Etapa 16 del Camino Olvidado: La Magdalena-Pandorado | Por la soledad de los Valles de Omaña y Luna

Trayecto sin excesivas complicaciones, aunque ondulado y montaraz. Nos interna en una apacible Reserva de la Biosfera.

Etapa previa: Buiza-La Magdalena

Inicio del Camino Olvidado desde Bilbao

El sendero progresa esta ladera antes de bajar al arroyo de la Bárcena.
El sendero progresa esta ladera antes de bajar al arroyo de la Bárcena. / Emilio J. de los Santos

La decimosexta etapa del Camino Olvidado nos adentra en el hermoso territorio de los Valles de Omaña y Luna, catalogado como Reserva de la Biosfera. El recorrido transcurre por un paisaje montaraz, con continuas ondulaciones, envuelto en una atmósfera de gran tranquilidad. Al alejarnos de la Autopista de la Plata, el entorno se vuelve especialmente solitario en la primera mitad. Más adelante, varios pueblos llenos de encanto nos reciben con el aroma de tradiciones aún vivas, profundamente ligadas a la agricultura y la ganadería.

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Aunque oficialmente la etapa termina en Riello, la falta de alojamiento nos obliga a modificar el final. Podemos detenernos antes, en Casa Rural La Alberiza, o continuar hasta Pandorado, donde nos recogerán en coche para llevarnos al otro hospedaje disponible: Pensión La Casa de las Nubes. Sin ánimo de hacer publicidad, dado que la etapa es corta, optamos por esta segunda opción y la extendemos hasta unos 21 kilómetros.

Salimos del albergue de Canales-La Magdalena girando inmediantamente a la derecha para seguir la acera de la carretera LE-493. Tomamos la tercera calle a la derecha (calle de Los Balcones) y cruzamos el pueblo. Al fondo, junto a la iglesia de San Adriano, parte un sendero de tierra que asciende durante dos kilómetros hacia el robledal del paraje de Turcio. En la parte alta, giramos a la izquierda.

Tomamos el sendero en ascenso que va tras la iglesia de San Adriano, en Canales.
Tomamos el sendero en ascenso que va tras la iglesia de San Adriano, en Canales.

Avanzamos por la cresta de la Loma de Cerra durante otros dos kilómetros. El sendero gira de nuevo a la izquierda y afronta una subida, posiblemente la más exigente de la jornada, hacia el Alto del Canto, a 1.296 metros de altitud. La subida puede resultar confusa, ya que el sendero se bifurca y algunos tramos presentan repechos muy empinados, por lo que conviene buscar alternativas más cómodas si es necesario.

Vistas de las montañas desde el Alto del Canto.
Vistas de las montañas desde el Alto del Canto. / Emilio J. de los Santos

En el alto, enlazamos con un cortafuegos que seguimos hacia la izquierda. Descendemos suavemente, dejando a la izquierda el Cuerno de Bobia (1.293 m). El mencionado cortafuegos desemboca en una encrucijada en una vaguada; tomamos el camino más ancho.

Entre pinares repoblados y por un terreno cómodo, subimos al Alto de Abisedos (1.301 m). Allí volvemos a conectar con otro cortafuegos, que seguimos también hacia la izquierda. Ya llevamos recorridos 8 kilómetros.

El trazado alterna senderos estrechos con amplios cortafuegos.
El trazado alterna senderos estrechos con amplios cortafuegos. / Emilio J. de los Santos

Este cortafuegos coincide con el trazado del Cordel de las Merinas. Continuamos en ligera bajada hasta una pradera, donde las flechas nos desvían bruscamente a la izquierda. Atención en este punto: el siguiente tramo es descendente. Si nos encontramos subiendo, hemos tomado el camino equivocado.

Precaución en este tramo porque el recorrido da un giro brusco a la izquierda.
Precaución en este tramo porque el recorrido da un giro brusco a la izquierda. / Emilio J. de los Santos

La vista comienza a abrirse y podemos distinguir a lo lejos varios pueblos repartidos entre los valles. Avanzamos por una antigua vía de trashumancia que conectaba estas localidades.

Alcanzando Villayuste
Alcanzando Villayuste / Emilio J. de los Santos

Primero, llegamos a Villayuste tras un cómodo descenso. La Ermita del Cristo nos da la bienvenida. Atravesamos el pueblo por su flanco occidental, bajando por las calles Cristo y Collada, que nos sacan del núcleo urbano.

Bajando al arroyo de la Bárcena.
Bajando al arroyo de la Bárcena. / Emilio J. de los Santos

Volvemos a pisar tierra. El sendero serpentea por una ladera con bucólicas vistas del primer valle. A los pies del Alto de los Peñucos, que no coronamos, giramos a la izquierda para cruzar el arroyo de la Bárcena. Subimos la ladera opuesta y pronto encontramos una pequeña laguna y el pueblo de Lago de Omaña.

Descenso al río Oterico.
Descenso al río Oterico. / Emilio J. de los Santos

Seguimos por la calle principal hasta el final del pueblo, donde tomamos un sendero que nos lleva a la iglesia de San Bartolomé. Continuamos descendiendo hasta cruzar el río Oterico.

El siguiente pueblo, que lleva el mismo nombre que el río, nos recibe con sus cuidados jardines y casas de piedra. Atravesamos la carretera LE-493 y tomamos la segunda calle a la derecha, que pronto se convierte en camino de tierra.

Carretera hacia Riello.
Carretera hacia Riello. / Emilio J. de los Santos

Nos aproximamos de nuevo a la carretera, aunque al principio avanzamos por un sendero que corre paralelo, un poco por encima. Si nuestro destino es Casa Rural La Alberiza, debemos cruzar la calzada y tomar la carretera de los Orrios, que nace en el lado opuesto. Si optamos por llegar hasta la pensión La Casa de las Nubes, debemos seguimos de frente hasta toparnos con la LE-451, que se interpone perpendicularmente. Desde aquí, accedemos al arcén de la LE-493 para entrar en Riello.

Iglesia de San Juan Bautista en Riello.
Iglesia de San Juan Bautista en Riello. / Emilio J. de los Santos

Este bonito pueblo, cabecera de comarca, cuenta con tiendas, bares, farmacia y otros servicios, pero carece de albergue o alojamiento. Si hemos llegado hasta aquí, es porque planeamos continuar hasta Pandorado, a 2,6 kilómetros.

Seguimos por la carretera, pasamos junto a la iglesia de San Juan Bautista y, tras dejar atrás los últimos edificios, nos desviamos a la izquierda en una bifurcación. Abandonamos el asfalto por el Cordel de Babia de Abajo.

Llegando a Pandorado.
Llegando a Pandorado. / Emilio J. de los Santos

Pronto iniciamos una subida a través de un hermoso bosque. El repecho es moderado y cubre aproximadamente un kilómetro. En la parte alta, el bosque se abre a unas praderas salpicadas de altos robles que flanquean el sendero. En línea recta llegamos a Pandorado, donde destaca su santuario del siglo XVII, considerado el corazón espiritual de Omaña.

Santuario de Pandorado.
Santuario de Pandorado. / Emilio J. de los Santos

Si hemos elegido esta opción, nos recogerán en coche para llevarnos al hospedaje. Sus amables propietarias nos devolverán a este punto al día siguiente.

A pesar de sus continuos desniveles, la etapa resulta agradable por la paz del entorno. La distancia es asequible y constituye un respiro antes del largo ascenso hacia el Campo de Santiago que abordaremos en las próximas jornadas.

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