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Gastronomía

Torrijas y pestiños, dulces típicos de la Semana Santa de Sevilla

  • El olor a incienso se aproxima y Sevilla se relame con los dulces típicos de la Semana Santa mientras los fervientes creyentes esperan deseosos las cruces de guía en el horizonte 

Los pestiños, custodiados por un nazareno de caramelo, se agolpan en una confitería.

Los pestiños, custodiados por un nazareno de caramelo, se agolpan en una confitería.

¿A quién le amarga un dulce? Y más en esta época en la que Sevilla se pone guapa, el sol reluce en cada esquina y el olor a azahar e incienso inunda los estrechos callejones.

Ya lo dijo Rafa Serna en su sublime pregón, un sabio y amante de esta ciudad que ahora estará asomado “en los balcones del cielo en los que no cabe ni un alma”. Sevilla es tierra celestial, es un “nazareno, dame un caramelo”, el correteo de unos críos pidiendo cera a los pies de un misterio o una marcha que acompaña al tintineo de unos varales al grito de “¡¡a esta es!!”.

La capital andaluza por estas fechas “¡ahí quedó!”, en la memoria del creyente o en la retina del ateo. Aquí no es cuestión del más allá sino de ese Gran Poder, el sentimiento de Esperanza reflejado en La Macarena o el abrazo de pasión y perdón de una Madre a sus fieles.

Dulces típicos de la Semana Santa: torrijas y pestiños

Son días de alegrías y penas, de duras penitencias que se sobrellevan, entre otras cosas, con la hostelería que de manera incansable elabora productos artesanales de categoría típicos de estas fechas. En las pastelerías sevillanas “hasta las mentiras saben dulces” con sus especialidades de cuaresma; las más destacadas son las torrijas y los pestiños.

La miel cae sobre esta torrija, otro de los dulces típicos de la Semana Santa sevillana. La miel cae sobre esta torrija, otro de los dulces típicos de la Semana Santa sevillana.

La miel cae sobre esta torrija, otro de los dulces típicos de la Semana Santa sevillana.

El primer manjar apareció referenciado, sobre el siglo IV, en la obra de Apicio, un gastrónomo romano. Se pueden degustar con miel, melaza o azúcar y rematadas con un toque de canela.

El pestiño es típico de esta tierra y con la simplicidad de la harina, el aceite y la miel se consigue el éxtasis del paladar más exigente, como el de La Lozana Andaluza, una mujer de moralidad relajada que describe en su obra Francisco Delicado en 1528 y que junto a su mejor amigo Rampín no paraban de engullir este pedacito de cielo.

Para todo aquel que quiera deleitarse con estas exquisiteces, sepa que esta ciudad  tiene más pastelerías que iglesias; no olviden acudir a la confitería de La Campana, probablemente con las torrijas más afamadas y elaboradas por maestros artesanos desde 1885, o la Confitería Los Ángeles, en la calle Adriano, que como ellos mismos dicen “hacen de la pastelería un arte” con sus tabletas de alfajor, carquiñones compuestos por los recortes de los pasteles, las tejas o las míticas yemas sevillanas labradas a mano.

Hasta aquí lo mortal, pero en estos días manos de heroínas celestiales trabajan a destajo, entre rezo y rezo, por nuestras almas, para regalar la dulzura extrema que les nace del amor de sus corazones. En los conventos de Sevilla, centenares de hermanas elaboran pasteles que representan la perfección de los cielos.

Una religiosa en el torno de Santa Inés, famoso por sus sultanas. Una religiosa en el torno de Santa Inés, famoso por sus sultanas.

Una religiosa en el torno de Santa Inés, famoso por sus sultanas.

Si tienen tiempo, desde ‘De boca en boca’ les aconsejamos una ruta por los conventos  más afamados en cuanto a confitería se refiere. Pueden empezar por el de Santa Paula, cerca de la Alameda de Hércules, en pleno barrio de San Julián y donde las monjas Jerónimas trabajan desde las seis y media de la mañana para saciar al ferviente goloso con mermeladas, gelatinas y postres con nueces y almendras.

Ahora, dirijan sus pasos hacia la Plaza de San Ildefonso, en concreto, al Convento de San Leandro, fundado en 1925 y desde donde la Orden de las Agustinas regala al mundo las yemas de San Leandro.

Entran en escena las Capuchinas de Santa Rosalía en la calle Cardenal Espínola. Aquí lo único que hace sombra al grupo de retablos realizados por Cayetano de Acosta son sus excepcionales pestiños. Por último, entre dulce y dulce, los corazones de almendra y tejas de la mano de las Clarisas de Santa María y las sultanas de coco y bollitos de Santa Inés.

Y para saciar el hambre que se presenta como un invitado inesperado durante nuestro peregrinar por las callejuelas del centro de Sevilla, en pos de los cortejos procesionales, nada mejor que arrimarse a lo salado y darse un ligero homenaje cuaresmal a base de  espinacas con garbanzos, pavías de bacalao o guisos de abstinencia en algunos de los lugares más señeros y queridos por los sevillanos.

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