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El paraguas de Labandón

  • Sobre Nervión cayeron dos tormentas entre las diez y las diez y media, una de agua y otra de Diego Costa Todo se preparó bien, pero el diseño no juega

Seguramente, Javier Labandón, cogió al salir de su casa el primer paraguas que encontró a mano. Posiblemente el más nuevo, o el preferido, pero no sabía entonces El Arrebato que la noche se pondría tan de perros en Nervión. La fiesta estaba organizada, pero los planetas no se alinearon a la hora del partido. O sí lo hicieron, pero no para favorecer los intereses del Sevilla, sino todo lo contrario.

Diez minutos antes de las diez de la noche, un chaparrón caía sobre el Sánchez-Pizjuán y sus alrededores con algún granizo incluido. La tormenta no estaba invitaba, como tampoco debía estarlo Diego Costa y se erigió en protagonista justo después de que el autor del himno del centenario tuviera que quedarse sin actuar. No era plan de ponerse a cantar bajo la lluvia. O eso debió pensar.

Pero estas cosas nunca se pueden prever. Como tampoco que la leyenda del tifo que estrenó Gol Sur fuera lo de "la Giralda de nuestra ciudad...". La Giralda quería ver ganar al Sevilla, sí, pero no fue posible. Por segundo año consecutivo el equipo nervionense se quedó en puertas de una final de Copa ante un equipo madrileño. La ocasión era mejor que la anterior, con el partido de vuelta en casa, con una cita preparada a conciencia y un ambiente casi de diseño y seguramente con sorpresa final, como aquel castillo de fuegos artificiales con la leyenda "Eindhoven, sí o sí" en la noche de Puerta. El marketing es ya tan del fútbol que no se entiende sin él. Un partido de estas características sin spot publicitario, sin campaña de reclamo, sin lema, sin hashtag, sin un detallito en la camiseta... no se entiende.

Los supersticiosos de pura cepa son enemigos de estas cosas. Fruncen el ceño sólo con ver a un grupo numeroso de niños en la foto con el equipo antes del partido. No quieren ni un aderezo al espectáculo que no sea el mero fútbol. Porque al final de lo que se trata es de marcar un gol más que el rival, de ganarle y de superarlo en el campo. El Sevilla de hoy en día, como su presidente se encargó de anunciar nada más terminar el partido del Calderón, prepara como nadie estas situaciones. En el club se devanaron los sesos para convocar a la afición con dos mensajes de diseño: "Os estamos esperando", un guiño con doble sentido al rival, y "la colina de Nervión", una licencia con accidente geográfico imaginario para apelar al espíritu de Gelserkirchen, que trajo, como todo el mundo sabe, la primera final de la era moderna.

Todo eso esta muy bien y logró lo que pretendía porque el ambiente era el idóneo y la atmósfera también, con los biris sacando de dentro todo la rabia que habían guardado durante media temporada, pero al final se trata de fútbol y cuando el balón empieza a rodar el marketing poco puede hacer. Y mucho menos si en pleno acto de convocar a la magia de las citas históricas de Nervión se decide desprenderse de uno de los centrales titulares del equipo, líder en recuperaciones de la Liga, que ayer no pudo jugar por sanción pero que sí podría haberlo hecho en la final. Su sustituto, Botía, quedó retratado en los dos goles y se marchaba del campo entre pitos.

Una pena, porque todo estaba muy bien preparado y el equipo se vació y El Arrebato traía su paraguas.

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