El otro partido . Rayo-Sevilla

El péndulo de Unai

  • En Vallecas, otra victoria sevillista como visitante que se volatiliza bajo el bloqueo de Emery ante los incendios que van surgiendo en la hierba

Doce partidos, 1.080 minutos más los alargues (Jozabed confirmó una ley irrefutable, la de que los árbitros no compensan el tiempo perdido en parones de última hora) y el Sevilla ha sido incapaz de ganar a domicilio. Un hecho irrefutable, como la rotación terrestre.

Allá por 1851, casi cuatro décadas antes de que naciera el Sevilla, el físico francés Jean Bernard Foucault colgó de la cúpula del Panteón de París un cable de unos 68 metros del que colgó una pesada bola metálica a la que hizo oscilar para que rozara, con una punta incorporada, un suelo arenoso. Tras una hora de pendulazos, el dibujo trazado por la bola en la arena vino a confirmar que el artefacto había girado varios grados. Demostró la rotación terrestre.

Emery también demuestra en cada viaje una ley irrefutable, la impotencia de su equipo como visitante en la Liga, gracias a sus particulares pendulazos. En casa, ahorma un equipo poderoso, seguro, que mata de mil maneras, ora a la contra, ora a balón parado, ora con una prodigiosa jugada combinativa. Fuera, engendra un equipo que también decepciona de mil maneras.

Los errores que impiden las victorias parten a menudo de algún subordinado: N'Zonzi se autoexpulsa en Málaga, como Fazio en Vigo; Krychowiak, víctima del viento, despeja de cabeza hacia atrás en su propia área y facilita los dos goles de la Real; Sergio Rico se distrae en Riazor. Ayer volvió a suceder. Fazio se despista ante Manucho y de nuevo Sergio Rico se deja ganar un balón que era suyo. No puede salir el Sevilla a un partido de Primera con dos chicos que tenían cara de perder el sueldo a los triles. Y menos en Vallecas, quintaesencia del fútbol de barrio: sale Embarba y te embarbeta. Su centro al corazón del área lo cazó Manucho, el otro cambio de Paco Jémez con el sello de la casa. Si pierdo 0-2 en el minuto 20, quito un lateral y un medio defensivo, meto un extremo y un ariete y jugamos a la ruleta rusa.

Efectivamente, como predijo Emery en la previa, a Vallecas se iba a jugar "un partido de fútbol con épica de guerra"... Con lo que no contaba el vasco era con que su colega le propusiera jugar a la ruleta rusa, como Robert de Niro en El cazador, antes del intermedio. El Rayo de Jémez se maneja bajo esas condiciones extremas y ese desafío pilló con el paso cambiado a Unai. Una vez más, plasmó que es un buen entrenador en el día a día y la preparación de los partidos que a veces, se bloquea en el fragor de la batalla. Jémez apretó el gatillo contra su sién al mandar defensa de tres, pero los inocentes jugadores sevillistas se encargaron de extraer todas las balas del tambor: Iborra y Krohn-Dehli fallaron lo que no se puede fallar. Gameiro estuvo a punto de meter la bala definitiva, pero Llorente lo agarró y Estrada no lo vio, o no lo quiso ver.

Ese penalti no señalado cayó sobre la conciencia sevillista como la sentencia del más severo juez: todos sabían que la maldición seguiría en pie. El primero, Emery, incapaz de responder a la osadía rayista con una jugada táctica de tahúr a la altura. En el 66, además de Banega por Iborra... Carriço por Cristóforo. Konoplyanka no entra hasta el 80... Y porque Vitolo tiene problemas. Todo muy preconcebido. De laboratorio, cuando el fútbol es creatividad sobre la marcha, capacidad de respuesta a los problemas que plantea el enemigo.

Dicho en plata: Fazio no está para jugar, pero consume los 90 minutos mientras Carriço, que sufre en la medular como se volvió a ver, sigue siendo un central de lo más fiable. Si algún actor no recita el papel asignado, Unai se bloquea en su área técnica. Y llegan los pendulazos.

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