Etapa 15 del Camino Olvidado: Buiza-La Magdalena | Entre cumbres solitarias y gargantas escondidas
Un recorrido exigente que destaca por alcanzar el techo de todo este trayecto en el Collado de Fito y atravesar el desfiladero de los Calderones.
Etapa anterior: Vegacervera-Buiza
Inicio del Camino Olvidado: Bilbao-Zalla
La decimoquinta etapa del Camino Olvidado, por su variante de la montaña, es un recorrido largo de casi 30 kilómetros en el que, además, se alcanza el punto más alto de todo el trayecto: los 1.676 metros sobre el nivel del mar del Collado de Fito. El ascenso a este puerto nos ocupará buena parte de la jornada, pero quizás lo más interesante sea la bajada y la visita al imponente desfiladero de los Calderones.
La salida de Buiza es prácticamente inmediata. El albergue de peregrinos se encuentra casi a las afueras del pueblo. Tomamos la carretera LE-3501 en dirección a La Pola de Gordón. Hasta esta localidad compartimos trazado con el Camino del Salvador, que une León con Oviedo para venerar las Santas Reliquias en la catedral de la capital asturiana. Caminamos por el mismo camino, pero en direcciones opuestas.
Este primer tramo discurre completamente por carretera. Primero por la ya mencionada LE-3501. Por su arcén, a unos 500 metros de la salida, sobre el risco de una montaña, podremos ver la inquietante escultura del Lobo de Buiza. Efectivamente, estamos en un territorio con presencia de estos animales.
El paisaje es precioso. La carretera serpentea entre altas montañas, siguiendo el río Folledo, hasta incorporarse a la LE-473 en el kilómetro 2,7 de etapa. Giramos a la izquierda, en dirección a La Pola de Gordón, caminando ahora muy cerca del río Casares a través de un estrecho valle a los pies del Pico El Fraile (1.595 metros), que queda a nuestra derecha.
Pronto llegamos a Beberino. Sin desviarnos, atravesamos esta pequeña población y entramos en un polígono industrial. Aproximadamente en el kilómetro 4,3, a la altura de un aparcamiento, la carretera gira a la izquierda. Nosotros tomamos la calle estrecha de la derecha para pasar bajo las vías del tren. Un paseo junto al río Bernesga nos conduce hasta la avenida de la Constitución, ya en La Pola de Gordón.
Estamos en la única localidad con todos los servicios de la etapa. Conviene reaprovisionarse aquí, desayunar o incluso comprar un buen bocadillo.
Seguimos recto por la avenida. Una vez pasada la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, tomamos la segunda calle a la derecha (calle Capitán Lozano). Por ella cruzamos el río Bernesga por un puente. Al fondo, en la bifurcación, giramos a la izquierda y buscamos la entrada del paso subterráneo que cruza bajo las vías del tren. Al otro lado, comenzamos a despedirnos de la población.
Por la carretera LE-3510 alcanzamos Los Barrios de Gordón en apenas un kilómetro y medio. En esta pedanía debemos tomar la calle de la izquierda en la bifurcación de entrada. Después, giramos de nuevo a la izquierda por la calle Real, que seguiremos sin desviarnos hasta dejar atrás el casco urbano. A partir de aquí nos enfrentamos a la larga subida de la etapa: casi 8 kilómetros en ascenso, con un desnivel de cerca de 600 metros, aunque con algunos descansos.
Dejamos el suelo asfaltado y tomamos una senda de tierra que sube suavemente junto al arroyo de Los Barrios y su bosque de ribera. Poco a poco, el valle se va cerrando y nos ofrece una panorámica cada vez más impresionante del entorno. A los pies del Bustillo Pequeño (1.321 metros), conectamos con otro camino que llega por la derecha y rodeamos la redonda falda del cerro. Tras una prolongada curva en la ladera, alcanzamos el refugio de montaña de Las Brañuelas. Está a unos 3 kilómetros de Los Barrios de Gordón, a una altitud de 1.385 metros.
Junto a la casita del refugio parte un camino hacia la izquierda. Esa es nuestra ruta. Mucho cuidado aquí, ya que el impulso puede llevarnos a seguir recto. La cuesta se empina ahora considerablemente. Subimos por la falda opuesta del arroyo hasta conectar con un carril ancho y en buen estado. Giramos a la derecha en dirección a la Collada Urdiales (1.524 metros). La subida continúa unos metros más hasta alcanzar una cresta que nos regala vistas impresionantes de las montañas. Al frente, el Pico Santiago (1.790 metros); al norte, el Pico Bustillo (1.853 metros) y el Amargones (1.897 metros).
