historia de siglos un proyecto de investigación ha recreado en 3D cómo era este histórico edificio que albergaba la jabonería trianera y del que casi no quedan vestigios.
La propuesta la han plasmado los alumnos del Grupo de Investigaciñon TAR- Ingeniería para Transformar de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Sevilla y podrá visitarse en una exposición hasta el próximo 12 de marzo en la sede del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH). La entrada es gratuita y los pases son entre las 10:00 y las 13:30 horas.
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