Aquí disfrutamos de un respiro de dos kilómetros. El perfil se relaja en un falso llano descendente mientras atravesamos un pinar en Valdelamesa. Nos dirigimos hacia la Fuente de la Salud. Unos carteles nos indicarán su ubicación por si necesitamos recargar agua, aunque hay que desviarse unos metros para alcanzarla. A continuación afrontamos el último repecho, de un kilómetro, hasta alcanzar el Collado de Fito, el punto más elevado de este Camino Olvidado con sus 1.676 metros. Por desgracia, una vez arriba, el paisaje puede resultar menos espectacular de lo esperado por la configuración del terreno y la altura de unos matorrales que impiden ver bien.
Comienza el descenso, bastante pronunciado durante los primeros dos kilómetros. Hay tramos con piedras sueltas que pueden hacernos patinar, así que se recomienda precaución. Poco a poco, el sendero se estrecha y se rodea de robles. Al frente, la Sierra Negra nos corta el paso como una barrera. El despoblado de Santas Martas marca el final de este descenso.
Entre los muros en ruinas, destaca una casa aún en pie: es el refugio de Maraluengo. Junto a él discurre perpendicularmente el arroyo de los Calderones. En el cruce de caminos que encontramos aquí, debemos tomar la trocha de la izquierda, siguiendo muy cerca el curso del agua hacia abajo, junto a saltos de agua y cascadas. Los primeros metros son incómodos, con escalones irregulares y tramos tan estrechos que será necesario avanzar lateralmente. Mucha precaución: un traspiés y nos damos un chapuzón.
Poco a poco, el sendero se va abriendo por la izquierda, brindándonos una vista clara de las rocas desnudas y los torreones que conforman la Peña Santas Martas (1.698 metros). Mientras tanto, el arroyo a nuestra derecha aparecerá y desaparecerá caprichosamente, pues en ciertas partes fluye bajo tierra. Las paredes del paso se estrechan al máximo: entramos en el desfiladero de los Calderones, sin duda, el gran atractivo de esta jornada. Este lugar está catalogado como Punto de Interés Geológico de la provincia de Leónl, siendo su principal valor el geomorfológico, pues permite observar el modelado fluvial y kárstico en calizas con su fuerte replegamiento.
Seguimos por esta serpenteante hoz por un terreno difícil de pisar, donde hay que avanzar con cuidado. El suelo está lleno de cantos rodados que pueden provocar torceduras, especialmente a quienes vamos con una mochila cargada. Muchas piedras se moverán bajo nuestros pies y también encontraremos tramos con pequeños toboganes.
Al final del desfiladero nos topamos con un merendero y una escalera a la izquierda que sube por la pared de roca hasta la Ermita de la Virgen del Manadero, un templo ubicado en una bonita gruta. Merece la pena detenerse y contemplarla, pues además ofrece una vista diferente del desfiladero que acabamos de cruzar. Desde aquí, aún nos quedan 8 kilómetros para concluir la etapa. No es mal lugar para descansar un poco.
Seguimos por la ladera de la Peña de la Roza (1.580 metros), a una altitud variable con un perfil ligeramente ondulado. Más allá del arroyo, que fluye a nuestra derecha, el paisaje se abre por ese lado. El pueblo de Piedrasecha está a dos kilómetros. Lo más destacado de esta localidad es el castillo que hay a la salida, que en realidad es una casa rural. Mientras lo atravesamos, encontraremos varias fuentes para recargar agua.
Al final del pueblo nace la carretera LE-4523, que seguiremos durante cinco kilómetros que se nos harán eternos. Al principio, el paisaje es espectacular gracias a las formaciones rocosas escarpadas que nos rodean. Poco a poco, sin embargo, el entorno va perdiendo encanto. La localidad de Viñayo está casi a 4 kilómetros de Piedrasecha. La atravesamos sin desviarnos de la carretera.
El siguiente municipio, Otero de las Dueñas, se encuentra a menos de un kilómetro. El entorno ya es completamente urbano. Aquí finaliza la variante de la montaña y se une con la ruta que llega desde La Robla. La conexión se da justo donde termina la LE-4523. En ese punto, giramos a la derecha y seguimos una calle que describe un amplio arco hacia la izquierda. Veremos que, casi al final, arranca un carril bici por el lateral derecho que asciende por una ladera hasta desembocar en la carretera CL-626.
El tramo final transcurre por un nudo de comunicaciones muy concurrido. Mucha precaución, ya que el tráfico es intenso. La dirección es clara: siempre de frente. Primero dejamos a la izquierda un polígono industrial y, tras pasar bajo la AP-66 (Autopista de la Vía de la Plata), llegamos a las primeras casas de La Magdalena. Nos reciben varios restaurantes y, finalmente, su centro urbano. El albergue de peregrinos, de diseño curioso, se encuentra junto a un cine, tras cruzar el puente sobre el río Luna, en una población anexa llamada Canales.
Hemos superado una etapa exigente, con unos desniveles considerables. El final, con tanto tráfico y asfalto, puede parecer un jarro de agua fría tras tantos días recorriendo parajes tranquilos y aislñados. Por suerte, la próxima etapa volverá a llevarnos por un entorno más sereno y apartado.
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